Georges Simenon se tomaba en serio su trabajo. Tan en serio como lo haría un oficinista. Mejor, un médico. Abría consulta a las nueve de la mañana y tecleaba (o escribía a mano) hasta las cinco. Y en diez días tenía lista la historia a la que había empezado a darle vueltas hacía tres semanas. Y apenas le bastaban cinco días más para corregirla. Así fue como escribió las 194 novelas que llevan su nombre, y la treintena que firmó con hasta 27 seudónimos.
Voluminosa obra que, en su momento, fue juzgada simple por la crítica. "No le entendieron. Su obsesión era la de llegar al núcleo de lo que somos. Presentar al hombre desnudo. Y empleó 10 años en dar con la mejor manera de llegar a él. Y esa manera era una manera sencilla", dice John Simenon, segundo hijo del escritor (el primero con su segunda mujer), cuyo trabajo consiste en administrar el legado de su prolífico padre. Es por eso que relee a menudo alguna de sus novelas. Siempre hay una adaptación en marcha. La última, tiene que como protagonista (televisivo) a Rowan Atkinson, es decir, a Mr. Bean. "No está bien que lo diga yo, pero mi padre fue un genio. Conseguir alcanzar la combinación perfecta entre el tema y el estilo no es nada fácil. Pero no soy el único que opina que cuando en una novela de mi padre lees 'llueve', ves la lluvia. Eso es Simenon", insiste John, que no escribe porque le resulta demasiado costoso. En su lugar, viaja por el mundo protegiendo el legado de su padre. Es por eso que ahora mismo está sentado ante una taza de té en un luminoso hotel barcelonés. La editora al frente de Acantilado, Sandra Ollo, acaba de marcharse. Han tenido una reunión a primera hora. Todo en orden. Acantilado va a seguir reeditando la obra de su padre y, en breve, pondrá en librerías la única suerte de autobiografía novelada que escribió Simenon: 'Pedigrí'.
Pregunta.- Al acto compulsivo de escribir, de su padre, debe sumársele el acto compulsivo del lector, que una vez entra en el universo Maigret, no puede escapar de él. ¿Cuál cree que es el secreto?
Respuesta.- No puedo responder por él, pero sí puedo responder como lector. Leer los libros de mi padre es algo adictivo. Y lo es porque todos tocan algún aspecto de lo complejo del ser humano. No hablan de sí mismos, hablan de todos nosotros. Cuando lees uno de los libros de mi padre, no piensas en lo que estás leyendo, pero cuando lo acabas, no puedes dejar de pensar en lo que has leído. Hay más preguntas que respuestas. Y supongo que como lector es inevitable buscar respuestas. Por eso lees otro. Y otro más.
P.- ¿Qué clase de preguntas?
R.- Preguntas sobre uno mismo. A través de los libros de mi padre he descubierto muchas cosas sobre mí mismo. Y creo que es algo que les ocurre a todos sus lectores. Uno sabe más sobre sí mismo después de leerlo.
P.- Si estaba tan interesado por la naturaleza humana, ¿qué le interesó del 'noir'? ¿Lo encontraba la mejor manera de explorar esa naturaleza?
R.- Es cierto que todas las novelas de mi padre pueden considerarse un 'noir', incluidas aquellas que él consideraba novelas 'duras' y que no estaban protagonizadas por Maigret. Creo que la respuesta es que le interesaba la figura del investigador. Que en unas era Maigret y en otras (las 'duras') era el lector. Tener un investigador en la novela para él era como tenerlo todo a tu alcance. Un investigador puede abrir todas las puertas. Decía que le resultaba más fácil construir una historia si tenía en mente la figura del investigador.
P.- ¿Le contaba cuentos cuando era niño?
R.- No, siempre nos contaba cosas de su vida, nunca nos contó cuentos.
P.- Y todos esos libros, ¿no le robaron demasiado tiempo? ¿No lo alejaron de su familia?
R.- En absoluto. Él se consideraba antes un padre que un escritor. Es curioso como muchos otros artistas tienden a encerrarse en sí mismos y abandonar a los que le rodean. Mi padre no era así. Era justo lo contrario. Siempre estaba. Éramos clave para su existencia. Pero daba tanto que la sensación era que tú también debías hacerlo. En ese sentido, nos criamos en un entorno exigente en cuanto a la ética de la vida. Era difícil alcanzar sus expectativas porque era, por encima de todo, un buen hombre. Al leerlo, también reconozco en lo que escribió, esa filosofía. La sensación era la de que nosotros compartíamos nuestras angustias con él, y él nos las quitaba. La mayor parte de las veces sucede lo contrario, es el artista quien envenena su entorno con su angustia.
P.- Dijo usted en una ocasión en ese sentido que podría leerse la biografía de su padre a través de sus libros, que en todos había un pedazo de lo que había sido en el momento en concreto en que lo había escrito.
