Félix de Azúa. Foto: Sergio Enríquez-Nistal
Se lo propuso Miguel Zugaza para ampliar las actividades del centro de estudios del Museo del Prado porque "aunque su actividad pedagógica es grande, faltaba un curso teórico" dice el escritor, y explica el porqué: "Los museos de arte clásico nunca han tenido la necesidad de incluir la teoría. Cuando alguien entra en el Prado, y ve tizianos o rafaeles, el discurso teórico está escondido, no es necesario. Piense en La Primavera de Botticelli, el cuadro más bello del mundo: nadie sabe que es una representación de la filosofía neoplatónica, ni falta que hace. Pero si lo sabes, ves otra dimensión de la pintura que le añade una profundidad insospechada".
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En la Modernidad todo cambia. El discurso teórico ocupa un primer plano, es esencial. Si tú no sabes que estás mirando un cuadro cubista, seguramente no vas a saber ver lo que tienes que ver. Lo interesante es que nuestra mirada ahora es una mirada determinada por todo el proceso de la modernidad y, por lo tanto, es una mirada teórica, aunque no lo sepamos".
-¿Cómo podemos adquirir herramientas para saber mirar? Azúa apuntala su respuesta con ejemplos históricos, con citas culturalistas, con Malraux.
-Es muy interesante la mirada retrospectiva.
Cuando ya tienes el ojo moderno, el ojo teórico, es importante aplicarlo a la pintura antigua, a la escuela iconográfica, al arte egipcio... El caso Malraux, a quien ya casi nadie lee, es paradigmático. Su Museo Imaginario es un invento básico para la modernidad, porque en él destruye las condiciones materiales y cuando lo miras, no sabes si esa escultura de la que te habla mide dos metros o cinco. Es decir, nos da una visión ultramoderna, de alguien perfectamente influido por las vanguardias y aplicando ese ojo hacia atrás. Cómo se ve a Tintoretto, o a los egipcios, con el ojo de un vanguardista.
El día y la hora que terminó
Dice Azúa que puede confirmar el día y la hora del acta de defunción de ese movimiento de ruptura y vanguardia que fue la modernidad.
-Esa idea de la modernidad de Baudelaire, que puedes sustituirlo por Cézanne, o por Schönberg, se terminó en 1965. Y empezó la posmodernidad, algo insuficiente, simplemente post, pero que es muy interesante en algunos aspectos. Empieza con las primeras
performaces, con los primeros ejemplos del Land art. Richard Long decide hacer un camino en los Andes, y le hace una foto. Y esa foto que llamó
Walking line es la obra de arte. Eso es posmodernidad.
Posmodernidad quiere decir desaparición del objeto. Y la aparición del concepto. Un arte puramente intelectual, con una apariencia que a veces hace reír a la gente, pero que es el arte más superintelectual que ha existido. Creo que sus razones son profundas, que es un movimiento muy poderoso, que hay que revisar. A veces, enormemente poético, pero, claro, no produce obra, y eso desanima mucho a la gente. Para alguien como yo, que tiene mucho interés teórico por el arte, es fascinante. Es un movimiento tan extraordinario, tan raro, iba a decir tan antidemocrático...
-¿Antidemocrático, porque, para comprenderlo, y gozarlo, se requiere una preparación que hoy es minoritaria?
- Sí, yo se lo digo siempre a los estudiantes, si quieres dedicarte a esto, empieza a estudiar filosofía. Porque todo empieza con el Romanticismo, en 1830, que es, por cierto el curso que voy a dar, porque es el origen de todo. Para mí, los últimos vanguardistas son puro romanticismo. Los
beatnik, los budistas, el silencio y el vacío de la música de Cage...
Yo lo descubrí como totalidad en la Documenta de Kassel del 72, que para mí es la mejor Documenta que se ha hecho jamás. Creo que alguien debería reeditar ese maravilloso catálogo, que yo guardo como auténtica reliquia. Pero, en fin, esto sigue y sigue y lo podemos dar por acabado a finales de los 80 y quizá, como referencia final, un montaje de Jenny Holzer, esa artista que trabaja con letras que está en el Gugenheim y que cuando el Ayuntamiento de Turín le encargó una de estas letras, enormes, que colgó de un puente... ese arte, que había sido tan arriesgado, se convierte en ornamental, en publicitario.
