Isaki Lacuesta
El cineasta inaugura Mirar dos veces en el museo Es Baluard de Palma de Mallorca.
Pregunta.- Como cineasta, ¿cómo ha sido la labor de entrar en un museo y configurar una exposición?
Respuesta.- Un gusto. Estudié Historia del Arte, y la pintura es uno de mis mayores placeres. En otra vida me presentaría con gusto a las oposiciones a comisario, si el cargo no tuviera un nombre tan político y feo. Siempre que puedo me cuelo en los talleres de los pintores o en los almacenes de los museos. Es maravilloso recorrer los peines con cuadros colgando y poder disfrutarlos del derecho y del revés. Hace tan solo unos días tuve un Solana entre las manos... De hecho, la mayor dificultad ha sido reprimir mis impulsos cleptómanos.
P.- ¿Por dónde empezó el proyecto para Es Baluard? ¿Fue difícil dar con la idea apropiada para ello?
R.- Hace años me encargaron un recorrido por el Museo Picasso de Barcelona, monté una serie de vídeos y terminamos tocando en vivo con una banda de rock el Pablo Picasso was never called an asshole de Jonathan Richman para que la gente la cantara en karaoke. Fue francamente divertido, pero durante el recorrido me dio una vergüenza horrible comprobar que la gente miraba mis vídeos y pasaba de largo frente a los picassos. Comprendí que aquel dispositivo era un error. Así que, esta vez, lo que he buscado son estrategias para que los visitantes se concentren en las obras y las miren con mayor intensidad. He intentado ponerme al servicio de las obras.
P.- La muestra se titula Mirar dos veces, una declaración de intenciones que da pistas de lo que le espera al espectador. ¿Cómo surgió la idea de la historia del emir Abu Karem?
R.- Parece que cada vez vivimos menos en presente y más en una falsa experiencia diferida. En los museos, cada vez veo más gente que, en lugar de gozar de las obras, de procurar aprehenderlas, las fotografía con el móvil para mirarlas en un futuro que nunca llegará. La historia del emir Abu Karem es una invitación a volver a mirar lo que tenemos en frente, a escrutarlo y disfrutarlo. Ahora y aquí, que es lo único que existe.
P.- Sin duda supone un reto para el espectador y una llamada a los aficionados del arte. Algunos podrán sentirse frustrados al final de la muestra al mirar la lista de las obras originales y las invitadas, otros se sentirán contentos.
R.- No tiene que ver con ganar o perder, sino con ver las cosas de un modo diferente. El juego es importante para mí, y no jugamos para frustrarnos sino para todo lo contrario, para intensificar nuestra vida diaria. En ese sentido, el juego y el arte son primos hermanos. También intentaba romper con las inercias de "la marca", de la firma, que nos llevan a experiencias artísticas preestablecidas, a mirar primero la etiqueta y disfrutar o pasar de largo en función de lo previsto por la cotización historicista. Me gusta la idea de mirar el arte como en una cata de vino a ciegas. A veces hay obras que disfrutaríamos mucho más (y mucho más tranquilos) si nos dijeran que su autor es Fulanito en vez de Menganito. La exposición también invita a esto.
P.- ¿Quién ha creado esas obras falsas?
R.- Me gustaría decirte que ha sido el Velázquez de El ministerio del tiempo. Pero jugamos con varias barajas: hay obras de estrellas invitadas, obras de artistas que me gustan mucho pero que están atribuidas a otros autores, otras las he hecho yo mismo, etc. En realidad, es probable que el dispositivo hubiera funcionado igual de bien si no hubiera ninguna obra falsa en el museo, tan solo anunciándolo y activando las alarmas del visitante.
P.- En realidad, la idea que se plantea en la exposición es muy visual algo tendrá mucho que ver con el juego y la experiencia que plantea el cine. ¿En qué se diferencian y en qué se parecen el cine y el arte?
R.- Entiendo el cine como un arte. Si Vasile, nuestros ministros de incultura y la publicidad aún no me han convencido de lo contrario, ya no creo que lo consigan. Lo que más me interesa del cine (la huella) ya está en Lascaux. Por algo decía Nunes que el cine nació a la vez que el anarquismo, hace 30.000 años.
P.- Por otro lado acaba de inaugurar la Bienal de Venecia con el pabellón que ha comisariado. ¿Cómo ha sido ese proyecto?
R.- Maravilloso, he aprendido muchísimo. Con los co-comisarios Jelena Propokljevic y Jaume Prat hemos trabajado el cine como un arte del espacio y la arquitectura como un arte del movimiento. Hemos construido un ámbito que es a la vez cine y arquitectura, al servicio de una visión de la arquitectura habitada, en uso. Hemos huido de esas típicas estampas de revista, con el edificio vacío y recién terminado. La arquitectura solo se entiende a la medida de las personas. Las pantallas múltiples permiten apreciar la arquitectura viendo distintas escalas a la vez, distintos ángulos, y comprender sus recorridos. Hemos seleccionado obras que consiguen desarrollar servicios sociales más allá de su programa, y las hemos proyectado sobre instalaciones de cristal curvado para que se integraran con el espacio real del pabellón en el que estamos (un taller de reparación de góndolas). De nuevo, se trata de fomentar una experiencia que no es intercambiable, que solo puede vivirse en ese sitio, en presente, y cuyos contenidos no pueden transmitirse de ningún modo por internet. Hay que estar ahí y vivirlo.
P.- ¿Qué opinión le merece el arte contemporáneo?
R.- Respirar. Por eso me cuesta separar el arte contemporáneo del más antiguo: al fin y al cabo, en cada bocanada respiramos gases de coche mezclados con partículas de la época de los íberos, de los romanos... Todo se nos termina arrebujando en los pulmones.
@scamarzana