¿Qué libro tiene entre manos?
Demian, de Hermann Hesse.
¿Ha abandonado algún libro por imposible?
2666, de Roberto Bolaño. Leí más de 400 páginas pero me estanqué en la sucesión de crónicas policiales de las muertes violentas de mujeres en Ciudad Juárez.
¿Con qué artista le gustaría tomarse un café mañana?
Con Lorca, para hablar de la vida, del teatro, de su visión de las mujeres, de su infancia... Tantas cosas.
Cuéntenos alguna experiencia cultural que cambió su manera de ver la vida.
El descubrimiento de la literatura. O sea, el descubrimiento de un mundo enorme en el que cabe todo. El primer libro que leí fue La isla del tesoro. Le saqué mucho partido a la colección de Bruguera: Conan Doyle, Verne...
¿Una obra que le haya dejado clavada en la butaca últimamente?
Sólo son mujeres, de Carmen Portaceli, sobre varias mujeres represaliadas por el franquismo. En la función que estuve asistió el nieto de una de ellas. Su abuela decidió suicidarse ante los continuos chantajes de sus carceleros. Fue una catarsis imparable.
¿Entiende, le emociona, el arte contemporáneo?
Entiendo el que me conmueve, el que incita a la reflexión, sin preocuparme si es contemporáneo, renacentista o primitivo.
¿Cuál ha sido la última exposición que ha visitado?
La de Louise Bourgeois en el Guggenheim. Otra catarsis: me emocionó hasta las lágrimas. Es una de las artistas más impactantes del siglo XX. Además, esas celdas suyas tienen un aire muy teatral.
¿De qué artista le gustaría tener una obra en casa?
Pues le haría un hueco, claro, a El jardín de las delicias, de El Bosco, un cuadro en el que está la condición humana retratada en su totalidad.
¿A qué o a quién le dedicó el primer pensamiento tras saberse ganadora del Premio Valle-Inclán?
A Andrés Lima y al Teatro de la Ciudad. Él me ha conducido hasta el centro del alma de Medea, en un proceso de trabajo de más de un año de investigación imposible sin el armazón del Teatro de la Ciudad.
¿Qué nos enseña su Medea?
Como todas las tragedias griegas, nos coloca un espejo delante. Medea nos cuestiona todos los principios morales que tenemos asentados, nos lleva a la incertidumbre. Un poder femenino creador y destructor al mismo tiempo.
¿Y Serafina delle Rose, de La rosa tatuada?
Es otra fuerza de la naturaleza, aunque más tragicómica. Nos muestra cómo su impulso vital se impone a la cárcel en la que vive tras la muerte de su hombre.
¿Cree que el mundo de Tennessee Williams puede seguir interesando al público de hoy?
Ya lo creo. A mí me recuerda mucho a Lorca. Junto a Arthur Miller es el gran cronista de los Estados Unidos de su época, pero su retrato trasciende la crónica social mediante la magia y la poesía.
¿Cuál es el personaje teatral con el que más se identifica?
Medea. Algunos pensarán que soy una potencial parricida pero lo que me interesa de este personaje, al igual que de Serafina o la Chunga, es que encarna el empoderamiento de la mujer.
¿Le importa la crítica? ¿Le sirve para algo?
Sí, las malas me duelen y la buenas me alegran. Las primeras son muy duras para los actores, porque llegan en mitad de tu trabajo.
¿Qué música escucha en casa?
Pues en casa no escucho. Me encanta la música pero suelo estar concentrada en otras cosas y no me sale ponerla. Escucho Radio 3 sobre todo en el coche.
¿Recuerda la película que ha visto más veces?
Creo que Esplendor en la hierba. Hubo una época en que nos dio a mi madre y a mí por verla juntas.
¿Qué obra le recomendaría el presidente del Gobierno?
Ruz-Bárcenas.
¿Le gusta España? Denos sus razones.
Me encanta en la misma medida que me exaspera.
Regálenos una idea para mejorar la situación cultural.
Deberíamos tomarnos la cultura como en Francia: como una cuestión de Estado.
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