La mentira, una cuestión de actitud
Cleary y Tim son la pareja protagonista del cómic La mentira y cómo la contamos, de Tommi Parrish. No se han vuelto a ver desde el instituto. Un encuentro casual desemboca en una velada juntos, tomando copas y charlando de su pasado común. La conversación sobre su relación y sus decisiones vitales aflora las verdades y mentiras que envolvieron su historia común evocando un sinfín de emociones encontradas. Nada nuevo de momento sino fuera por el trabajo gráfico sobre el que esta narración transcurre. En su debut como autora de cómic esta aseveración resulta más que evidente. Por eso, hay un asunto donde nos pondremos de acuerdo sin duda: la capacidad de Tommi Parrish de captar la atención con sus colores y sus formas.
Un ejemplo: la sola presencia de esta obra en una mesa o un escaparate hace que la vista se dirija hacia ella sin poder hacerse nada por evitarlo. Compruébenlo. Desde la portada, exuberante y abigarrada, el magnetismo se produce y no concluye hasta que se pasa la última página. Un desenfreno vanguardista se apodera del discurso de esta joven australiana, reconocida pintora de su país, para sacarnos de nuestra zona de confort con una trama que escarba en la convicción personal de que nuestra sinceridad y autenticidad están condicionadas por la inseguridad emocional. El relato transcurre incomodando al poner encima de la mesa temas relevantes y de plena actualidad. Masculinidad, sexualidad, identidad, coherencia…
Por el camino la autora introduce una crítica sutil, que juega con el entendimiento y se sacude de la tibieza de la moralina, introduciendo un relato en blanco y negro dentro del principal donde articula su provocación. Tommi Parrish no busca víctimas, aunque tampoco tiene la intención de agradar. Tomando algo de distancia sobre la propuesta gráfica, llama la atención lo alineadas que están sus ilustraciones con las tendencias contemporáneas del momento, tanto en la forma como en el fondo: grafitis, puntos de vista forzados, líneas cinéticas, feísmo…
La mentira y cómo la contamos agradece una segunda lectura que seguro que muchos no le darán. Pero ya les anticipo que esta es la buena, lejos de los fuegos de artificio de la policromía y las formas cambiantes, donde los detalles se apoderan de la reflexión y se alumbra la necesidad de avanzar como ser humano. Idónea para los lectores más afines a estos temas y adictos al avant-garde comiquero.