Antonio Martínez Sarrión: "La poesía de hoy es débil porque ya no hay pensamiento crítico"
Ya no hay modas, tampoco en el terreno de la poesía. Dice Antonio Martínez Sarrión (Albacete, 1939) que no puede haberlas si no hay ningún discurso fuerte, y hoy no lo hay. “Nadie lleva la antorcha, no hay pensamiento crítico”. Sobre esta y otras cuestiones poéticas hablará esta tarde en Madrid, en la Fundación Juan March, el miembro de aquella generación que el antólogo Castellet bautizó como los Novísimos en 1970, volcado ahora en su faceta de traductor.
Pregunta.- ¿De qué va a hablar esta tarde en la conferencia?
Respuesta.- Voy a hacer una especie de recorrido por lo que ha significado la poesía desde que me incorporé cuando tenía 17 años hasta hoy. En estos 15 libros que he publicado -demasiados a mi juicio- me he dado cuenta de que la poesía, para mí, se rige por dos parámetros: libertad y responsabilidad.
P.- ¿Cómo opera cada uno?
R.- La libertad es máxima, porque la poesía necesita una mínima infraestructura, hablando en términos económicos: un bolígrafo y un cuaderno. Con una inversión de un euro puedes escribir el mejor poema del mundo. Pero esa libertad conlleva una responsabilidad: no se pueden hacer tonterías o repeticiones. El poeta, como todo artista, persigue la excelencia, y para ello debe aspirar a conocer, resituar y modificar la tradición de su lengua, si puede. En los casos absolutamente extremos, llegan a eso cuatro o cinco poetas por siglo, y 15 en toda la historia de la poesía.
P.- ¿Y en qué dirección ejerce usted esa responsabilidad?
R.- Yo no tengo ningún tipo de pretensión de remover, resituar o transformar la historia de mi lengua, que es riquísima, sobre todo la poesía de los siglos XVI, XVII y XX, pero sí me gustaría dejar en el río de la lengua -como decía Juan Ramón Jiménez- una especie de seña, un rasguño. Con eso me conformo.
P.- ¿Y cómo es esa marca que le gustaría dejar?
R.- Para hablar de temáticas, combina un sentimiento crítico muy fuerte y un sentimiento lírico extraordinario. En mi último libro separé ambas partes: por una parte una ácida crítica de la situación actual y por otra una parte lírica de exaltación de lo pequeño, que recupera objetos que son invisibles en el mundo cotidiano. Sin perjuicio de que la parte crítica sea permeable a la lírica y viceversa.
P.- ¿Cómo ve la poesía española actual?
R.- La poesía española es tan grande en el XVI, en el XVII y en el XX, que veo muy difícil que en el XXI, con la desaparición de la cultura literaria en pro de lo audiovisual, tengamos una generación como la del 98, la del 27 o la del 50.
P.- ¿A qué poeta actual sigue de cerca?
R.- Te voy a decir uno: Jorge Riechman. Es el más grande de los poetas vivos.
P.- ¿Por qué le gusta tanto?
R.- No te lo digo para que quien lea esto y le interese un poco la poesía vaya a la librería y lo descubra por sí mismo.
P.- Hace poco estuvo en Cosmopoética con el resto de los Novísimos. El director del festival, Joaquín Pérez Azaústre, dice que los poetas jóvenes han recuperado esa generación como referente.
R.- En realidad no hay nada que esté de moda en este momento. Han desaparecido todas las modas porque han desaparecido todos los discursos fuertes. Hay un vacío absoluto del pensamiento, así que vale todo: los clásicos, los críticos ingleses modernistas, los brasileños. Todo. No hay nadie que lleve la antorcha, no hay pensamiento crítico. Por eso la poesía de hoy es más bien débil.
P.- ¿Qué tiene ahora entre manos?
R.- Va a salir mi última traducción, una antología de uno de los poetas simbolistas más herméticos, la cúspide de la poesía francesa: Stéphane Mallarmé.
P.- ¿Y de su pluma?
R.- De mi pluma estoy descansando, mi último libro salió en 2011 y creo que publicar más de una vez cada cuatro años es una pesadez. Todos hemos publicado muchísimo... yo el primero.
P.- ¿A quién de sus poetas preferidos relee a menudo?
R.- A Quevedo y a César Vallejo, estoy loco por ese genio peruano.