R.- No es exactamente así. Mi padre tenía un cuaderno y ese cuaderno era su vida. Vivía y a partir de su vida, creaba. Nunca investigaba para escribir, pero sí que para poder hablar de un banquero tenía que haber conocido a uno. Tenía una increíble sed de humanidad. Quería conocer a todo el mundo.
P.- Pero sin embargo se expuso en numerosas ocasiones.
R.- Mi padre era muy pudoroso pero a la vez era brutalmente sincero. Tenía que decirlo siempre todo. No quería sentir que se estaba censurando. Solía decir: 'Prefiero que me odien por quien soy, a que me quieran por quien no soy'. No podía tratar de encontrar al hombre desnudo, cuando escribía, y vestirse, cuando hablaba. No hubiera tenido sentido. Lo más lógico es que fuese honesto. De una honestidad brutal.
En este punto, se refiere, John, al hecho de que su padre se mantuvo neutral durante la ocupación nazi. "¿Qué podía hacer? Tenía una familia, tenía que escribir. Había otros escritores que daban su pleno apoyo a Hitler. Escribían cosas en los diarios. Él no lo hizo. Se limitó a seguir con su vida", dice. Y añade que, en realidad, a Georges Simenon nunca le interesó la política. Que, más bien, la despreció. "Se consideraba un anarquista que seguía la ley. Creía en la libertad, en ser lo más libre que pudiera ser como individuo respetando la ley". La taza de té sigue intacta.
P.- Despreciaba la política pero amaba sobremanera a las mujeres.
R.- Oh, la famosa pregunta.
P.- Sí, sus 10.000 mujeres.
R.- Yo estaba presente cuando dijo esa frase. Era en una conversación con Fellini. Habían estado hablando de Casanova. Fellini decía que despreciaba a Casanova. Decía que era un idiota. Y mi padre soltó: 'Ni siquiera fue un gran amante, sólo se acostó con poco más de 100 mujeres. Y mírame a mí, debo haberlo hecho con 10.000'. No se estaba refiriendo a 10.000 mujeres distintas, sino a que debía haberlo hecho 10.000 veces. Mi padre no fue un gran seductor, pensemos que vivió en una época en la que la mayor parte de las relaciones sexuales se mantenían en burdeles, con lo que no era necesario ser un gran seductor. Aunque nunca he conocido a una mujer que no se sintiera atraída por él. Yo creo que lo que les atraía era su profunda humanidad. Es curioso, hoy sus lectores son, en su mayoría, mujeres.
P.- ¿Cree que su relación su madre pudo marcar su obsesión con las mujeres?
R.- No soy psiquiatra, pero sí es cierto que el hecho de que no se sintiera querido por su madre nunca, pudo impulsarle a buscar el amor de una mujer de forma compulsiva. Pero tal vez si su madre le hubiera querido, no habría sido escritor.
P.- ¿Y su madre, cómo vivía todas esas aventuras?
R.- ¿Mi madre? Bueno, ellos habían llegado a un acuerdo. Él, en su brutal sinceridad, le dijo que se casarían, sí, pero que necesitaba sexo, y que lo tendría. No quería sentirse atrapado, encadenado. Quería sentirse libre sin engañarla. Y ella aceptó. Su relación, de todas formas, fue muy compleja. Eran dos personas que acarreaban sus propias angustias y que se apoyaron durante mucho tiempo, hasta que se volvieron destructivos el uno con el otro. No hubo una víctima. Los dos lo fueron. Supongo que si mi padre hubiera sido capaz de hacer frente a las debilidades de mi madre, tampoco hubiera sido escritor.
P.- Hablando de escritores, ¿tenía algunos favoritos? ¿Qué había en su biblioteca?
R.- Uhm. Para cuando yo llegué, ya lo había leído todo. Decía que había leído a sus escritores favoritos a los 20 años. Ya no tenía sus libros cuando nací. Pero le gustaban los rusos. Gogol, Dostoievksi, Pushkin. También le gustaba Stevenson. Y Conrad, Melville, Faulkner, Steinbeck. Había leído mucho a Nietzsche y a Freud también. Cuando yo nací, leía sobre todo biografías y ensayos científicos. Leía periódicos en inglés y en francés. Seis o siete al día. De hecho, empezó siendo periodista. Pero nunca fue un buen periodista.
P.- ¿Y qué hay de Maigret? ¿Llegó a aborrecerlo?
R.- No. Nunca se cansó de él. Decía que era casi como un medio hermano. Y lo aborrecía a veces como se aborrece a los parientes pesados. Decía que estaba cansado de tenerlo en casa. De llevarlo un poco a todas partes. Pero lo había aceptado como uno más de la familia.