Treinta o cuarenta años sin arte
-Después de estos 30 años de Posmodernidad, “que es lo que tiene que durar un movimiento”, ¿en qué estamos hoy?
-En nada. Ahora bien, que diga yo esto no quiere decir, uno, que no haya algo; dos, que no vaya a haber algo, ni que no haya algo que no me guste.
Mi dictamen es que estamos en un momento muerto, que llevamos mucho tiempo, desde los 80 del siglo pasado, es decir, 30 o 40 años, sin arte, en el sentido de que no hay ninguna manifestación artística que encarne un pensamiento interesante. Esto ha pasado otras veces. Por ejemplo,en el siglo XVIII español desapareció la poesía. Habíamos tenido en el XVII la mejor de Europa y en el siguiente desaparece. Ahora hay cosas, sí, que pertenecen al terreno de lo artístico. Yo tengo mis favoritos, como Anselm Kiefer, Richter, y otros, pero yo sé que ellos están muertos, yo sé que sus obras de arte, carísimas, importantísimas, ya no representan nada. El primer Kiefer, el de los años 70, era un pintor que arriesgaba (venía del conceptual) y hacía una pintura que sangraba. Ahora es ornamental. Sin riesgo el arte no interesa . Mejor dicho, no hay arte sin riesgo. El arte y la filosofía no requieren ni excesivo talento, ni excesiva inteligencia, lo que requieren es coraje. Son dos actividades que sólo se pueden llevar a cabo con una enorme cantidad de valentía. Por ahí se empieza. Fíjate en Picasso, tal vez el mayor talento pictórico desde Rubens, pues bueno, se ha quedado ahí, en Rubens, un productor de toneladas de formas, de colores, para mi con poco interés. En cambio, una persona limitadísima, con muy poco talento, pero con un coraje tan grande como Van Gogh, hace una pintura que... si entiendes de qué va la pintura, hace llorar. Eso es pintura. El dolor en estado vivo.
Poeta de las luces que se apagan
-Llevamos media hora hablando de arte, cuando usted es, sobre todo, un poeta.
- ¡Qué va!
- ¿Por qué reniega de la poesía últimamente?
- Porque me la tomo muy en serio. Pero últimamente no, hace muchísimos años, casi desde el principio. Me parece tan importante que no me vi con fuerzas para una cosa así. A los poetas les pasa lo que a los artistas. O la poesía es Shakespeare, Hölderlin, Sófocles.... o es Pemán. Hay que ponerse en un lado u otro.
Mi Kiefer en poesía es Philip Larkin, el gran heredero de la tradición romántica inglesa, un cínico de una lucidez desgarradora, un poeta de las luces que se apagan... de esos que son capaces de describirte cómo se muere lo bello. Herederos de un viejo mundo, el Yeats de la ancianidad. Esa linea es la que me conmueve. ¡Y ahora no veo a ningún Yeats! Leo, sí, la poesía de mis amigos, de Juaristi, melancólica, de una tristeza con niebla bilbaina, también la de Juan Barja, alemana, espesa, dura, o incluso una poesía como la de Molina Foix, que es una poesia de la experiencia pero con mucha distancia, como telescopada, como le ocurre a la poesía de Jenaro Talens, pero una poesía de la experiencia que no es una poesia de la realidad. esa poesía no me interesa.
Hoy, la poesía se ha vuelto periodismo, qué le vamos a hacer.
La vida ni decae ni degenera
- Ni me atrevo casi a preguntarle por la novela...
- La novela está muerta también, sí. Mira, mi Kiefer sería Coetzee, o Sebald, pero eso no lo puedes comparar con la novela, que es Proust, Joyce, Kafka, Flaubert.... Imposible. O lo uno es la novela o lo otro. Dostoievski o Coetzee. Y Coetzee es... bueno, lo que tenemos ahora.
