Fascinación y miedo, atracción y dominación, amor y odio, son las emociones que han acompañado a lo largo de los siglos las relaciones entre Oriente y Occidente. Pero esta compleja relación vivió un auténtico cambio a partir del siglo XVIII, cuando Europa se vio inundada por la fiebre del orientalismo, que cambiaría para siempre la manera de entender y de vivir Oriente. A lomos de los recuerdos de Franz Ritter, un orientalista musicólogo que enfermo de muerte repasa su intensa vida, recorremos una historia hecha de historias, un apasionante periplo por los hombres y mujeres que forjaron los lazos, que tendieron los puentes, por los que Oriente y Occidente llevan décadas influenciándose recíprocamente.
Recién llegado de Lisboa, el escritor Mathias Enard (Niort, Francia, 1972) aterriza en España para presentar Brújula, novela que le ha valido la última edición del prestigioso Premio Goncourt , y que explora los vínculos artísticos, pero también políticos y económicos que han forjado Oriente y Occidente a lo largo de los siglos. Enard, que aprendió árabe tras enamorarse de Oriente siendo estudiante de Historia del Arte, asegura que deberíamos mirar más hacia el Este, porque "orientarse no es mirar hacia el Norte, sino hacia Oriente, de ahí viene la palabra orientación. En este momento precisamente lo que necesitamos es más Oriente que otra cosa".
Pregunta.- La novela tiene como objetivo primordial reivindicar Oriente, ¿qué implicaciones tiene eso en la actualidad?
Respuesta.- Obviamente es una postura ante toda la problemática que está ocurriendo desde hace unos años. El problema es que estamos fijándonos casi exclusivamente en el lado violento y fanático, el que ofrecen los noticiarios, y nos olvidamos de todas las relaciones mucho más pacíficas que hemos tenido a lo largo de los últimos dos o tres siglos. Es muy importante ver más allá de las llamas y de la violencia cotidiana nuestras relaciones más hondas, que nos enriquecen mutuamente y que pueden servir de cura para la violencia de hoy.
P.- En este sentido, se ha dicho que su libro puede ser la otra cara de esa literatura antiislámica que está surgiendo en Francia, de la que Sumisión de Houellebecq es el mayor exponente.
R.- El libro de Houellebecq no tiene en realidad nada que ver con esto. Lo que a él le interesa es Francia, hacer una caricatura de Francia. Es muy irónico y muy divertido, sí, pero para él el islam es solo un elemento de esta caricatura. Yo pienso que ni siquiera se cree lo que escribe… Por eso no sé si sería la otra cara, porque no tiene mucho que ver. A mí lo que me interesa es ahondar en la realidad de nuestras asociaciones culturales a lo largo de todos estos siglos.
"A Houellebecq no le interesa el islam, sino hacer una caricatura de Francia"
P.- Centrémonos en el personaje de Ritter, ¿por qué un escritor francés escoge como protagonista a un musicólogo vienés?
R.- La elección se basa precisamente en los dos aspectos, musicólogo y vienés. Elegía a un musicólogo porque me interesaba rescatar la vertiente musical del orientalismo, muy poco conocida. Todos sabemos lo que es el orientalismo en pintura, en los relatos de viajes, en la poesía, pero la parte musical está un poco olvidada. Y enlazando con esta premisa era muy importante la figura de Viena, porque Viena es no solo la capital de la música en Europa, con Beethoven, Schubert, Mozart..., sino que también funciona como el principio del viaje hacia Oriente, como decían antes, es la "Puerta de Oriente". Me resultaba perfecto empezar el viaje desde ahí. Se habría podido empezar en Francia o incluso en España, en Granada, pero cruzar estas dos cosas, la música y una puerta a Oriente, Viena, era ideal.
P.- Durante toda la novela, en los protagonistas, pero también en los personajes históricos que entrelaza en el texto, laten dos temas clave: el amor y la muerte.
R.- Cierto, porque son dos elementos que van muy unidos en la literatura desde hace siglos. De hecho, mis historias de amor siempre toman como modelo las historias de amor clásicas como Tristán e Isolda o las novelas de caballería, donde precisamente, muerte, pasión y amor van estrechamente ligados, como la muerte en el amor, la fusión con el ser amado, esta desaparición del amante en el amado que es también una metáfora mística. Y muchos otros ejemplos en los que se van enlazando estos dos aspectos, muerte y amor, Eros y Tánatos. Además sirve para estructurar la novela desde el punto de vista de Ritter, él se está muriendo y recuerda, y dentro de ese recuerdo está el amor por Sarah, que funciona de eje.
P.- Aborda los orígenes del orientalismo, ¿qué significó para Europa, tras siglos de combates (Reconquista, Cruzadas, el Imperio Otomano), esa explosión del orientalismo iniciada a finales del siglo XVIII?
R.- Significó principalmente el inicio periodo de dominación de Europa sobre los territorios del antiguo Imperio Otomano, por ejemplo. La entrada de Europa en Egipto, a través de Napoleón, luego en Argelia, 30 años después, o de forma más pacífica más tarde, dentro del propio Imperio Otomano, la creación de los protectorados francés y británico. Pero también muchas otras cosas. Para empezar, surgió la posibilidad de viajar, los relatos de viajes se vuelven una moda durante el siglo XIX. Esto provocó que llegaran a Europa nuevas visiones literarias y artísticas justo en un momento en el que Europa estaba viviendo su revolución romántica en su forma de pintar, escribir, ver el mundo; y se utilizaron todas estas imágenes que venían de Oriente para revolucionar su arte y fabricar toda una mitología.
P.- ¿Entonces podemos decir que los europeos somos mucho más orientales de lo que pensamos?
