Víctor del Árbol (Barcelona, 1968) ha dado un paso más en su consagración como escritor con el Premio Nadal 2016, que ganó con La víspera de casi todo. El libro acaba de salir a la venta de la mano de Destino, la editorial que convoca el galardón desde 1944. Hace solo cuatro años, Del Árbol colgó el uniforme de mosso d'esquadra para centrarse en su carrera literaria y la pasada noche de Reyes se acordó de Ana María Matute y de Miguel Delibes, antecesores en la lista de premiados, cuando subió al escenario en el Hotel Palace de Barcelona. En su quinta novela publicada vuelve a emplear el género negro como envoltorio -tanto el crimen como el asesino se revelan en las primeras páginas- de lo que de verdad interesa al escritor: indagar en la conciencia y la memoria de unos personajes atormentados por su pasado, varados esta vez en un pueblo perdido en la Costa da Morte.
Pregunta.- En La víspera de casi todo presenta a personajes atrapados por su pasado, aunque intentan huir de él o aprender a convivir con los recuerdos. Como en sus otras novelas, el pasado, la memoria y la culpa son temas centrales. ¿Por qué le interesan tanto estos asuntos como escritor?
Respuesta.- Me gustaría creer que mi voz narrativa se configura y se afina novela a novela, por un lado a través de los recursos estilísticos y por otro mediante una temática común. Hay una correlación estrecha entre pasado, memoria y culpa, en la medida de que más allá de lo acontecido, lo que de verdad importa en el pasado es el relato que construimos del mismo. En ese relato incluimos la coherencia, procuramos que todo tenga una relación de causa-efecto y a menudo lo utilizamos como una especie de mitología personal, donde elegimos qué y cómo recordar. Sin embargo, existe un elemento que distorsiona ese relato, cosas que obviamos porque nos incomodan. Todos tenemos fracturas pasadas, y por esa falla entra la culpa. La culpa condiciona nuestra visión de la realidad. A veces está justificada, otras veces es inducida; sea global o individual, es la cicatriz que nos recuerda nuestras derrotas. Desde un punto de vista literario es muy interesante seguir el tratamiento de la culpa colectiva que puede hacer, por ejemplo, Grossman, o del individuo, como hace Camus. Hay en ambos un denominador común: vivir mancha.
P.- En esta y en otras novelas suyas, el género negro es un envoltorio que se mezcla con otros géneros y que encierra temas universales. ¿Qué ventajas tiene esta fórmula para armar una novela?
R.- En mi opinión, los géneros son coyunturales porque responden a un momento y circunstancia determinados. Lo que sigue son réplicas que poco a poco se alejan del origen y de su sentido. El hard-boiled norteamericano, el neo-polar francés, la novela social post-Transición en España, tratan la sensibilidad de una sociedad concreta en un momento histórico concreto. Mas allá de eso, sirven a las generaciones venideras como recurso narrativo, ayudan a desarrollar fórmulas y argumentos de probada eficacia. Conan Doyle ayuda a comprender la tensión narrativa, Chester Himes facilita herramientas de análisis social, Montalbán enseña que se puede incorporar lo local sin caer en el cliché... Los géneros son transversales, herramientas de las que se vale la literatura. Yo prefiero hablar de visiones del mundo y no de géneros.
P.- ¿Por qué ha titulado la novela La víspera de casi todo?
R.- Me gusta ese punto de arranque narrativo donde todo ha pasado antes de que el lector se acomode en el inicio de la historia. Conocemos los hechos enseguida, pero a partir de aquí lo que interesa es la onda expansiva de esas acciones. La víspera de casi todo es el pasado. Un pasado que el lector no ha vivido, pero que conoce. Un pasado que parece asumido, con resignación o con olvido dependiendo del personaje. Viven sin vivir, atrapados en rutinas contaminadas por los recuerdos, por las autotraiciones, soñando vidas y destinos pasados. Pero es en este presente, cuando presuponemos que nada más puede pasar, cuando comprendemos que, en realidad, todo está a punto de empezar. Donde todo termina para la mayoría. Porque, como decía Machado, ¿acaso no es el presente lo único que no se termina jamás?
Personajes de orfebrería
P.- ¿Cómo se le ocurrió esta historia y en qué o quiénes se inspira para crear sus personajes?
R.- Todo nace de una pregunta para la que necesitaba una respuesta. Una pregunta que nació de una conversación informal en una cena entre amigos, una de esas cosas que se lanzan al aire sin mucha convicción: ¿Si pudierais vivir otra vida, reinventaros, recuperar vuestros primeros sueños, lo haríais? ¿Estaríais dispuestos a renunciar a lo que tenéis para lograrlo?
»Cada personaje es una pieza de orfebrería construida con mimo, pedacitos de realidad ensamblados con hilos de fantasía, de ficción. Y cada uno de ellos, responde a la pregunta a su manera. Yo solo les ofrezco el escenario, la Costa da Morte, y un motivo para hacerlo, el amor. Todos ellos aman, de un modo u otro.
P.- El asesinato de una niña que aparece en esta novela recuerda al crimen de Asunta, aunque sus circunstancias sean muy diferentes. ¿La crónica negra de la actualidad le sirve como material literario?
R.- Lo que me sirve para hilvanar mis tramas es caminar con los ojos bien abiertos. Escucho, observo, pienso en lo que nos pasa y por qué. Si somos felices, y qué es eso de la felicidad. ¿Por qué alguien se arroja al metro? ¿Por qué un hombre mata a una mujer? ¿Por qué una pareja joven se enamora? ¿Por qué los ancianos tienen esa mirada? Sí, al principio de la novela Amanda podría ser Asunta, y la pregunta sería la misma que se hace Ibarra, el policía; la misma que debieron hacerse los investigadores del caso de Asunta: ¿Por qué?