Azúa, que es un gran productor de titulares: "desde el XVIII, la humanidad camina a ciegas", "todas las revoluciones las ha hecho la burguesía", "la universidad es una estafa"... templa sus misiles diciendo que hay que tomarlos como lo que son, titulares, y que luego, claro, hay que leer el contenido. "No hay duda de que los caballos de Lascaux son incomparables: nadie hasta entonces había hecho algo así. Lo mismo ocurre con la
Ilíada.
Ahora bien, ¿lo que ha venido después es pura degeneración, es decadencia? Ni siquiera. Podemos utilizar esas palabras a sabiendas de que la vida ni decae ni degenera".
"La vida se transforma, la vida siempre es la misma, cosa difícil de hacer entender sobre todo a los de mi generación, pobres, que fuimos educados a martillazos en el progresismo, y por lo tanto estábamos decididos a pensar que la idea de futuro era mejor que el presente. ¡Es mentira! No hay pasado, ni presente ni futuro. La vida es siempre igual, la temporalidad es siempre la misma, y nosotros estamos siendo sustituidos por los niños que van naciendo. Y verán lo mismo, la
Ilíada, los fascinantes templos de la antigüedad, alguna catedral gótica... Pero a medida que nos aproximamos a lo nuestro, me invade una gran tristeza: ¿qué podrá presentar el siglo XX?
Todavía el XIX tiene algo, simbólicamente diría la Torre Eiffel, esa exhibición de arte e ingeniería. Pero el XX... ha sido un siglo de tanta destrucción, que no veo yo por donde podemos salvar algo. Lo habrá, seguramente, pero yo no lo veo. Mis colegas de arquitectura me decían, hombre, algún Mies de vidrio, de esos apaisados, en un bosque de los Estados Unidos... Bueno, sí, pero qué cosa tan privada, tan egoísta, tan pequeña..."
Quiebra Azúa la melancolía y afirma que sí, que en la arquitectura de hoy hay muchas cosas que le gustan, “porque a mí me gusta casi todo”, y que en música, “bueno, en música es la locura”, dice. “Desde Schonberg a... (un minuto largo) a la Parrala. Otra cosa es cuando tengo que poner un poquito de orden en el mundo, clasificar las cosas, simplemente para tomar distancia. Entonces, al seleccionar, tengo que decirme, bueno, va, la Parrala no, pero esa canción de Edith Piaf....sí. Y es que la diversidad es tan maravillosa...”
Siglos idiotas y bárbaros
-Ya dijo usted en alguna parte que el XX era el siglo idiota por excelencia, especialmente su segunda mitad...
-La frase tiene su contexto. Era una contestación a la afirmación de Flaubert de que el siglo XIX era el más idiota. Yo le corregía y decía que no, que la segunda parte del XX lo era mucho más. Pero en estos momentos no utilizaría la palabra idiota, me parece demasiado moderada. Va a ser difícil superar su barbarie, su salvajismo, su horror. Es muy bestia pensar que comienza con la primera guerra mundial, sigue con la revolución rusa, que es una barbarie absoluta, continúa con el estalinismo, que es una acumulación de cadáveres gigantesca, luego el III Reich, y la II guerra mundial que culmina con la explosión de Hiroshima. Esto es muy difícil de superar. Yo nací el año en que todo esto se terminaba. El 44. Cuando vas leyendo libros de historia, vas sabiendo que ha habido periodos espantosos, como el llamado siglo de Hierro, el XV, que es un siglo de anarquía en Europa, donde la gente vivía aterrorizada. Pero el XX es, cielo santo, la aplicación de la revolución industrial a la destrucción de los seres humanos. Inenarrable. Produce un shock de tal naturaleza que es inútil pensar que la vida va a seguir exactamente igual.
Esto que llamamos crisis, no es una crisis, es un cambio de piel. El mundo va a cambiar radicalmente.
