Vista de Gramercy Park, un oasis en el laberinto neoyorkino
Son viajes ideales, viajes soñados, pero esta vez desde la ficción. Porque viajar es también un placer cuando se hace desde las páginas de un libro, la imagen sugerente de un cuadro, una fotografía, desde la butaca de un cine. Y así, nos vamos al Nueva York de Paul Auster, al Sáhara de El paciente inglés, al Cape Cod de Edward Hopper...
Desde el privado encanto de Gramercy Park, correteado por las ardillas, en pleno centro del coloso neoyorquino, donde en su momento vivieron David Bowie o estrellas clásicas como Edward G. Robinson, hasta los frescos de la Hispanic Society en Harlem pintados por Sorolla, un prodigio de luz. El mismo Harlem donde se levantaba la mansión de los hermanos Collier y en la que se encerraron en una locura multifacética, retratada por E. L Doctorow en su obra maestra
Homer y Langley. Las inquietantes momias del formidable Museo de Brooklyn, los tragos perfectos en la penumbra del Ginger man, en la 11 East con la 36th, las magníficas vistas -las mejores- de la ciudad que se paladean desde Brooklyn Heights, a un paso del edificio donde vivió el novelista Thomas Wolfe. Un paseo por el High Line es irrenunciable, una muestra de cómo se pueden recuperar espacios para los ciudadanos y, por supuesto, ir a la Morgan Library donde en una ocasión puede ver el original de
Annabel Lee. Las terribles y atormentadas historias de amor de Ira Sachs transcurren en sus calles, recorridas todavía por el taxi espectral de Travis Bickle. Te tomas un "wrap" en el Village y de repente te topas con el mismísimo Amon Göth -Ralph Fiennes- comprando el pan. Casi siempre escuchas español en las esquinas, boricuas, dominicanos, mexicanos, algún español… y Alicia Keys canta que si puedes hacerlo aquí, puedes hacerlo en cualquier lugar. Ir a comprar libros a los puestos que The Strand coloca en los vértices del Central Park, escuchar cómo los taxistas te cuentan que no lo hacen con cinco mil dólares al mes, asistir una sesión improvisada de rap en el metro, visitar la fábrica de Brooklyn 1, la cerveza local que parece hecha en Bélgica.
Todo eso es NYC. Pero, cuidado, porque en cualquier momento la ciudad puede mostrar sus fauces: aquí, hasta el rabo, todo es toro.
Ya son cuatro los libros de Ignacio del Valle (Oviedo, 1971) que forman la serie de suspense histórico con Arturo Andrade como protagonista: El arte de matar dragones (2003),
El tiempo de los emperadores extraños (2006), Los demonios de Berlín (2009) y el reciente Soles negros (2016). Con todos ellos el autor ha recibido, aparte de numerosos premios, un gran reconocimiento de crítica y público. Además, destacan en su obra la novela Busca mi rostro (2012) y el libro de relatos Caminando sobre las aguas (2013). Del Valle colabora con distintos medios de comunicación y fue subdirector y coordinador para Europa de la fundación cultural Mare Australe de Panamá entre los años 2012 y 2015.