R.- Totalmente, muchísimo más. Sobre todo los españoles (risas). Pero es cierto que incluso un alemán tiene más elementos orientales en su cultura de los que pueda pensar, porque normalmente lo que vemos y sabemos son dos o tres cosas, como que conocemos los filósofos griegos a través de traducciones árabes de autores como Avicena o Averroes, pero nuestra relación cultural con Oriente se para ahí, en la Edad Media, digamos con los siglos XIII- XIV. Pero luego, en el siglo XIX esta relación se agudiza mucho, no es solo un momento de dominación europea sobre Oriente, sino que a través de todos esos viajes, todas esas importaciones, entra también mucho flujo oriental en Occidente. Por ejemplo, Schopenhauer leyó muchísimos textos de la India, del budismo, de las religiones hindúes, y en ese sentido todos los europeos tenemos algo de Oriente, porque es precisamente ahí, en el siglo XIX, cuando empieza nuestra era de cultura europea muy difundida y ecléctica. Desde la literatura hasta la música, todas las ramas de la cultura están plagadas de estas influencias.
"Oriente llega a Europa en plena revolución romántica e influencia toda nuestra cultura"
P.- Incide usted en el aspecto artístico, pero incluso en el orientalismo clásico existe una gran presencia de la política y la economía, algo que persiste hasta la actualidad.
R.- Sí, está claro, son dos movimientos que van juntos, pero uno no significa necesariamente el otro. Es verdad que orientalismo y colonización coincidieron en el tiempo, pero no significa necesariamente que todos los orientalistas tengan que ver con esa colonización. Lo cierto es que esta dominación económica y cultural tiene como consecuencia que entren también muchas cosas de Oriente en Europa. Es como un túnel, el tráfico se produce en ambos sentidos.
P.- En la actualidad persiste un residuo de la influencia política y económica, ¿estamos en guerra hoy como aseguran muchos gobiernos occidentales, el terrorismo actual puede considerarse una guerra?
R.- Yo creo que no, y precisamente ese es el error del gobierno francés, el haber dicho que esto es una guerra. Porque una guerra supone un enemigo. Hay una guerra real en Siria, el enemigo se encuentra allí, pero no en Francia. Asegurar que Francia está en guerra, más allá de los bombardeos que pueda acometer contra el ISIS, hace pensar que hay un enemigo interior, que los musulmanes franceses pueden ser la quinta columna del Estado Islámico y eso es muy peligroso para la sociedad.
P.- El papel del ISIS, la guerra que está llevando a cabo, ¿cambia la relación con Oriente, volvemos de la fascinación al miedo?
R.- Sí, pero precisamente por eso escribí Brújula, para ver un poco más allá de la violencia cotidiana, ver un poco más hondo y observar estas reacciones para poder construir nuestras opiniones sobre ellas y no dejarnos llevar por el miedo al otro, por la violencia, sino ver que estamos muy mezclados y juntos, y entender que Europa es algo mestizo desde hace muchísimos años.
P.- Vivió en varios países de Oriente antes del 11-S, ese mundo está ahora en ruinas, ya no existe. ¿Qué supone para usted?
R.- Es algo para mí muy triste, una gran pérdida. Y no hablo exclusivamente de los monumentos o del arte, sino de la cultura, de la sociedad. Es terrible, pero creo que esto se va a solucionar en un tiempo relativamente prudente.
P.- Precisamente cierra el libro con un canto a la esperanza, ¿ve motivos para ella?
R.- Hace pocos días ha habido un alto al fuego en Siria, y vamos a ver si aguanta. Creo que, por desgracia, hace ya tiempo que el destino de países como Siria e Iraq ya no está en manos de sus ciudadanos, sino en manos de sus vecinos y de las grandes potencias internacionales. Hay que pensar que es un lugar estratégico, y todo el mundo tiene un montón de intereses ahí, geopolíticos, estratégicos, económicos… Pero antes o después tendrán que ponerse de acuerdo, porque al final llega un momento en el que la guerra no es viable para nadie, y creo que este momento va a llegar y está llegando.
P.- ¿Cuál sería el papel de Europa en este contexto?
R.- El problema es que Europa no se decide a actuar, los que actúan son Rusia, Estados Unidos y Turquía. A pesar de estar en el tablero, de tener cercanía geográfica y cultural, los propios europeos no están de acuerdo en qué hacer. Francia tiene aviones que bombardean de vez en cuando el Estado Islámico, pero ¿qué opinan los alemanes de una intervención directa? Parece que no están muy de acuerdo. También hay muchos que lo ven con mucha pereza, ir allí, gastar dinero… Pero no se dan cuenta de que Siria está mucho más cerca de Europa de lo que pensaban. Para ellos lo que pasaba en Damasco se quedaba en Damasco, pero han visto que en el mundo de hoy, no solo el Estado Islámico está muy cerca y puede actuar en cualquier punto del continente, sino que además cientos de miles de refugiados sirios llegan a Europa muy fácilmente. Y eso para los políticos europeos ha sido una gran sorpresa y una catástrofe, por eso necesitan una paz en Siria, para sus propios intereses.
P.- ¿Y después? Vamos a profetizar. Si ahora se acabara la guerra, ¿se reconstruiría el país, la sociedad? ¿Es viable llegados a este punto o será un conflicto secular?
R.- A nivel material sería muy sencillo reconstruir el país porque hay muchísimo dinero potencial ahí, todos los grandes grupos de construcción internacionales se tirarían encima de Siria y traerían un flujo de dinero. A nivel social y cultural sería un proceso muchísimo más largo y arduo. Los ahora refugiados volverían, seguro, pero curar las heridas abiertas dentro de Siria no va a ser fácil.