Noche estrellada sobre el Ródano, de Van Gogh, sirvió como portada para El vagabundo de las estrellas
Son viajes ideales, viajes soñados, pero esta vez desde la ficción. Porque viajar es también un placer cuando se hace desde las páginas de un libro, la imagen sugerente de un cuadro, una fotografía, desde la butaca de un cine. Y así, nos vamos al Nueva York de Paul Auster, al Sáhara de El paciente inglés, al Cape Cod de Edward Hopper...
Este año se cumple el centenario de la muerte, de la automuerte de Jack London, y el libro al que viajaré apareció apenas un año antes de que todo se fuera a pique. Más que de un viaje a un lugar, se trata de un viaje a un viaje, o a una manera de viajar que no es una manera de vivir, como decían Leño, sino a una manera de aguantar vivo. Es el viaje astral, los varios viajes astrales del personaje de esta novela mística, pero también fantástica en el sentido de los géneros literarios. Un profesor universitario, Darrell Standing, condenado por asesinato. Preso en San Quintín y doblemente encerrado, también dentro de una camisa de fuerza.
Pero Standing logra evadirse y viajar en el tiempo a través de los viajes astrales. London detalla en sus páginas cómo hay que hacerlo para lograrlo, para sentir cómo se te desdobla el cuerpo o el ser o lo que sea, y ver a tu propio cuerpo saliendo de ti disparado hacia un lugar, que se suele llamar "afuera" para no complicar demasiado el asunto. Escribe este libro un London atrapado, que al final no va encontrar ninguna salida, y hará algo terrible simulando que sale. En ese sentido, es también un libro de evasión. Bueno, y como lo son las tramas carcelarias. Doy fe de que el método astral de London funciona. Lo probé de chaval, cuando leía este libro. Y creo que no me importaría volver a esas páginas, no como lector sino como viajero.
Javier Pérez Andújar (Sant Adrià de Besòs, 1965), licenciado en filología hispánica por la Universidad de Barcelona, publicó en 2007 Los príncipes valientes (Andanzas 641), una primera novela que recibió una acogida entusiasta entre los lectores y la crítica. Le siguió Todo lo que se llevó el diablo, una narración original e inagotable sobre las misiones pedagógicas de la República, y el libro Paseos con mi madre, un revulsivo y una reivindicación de las periferias urbanas. Entre la ironía y el sarcasmo, la rabia y el entendimiento, Catalanes todos ofrece una inolvidable colección de episodios incómodos y tronchantes. Este mismo año ha presentado Diccionario enciclopédico de la vieja escuela, una recopilación de textos diseccionados con una mirada irónica y divertida. Escribe crónicas para El País, que le han merecido el Premio Ciutat de Barcelona 2014.