Una ruina para los mayores de 40
“Cuando se habla de esta crisis -continúa el escritor- siempre pienso lo mismo: sí, es la ruina, pero especialmente para la gente de 40 años para arriba. Los otros se van a adaptar. Y la prueba es que mi generación vivió en un mundo mucho más pobre, más miserable, y encima con Franco. De modo que cuando me vienen los niños a llorar diciendo “oh, qué mundo nos vais a dejar”, pienso que tienen un morro que se lo pisan.
El mundo lo tenéis que hacer vosotros, porque a nosotros no es que nos dejaran un mal mundo, es que nos arrojaron a un auténtico desierto, y mira, salimos adelante. Vosotros tenéis que hacer lo mismo. Pero quedarán, eso sí, un par de generaciones aplastadas, y eso es terrible”.
-Volvamos a la literatura. A la suya y a la que se hace ahora. Fíjese que cuando empezaron a proliferar los blogs, y usted mismo escribía uno, siempre pensé que, en realidad, es lo que usted viene haciendo desde los años 80. Esa escritura
yoísta, fragmentada... Fue usted el primer bloguero. ¿O no?
- Si, es verdad, y en el ensayo hice lo mismo. Mi verdadero ensayo sobre el arte, que es el diccionario, también está todo troceado, justamente para que no haya tesis, para que cada lector se componga la suya. Es como si fuera un
collage. En la
Autobiografía sin vida, que es la primera parte de la trilogía, explicaba mi vida desde el arte, donde por supuesto no sale un solo dato sobre mi vida.
Ahora ya he entregado la segunda parte que se llama Autobiografía de papel, que es lo mismo, mi vida, a través de la literatura. Vida y literatura, vida y arte: no conozco diferencia. “Yo nací, perdonadme en la época de la pérgola y el tenis”. Pues yo nací, perdonadme, para el arte, la literatura, y todo lo demás es para mí secundario, excepto naturalmente las personas.
El tercer volumen de la trilogía es Autobiografía del Génesis, es decir, mi vida como génesis.
La idea de culpa
-Explíquenoslo, por favor.
-Yo cojo el génesis de la Biblia, y explico, no mi vida, claro, sino la vida de cualquiera. Se trata de ver cómo uno se ha hecho en los términos del génesis. Surge del caos, se va poblando el mundo, luego aparece un edén, luego papá y mamá, luego el asesinato, la huida, el diluvio universal, la destrucción total,y así.... El tercer volumen, que es el único que se separa de los hechos concretos, y busca el contenido último de todos nosotros, siempre que hayamos tenido la educación nuestra... A los chavales de ahora les sonará como a nosotros nos podía sonar las biografías de los mandarines chinos.
Por ejemplo, no conocen la culpa, que a nosotros nos inculcaron a sangre y fuego, afortunadamente, como también la idea de la muerte.
- ¿Afortunadamente?
- Yo creo que sí. El haber tenido la intuición clara de la muerte a los 6, 7 años, me parece un privilegio. Ahora, al no saber lo que es la muerte, no saben lo que es la vida. La vida es vida y muerte, y tampoco conocen el sentimiento de culpa. Durante el siglo XX hemos vivido un proceso de anulación de los mitos y entre los mitos que tenían que caer estaba el de la culpabilidad de los cristianos occidentales y de los judíos. A mi entender ya no tiene ningún sentido.
La culpabilidad es un organizador de la conciencia, si tú no crees en la culpabilidad no puedes ser responsable, que es lo que les pasa a los pobres chavales de ahora. Ellos no lo saben, pero los están convirtiendo en absolutos irresponsables y eso quiere decir que se puede hacer con ellos lo que te dé la gana.
La estafa de la universidad
Con calma, sin pausa, aparece el profesor, que lo ha sido durante 30 años en la Universidad de Barcelona. Dice Azúa que ha sido muy feliz comprobando lo receptivos que son los chavales cuando el profesor les dice la verdad y no se limita a leer el programa, “otra vez volvemos al coraje”, y que abandonó cuando se dio cuenta de que no había nada que intercambiar con los alumnos, “porque hoy la Universidad es una estafa”.
