La Escalera Potemkin en el siglo XIX, rebautizada tras la famosa escena de la película de Eisenstein
Son viajes ideales, viajes soñados, pero esta vez desde la ficción. Porque viajar es también un placer cuando se hace desde las páginas de un libro, la imagen sugerente de un cuadro, una fotografía, desde la butaca de un cine. Y así, nos vamos al Nueva York de Paul Auster, al Sáhara de El paciente inglés, al Cape Cod de Edward Hopper...
Hay lugares que únicamente hemos conocido a través de las películas. Las películas de Hollywood me hicieron viajar de niño a todos esos lugares exóticos del continente americano que luego he ido descubriendo de adulto. Viajar a otros países y a otras culturas era según Serge Daney una de las grandes virtudes del cine. Uno de los lugares que no conozco más que a través de las películas es Rusia. Las películas de Tarkovsky, Konchalovsky, Mikhalkov, Eisenstein y otros cineastas rusos, me han interesado mucho siempre.
Rusia, como decía Godard, es un país de cine. Nunca he ido a Rusia. Tengo gran admiración por la cultura y el pueblo rusos. Como soy muy de ciudad, me encantaría ir a Moscú y a San Petersburgo. Pero también me gustaría conocer otros lugares: el campo, las estepas, Siberia...
Jaime Rosales (Barcelona, 1970), estudió cine en la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños de La Habana, y en la Australian Film Television and Radio School de Sídney. Tras varios cortos de éxito, su primer largometraje, Las horas del día, obtuvo el Premio de la Crítica Internacional en el Festival de Cannes. En 2007 estrenó su segundo largometraje, La soledad. Con ella Rosales se llevó los Goyas a mejor película y mejor director. Al año siguiente presentó Tiro en la cabeza durante el Festival de Cine de San Sebastián, donde ganó el Premio FIPRESCI a mejor película. El cine de Rosales, muy influido por Robert Bresson o Yasujiro Ozu, muestra los conflictos de la cotidianeidad de sus personajes con el fin de describir poéticamente el interior del corazón humano.