Kike Maíllo. Foto: Domènec Umbert.
El director barcelonés estrena hoy su primer largometraje de ficción
El cine español sigue vapuleando etiquetas con el estreno hoy de
Eva, película de ciencia ficción con androides de impecable factura y muchos números para conquistar la taquilla. Cuenta la historia de dos hermanos (Daniel Brühl, protagonista, y Albert Amman). El primero llega a su pueblo de la infancia (un hermoso paraje nevado de montaña) para retomar un viejo proyecto: construir un androide-niño que suponga un paso de gigante a la hora de construir robots con emociones e intelecto a imagen y semejanza de los humanos. La rivalidad de los hermanos por una mujer (Marta Etura) será un elemento crucial de una historia que trata de aunar efectos especiales con fuerza dramática. Al habla Kike García Maíllo (Barcelona, 1975), profesor de la ESCAC y cortometrajista con pedigrí, que debuta con esta película escrita por Sergi Belbel junto a Aintza Serra, Cristina Clemente y Martí Roca.
Pregunta.- Eva supone una apuesta por llegar al gran público con un género insólito en el cine español, la ciencia ficción.
Respuesta.- Se enmarca dentro de ese tipo de cine que no da la espalda al público pero también propone una reflexión y cierta autoría, no es diversión por diversión pero sí tenemos en cuenta que hay un interlocutor, el público, que al final dicta sentencia.
P.- Hay pocos referentes en el cine español...
R.- Me gusta moverme en ese terreno un tanto virgen no sólo en España. Spielberg ha realizado varias fantasías dramáticas, pero la ciencia ficción en los últimos años ha estado muy centrada en la acción o el thriller. Aquí hay un componente emotivo con mucha importancia. Esperamos que también llegue a un público que no es el devoto de la ciencia ficcion, por ejemplo, las mujeres.
P.- Hay una reflexión sobre la presencia cada vez mayor de las máquinas en nuestra vida cotidiana.
R.- Hubo un caso muy paradigmático, el tamagochi. Ya veremos qué pasa cuando, por ejemplo, Apple saque una cosa similar más elaborada y sea
cool utilizarlo. Ahí teníamos a un aparato como un gato o un perro, al que hay que cuidar de vez en cuando pero no requiere toda nuestra atención. Muy adecuado para estos tiempos en que no tenemos tiempo. No es casualidad que en el mundo occidental se hayan multiplicado los animales domésticos. En parte, porque cada vez estamos más solos.
P.- También refleja un temor, que los androides acaben destruyendo puestos de trabajo porque ellos los harán mejor.
R.- Eso pasa desde hace 7.000 años.
Cuando se inventó la palanca el trabajo de cuatro comenzó a hacerlo sólo uno y desde entonces ha pasado mil veces con nuevos inventos como el coche o la lavadora que hoy nadie discute pero que en su momento tuvieron muchos detractores.
P.- Es un futuro atípico. Vemos los androides y elementos futuristas pero lo sitúa en un entorno rural y, por ejemplo, la gente vuelve a fumar.
R.- Lo que yo intentaba es situar un futuro en el que la calidad de vida es mejor que la actual. Es muy posible que pronto veamos tabaco sin sus efectos nocivos pero cumpla la misma función. Y vemos que hay los mismos problemas nos vienen persiguiendo desde siempre y ya estaban en la literatura griega: la importancia del ego y la honra; el quiero que me quieran... Las maquinas acaban siendo tan caóticos como los humanos. Hay elementos muy futuristas con elementos muy setenteros que también sirven de guiño al público potencial. No me creo ese futuro de
Yo robot tan frío y mecánico, éste responde a cierta calidez.
P.- Esas máquinas se comportan como humanos. Pero al mismo tiempo, marca una diferencia entre unos y otros.
R.- La diferencia es que es más fácil apagar una máquina que un ser humano. Una vez rota la suspensión de la credibilidad del espectador no hay más salida que la que toca.
Si los seres humanos fuéramos máquinas, nos desconectarían mucho más a menudo.
P.- Hay varios elementos dramáticos muy clásicos: el triángulo amoroso, la rivalidad entre hermanos.
R.- Tuvimos muy presente el tema de la responsabilidad. Cuando comenzamos a trabajar con Sergi Belbel comenzamos a desnudar la película y nos dimos cuenta que en lo clásico está lo moderno. Está el mito del Frankenstein, la responsabilidad del autor sobre sus creaciones; por otro lado, el mito de Ulises que regresa a casa y Penélope lo ha esperado y le reconoce Telémaco y el perro. Aquí, el protagonista llega tan tarde que Penélope ya se ha cansado y aunque Telémaco le reconoce, ya es la hija del otro. Con ese regreso atenta contra el sistema y al trastocarlo las fichas se caen. Esas dos líneas narrativas acaban con la idea del sacrificio.
P.- Es fundamental la evolución del personaje de Brühl.
R.- Es una trama que está relacionada con el paso a la madurez. Es un personaje peterpanesco, que va viajando de aquí para allá sin atarse a nada. La idea es que para tener a una mujer y a una hija hay que ganárselo, hay cosas que no se pueden regalar. Ese sacrificio es el primer paso de esa madurez.
P.- El mito de Caín y Abel también aparece con los hermanos.
R.- Entre dos hermanos es frecuente que estén peleando por el amor de la madre desde el minuto uno de su vida. Hay un diálogo de competitividad que está extraído de una conversación entre dos amigos míos hermanos: se decían cosas como, a ti te quiere más mamá, a ti papá, yo soy más listo, tú más guapo…