“Los chicos ya se habían dado cuenta de que les habían estafado, añade Azúa. Algunos estudios técnicos no lo son absolutamente, pero sí en el sentido de que cada año salen 3.000 arquitectos y eso es una tomadura de pelo, eso es anularlos y, claro, están deprimidos... Luego, he constatado que, en una ciudad como Barcelona,
los chavales se han hecho independentistas como nosotros nos hicimos comunistas, por hacerse algo que toque las narices a los que mandan, a los que mandan de verdad, que no es la familia Pujol".
"En fin, creo que la Universidad está destruida. He estado 30 años y sé de lo que hablo. El 80% de los profesores trabaja un cuatrimestre, pero ya sé que nadie se atreve a decirlo.
Creo que las reformas que está imponiendo Wert son mucho más racionales de lo que se le está reprochando, pero que las ha presentado fatal, no ha explicado nada, que
es un mal de este gobierno, no explicar nada y hacer las cosas con una brutalidad innecesaria. Pero creo, sí, que el asunto sólo tiene arreglo por la vida privada porque hoy el talento no puede estudiar, no hay dónde hacerlo.
Yo sí que me indigno, no los chavales. Yo”.
Por los llamados indignados del movimiento 15M Azúa siente decepción. No les cree. La aparente espontaneidad del principio enseguida le pareció sospechosa por obra y gracia de las redes sociales. Luego, dice, llegaron los topos y “aquello se llenó de sindicalistas para ver cómo nos llevamos esto para dentro y lo corrompieron. Los chavales majos seguían en su ingenuidad y como no les han educado, ni saben nada de historia, les hablaban de movimiento asambleario y se lo creían.
Pero cuando yo estaba con los maoístas, lo que queríamos era el movimiento asambleario porque es lo más fácil de controlar. Es justamente lo contrario a la democracia. Y con esa ingenuidad se cargaron el movimiento”.
Democracia = Respeto al otro
- Las redes sociales han tenido mucho que ver en ello. Y usted las odia. ¿Por qué?
- Exactamente por el control que ejercen desde la oscuridad y el anonimato. Muchas veces de una manera totalitaria.Y lo peor es que los políticos se lo toman en serio.
¿Quieren hacer el favor, señores políticos, de ser adultos? Nada, no hay manera. Ahora que necesitamos líderes, gente con ideas, con iniciativa, con coraje... Mire, hay una cosa para mi insoportable en este país: todos los políticos repiten la palabra democracia 532 veces al día, pero
todavía no ha llegado el momento de que sepan en qué demonios consiste, que es respetar al otro, al adversario (no al enemigo). Y oímos hablar de cinturón sanitario, que es terminología nazi, y no pasa nada. Pero, ¿no os habéis dado cuenta de que en España no hay democracia, de que se ha vuelto a instalar la administración franquista?, esa administración de privilegiados a los que les importaba un pimiento la población y que sólo luchaba por mantener sus privilegios. ¡Es lo que hace hoy toda la clase política! Toda. No hay nadie que haya dicho “hombre, con las medidas que estamos tomando, tendríamos que hacer también nosotros algún sacrificio”. Nadie dice ni pío.
- Y los nacionalismos...
- El nacionalismo catalán no es otra cosa que el nacionalismo español aplicado a un lugar rústico, agrícola, con maneras poco educadas... Pero dicen lo mismo.
Es una mafia que se ha hecho con el poder económico y que no hay manera de desbancarla, porque sabe que si la desbancan, va a la cárcel. Así que van a luchar a muerte para tener sus jueces comprados, su policía propia... Ahora bien, son rústicos pero no tontos y saben que en 30 años de nacionalismo han hundido Barcelona. Y hundir Olot, o Vic, no importa, pero hundir Barcelona, que era lo único de Cataluña que tenía algo que ver con Europa es muy serio. No, eso está completamente perdido.
-En vista de lo cual se instaló en Madrid
- Sí. Sobre todo porque tuve una hija. Y su madre y yo nos miramos a los ojos y nos dijimos: no, a ésta desde luego no le lava el cerebro el gobierno catalán. Ni soñarlo. Y nos la llevamos de allí muy deprisa. Y aquí estoy encantado.