P.- ¿Se ve escribiendo en el futuro una novela más "luminosa" o su interés como escritor se limita a la parte más oscura de las emociones humanas?
R.- Sí, claro que me interesa el arco de tonalidades del ser humano, en todas sus dimensiones y escalas. Ocurre que el dolor tiene un peso central en mi narrativa, como motor de lucha, nunca como resignación o abandono. Tengo la voluntad de convertir a seres ordinarios en personajes extraordinarios y para lograrlo, los templo con el acero de esa voluntad de vivir cuando no hay razones para la felicidad. Todos basculan entre la rabia contra el destino que consideran injusto y la melancolía que sienten los ángeles caídos cuando miran al cielo y recuerdan su bondad perdida. Creo que de ese modo me acerco a ambas condiciones humanas.
De mosso a bestseller
P.- Lo más llamativo de su trayectoria es su anterior profesión. ¿Cómo dio el salto de mosso d'esquadra a escritor profesional?
R.- Escribo desde que era un chiquillo, y la literatura ha sido siempre el hilo conductor de mis anhelos. Continué haciéndolo durante los 20 años que trabajé en la Policía y en un momento dado empezó a ser difícil compaginar los compromisos derivados de mi actividad como escritor de mi actividad profesional. A partir del éxito de La tristeza del samurái ya fue prácticamente imposible. Fue en ese instante crucial cuando Lola, mi compañera, me empujó a vivir mi pasión sin miedo. Le hice caso, me apoyó, encontré a Josep Forment [editor de Alrevés], a Antonia Kerrigan [su agente literaria]... y aquí estamos.
P.- ¿De qué manera ha influido ese bagaje anterior en su literatura?
R.- Como todo lo que hacemos, forma parte de lo que soy. Aprendí mucho y rápido sobre mí mismo y sobre los demás, sobre el sistema de Justicia, sobre la ley, sobre la contradicción que a veces existe entre ambas. Pero sobre todo, aprendí a observar, a no prejuzgar, a tratar de comprender.
P.- Usted rompe el estereotipo del policía bruto e insensible que no lee. ¿Qué opina de esa imagen que aún prevalece en la sociedad?
R.- Creo que los estereotipos son esgrimidos por gente convencida de sus argumentos que solo busca reafirmarlos. En la Policía, como en cualquier otro colectivo, existen toda clase de personas y de sensibilidades. Hablamos de una Policía moderna, incrustada en un Estado de Derecho y sujeta a tutela judicial, no tiene mucho sustento real seguir anclado en la idea de la Policía predemocrática porque los tiempos son otros y los elementos de los que se nutre el colectivo también lo son. Por supuesto, el Estado conserva el monopolio del uso de la fuerza y eso siempre estigmatizará a sus miembros.
P.- ¿Cómo reaccionaban sus compañeros cuando se enteraban de que era escritor?
R.- Mis compañeros sabían de mi vocación, la respetaban o, en el peor de los casos, la veían como algo idílico o irrealizable. Pero es asombroso para mí ver que, sin yo saberlo, hay muchos antiguos compañeros a los que no conozco que me escriben para felicitarme, y que afirman sentirse orgullosos.
P.- Han pasado diez años desde su primera novela. ¿Cómo han cambiado en este tiempo su vida y su estilo como escritor?
R.- Soy distinto y a la vez el mismo. Como a cualquiera, la vida me ha limado aristas, he aprendido a ser paciente, a perseverar sabiendo que el fracaso es más habitual que el triunfo. Y que siempre hay que volver a empezar, aunque el punto de partida ya no sea el mismo. Poco a poco, novela a novela, siento que me voy acercando al escritor que me gustaría llegar a ser. Quizá ahora mi voz narrativa no tiembla tanto. Me siento cada vez más apreciado por los lectores, conozco mejor el mundo editorial, he hecho grandes amistades con algunos escritores. Y lucho cada día con la misma ilusión que puse en 2006, cuando publiqué mi primera novela, El peso de los muertos. Todavía entro en una librería y me pregunto si alguien lee mis libros, y porqué.
P.- Usted es uno de los autores españoles que ha tenido un éxito notable en Francia últimamente. ¿Cómo es su relación con los lectores franceses?
R.- De respeto y gratitud. Los lectores franceses fueron quienes me hicieron sentir escritor, cuando la editorial Actes Sud me acogió como uno más. He aprendido a conocer y a amar este hermoso país, y para hacerlo me he desprendido de muchos tópicos.
P.- ¿Qué ha supuesto para usted ganar el Nadal? ¿Va notando ya el aumento de su popularidad también en España?
R.- Ha supuesto en lo personal un momento que no olvidaré en la vida, pensar en mi madre, en los seres queridos, en las horas en las que pensé que mis sueños eran demasiado lejanos, demasiado grandes para mí. Me emocionó pensar en Miguel Delibes o en Ana María Matute recogiendo el premio. Luego ese momento pasa, llega la promoción, la hora de la verdad para La Víspera de casi todo. Un premio como el Nadal me ha dado un apoyo enorme, un reconocimiento. Pero el veredicto viene ahora. Y lo dictarán los lectores.
P.- ¿Está escribiendo ya su próxima novela?
R.- Tengo una idea que me ronda por la cabeza, sí. Pero todavía estoy en fase de documentación. Solo puedo decir que, tal vez, solo tal vez, sea más luminosa. O en todo caso, los tonos de oscuridad serán distintos.