Cita ineludible en torno a la crítica literaria. El crítico Ignacio Echevarría, la poeta y editora Elena Medel y el escritor Sergio del Molino participan en un encuentro moderado por la directora de El Cultural, Blanca Berasátegui. La crítica de ayer y de hoy, la que se cuela en las redes sociales, la crítica legítima y la ilegítima. La crítica del futuro y el futuro de la crítica. Un apasionante debate en el marco del Hay Festival de Segovia. Hablamos con Echevarría (Barcelona, 1960), editor (Nicanor Parra, Sánchez Ferlosio), colaborador habitual de esta revista y, ante todo, crítico. Una de las voces más respetadas del panorama actual que nos adelanta las líneas claves. Mañana más. A las 11, en la iglesia de San Nicolás (Plaza de San Nicolás de Segovia). No se lo pierdan.
Pregunta.- Brevemente, y ejerciendo de doctor: ¿Cuál es a su juicio el diagnóstico de la crítica literaria actual en España?
Respuesta.- Pese a la rutina, la incompetencia y el servilismo todavía imperantes, percibo indicios de una nueva actitud hacia la crítica, de un cierto espíritu de contestación a la consigna del todo vale, todo es bueno. Veremos.
P.- Después de su experiencia de años, ¿qué tratamiento aconseja?
R.- El de siempre: valentía, contundencia, honestidad.
P.- ¿Hacia dónde debe caminar la crítica literaria hoy?
R.- El reseñismo crítico -pues supongo que nos referimos a él, y no a la crítica académica o ensayística- ha sido siempre parasitario del periodismo. El mayor reto al que se enfrenta en la actualidad el crítico es el de adaptarse a la nueva y todavía cambiante situación del periodismo. Debe buscar nuevos nichos donde alojarse, nuevos lenguajes con que expresarse, nuevos modelos de relación con el lector.
P.- ¿Cómo están influyendo las redes sociales en la nueva crítica?
R.- Parece inevitable pensar que en ellas está fraguándose ese nuevo modelo de relación con el lector al que acabo de referirme. Un modelo que cuestionaría la autoridad del crítico para ensayar distintas formas de horizontalidad: una crítica acaso coral, susceptible de asumir e integrar voces múltiples y distintas. Pero se trata de un camino lleno de peligros, no cabe duda.
P.- ¿Le parece válida la crítica en un tuit?
R.- ¿Por qué no? Pero se trata de una modalidad menor de un género ya de por sí menor, como es el reseñismo. Digamos que en la medida en que la crítica cuenta entre sus herramientas con el eslogan publicitario y la consigna política, los tuits pueden cumplir una misión.
P.- ¿Y los blogs?
R.- También de allí cabe esperar que emerjan nuevas modalidades críticas, si bien, y para mi decepción, en su mayoría todavía suelen mimetizar los procedimientos y los moldes retóricos de la crítica convencional.
P.- ¿Qué es lo más importante a la hora de enfocar la crítica de un libro? ¿Cuál debe ser el objetivo que no hay que perder de vista?
R.- Respecto a la primera pregunta: detectar su novedad, si es que contiene alguna, y acertar a formularla. Respecto a la segunda: el crítico debe tener bien presente que su trabajo es socializar la lectura, lo cual entraña promover aquellos aspectos del libro que se estiman de interés público. Ahí está el quid de la cuestión: en distinguir entre interés público e interés del público, como quiere Ferlosio. El concepto que el crítico se haga de estos dos conceptos (conceptos políticos, en definitiva) orientará decisivamente su actuación.
P.- ¿Cree que es frecuente la censura o autocensura en la crítica que aparece especialmente en los medios?
R.- Soy poco dado a pensar en estas categorías, que sugieren unas presiones y unos controles que no suelen darse. Tiendo a pensar más bien en el mal gusto congénito de muchos críticos, en su natural tendencia a la adulación y al servilismo, en su cortedad.
P.- Díganos nombres de críticos que le han descubierto libros y autores.
R.- Preferiría no hacerlo.
P.- La crítica ha cambiado pero también los lectores: ¿a quién se dirige la crítica hoy?
R.- A un lector cada vez más precario o incluso residual, distraído -cuando no colapsado- por su adicción a las redes, abrumado por el exceso de oferta, los reclamos de la publicidad y las distorsiones del periodismo cultural; suspicaz de todo alarde de autoridad, urgido por la falta de tiempo y en consecuencia poco acostumbrado y mal predispuesto a consumir juicios complejos o demasiado matizados, y encima aficionado a expresar él mismo su gusto y su opinión, así sea con emoticones. A ver qué hacemos con todo esto.