Manuel Rivas: "Al escribir cada vez me identifico más con el vagabundo de Chaplin"
Manuel Rivas
Manuel Rivas (La Coruña, 1957) anda hoy “como un trompo, el sol y la luna, tralarí y tralará”, enredado entre radios, televisiones y periodistas. Agotado y feliz, acaba de aterrizar procedente de Belgrado y se enfrenta a varias entrevistas sobre Lo más extraño (Alfaguara), el volumen que presenta “la edición definitiva” de todos los cuentos que escribió entre 1990 y 2011, incluidos en libros como Un millón de vacas (premio de la Crítica), Los comedores de patatas; ¿Qué me quieres, amor? (premio Torrente Ballester y premio Nacional de Narrativa), El secreto de la tierra; Ella, maldita alma; La mano del emigrante, Las llamadas perdidas y Cuentos de invierno. Entre "la esperanza y la desolación", el escritor gallego confiesa vivir en una zona secreta, donde, sobre todo, "perdura la insatisfacción", quizá porque cada vez se identifica más "con el vagabundo de Chaplin, que se mueve hacia lo desconocido, con un andar simultáneo en el que un pie pisa en el día y otro en la noche." PREGUNTA.- ¿Qué es lo más desconcertante que ha descubierto de sí mismo como cuentista gracias a Lo más extraño? RESPUESTA.- El ser humano aparece definido así por el coro de Antígona, en Sófocles: Hay muchas cosas extrañas en el universo, pero lo más extraño (formidable, terrible) es el ser humano. Pienso que la boca de la literatura nació para expresar esa extrañeza. ¿Lo más extraño dentro de Lo más extraño? La voluntad de desvelar lo oculto, la cámara oscura que somos, pero también la de enigmatizar lo visible, lo que parece claro. Los cuentos llegan a la línea de lo inaccesible, intentar ir más allá, o se sientan en la frontera. Y a ver qué pasa. P.- ¿No ha sentido la tentación de cambiar algo, de mejorar o suprimir algun relato de los incluidos en el volumen? R.- Es una edición revisada, con algunas correcciones, aunque he resistido la tentación permanente de rescribir. También he resistido la de suprimir los relatos que ahora menos me convencen. ¿Por qué? En uno de los cuentos, un personaje dice: "Y no borres las huellas de un animal solitario". Así que no he borrado mis huellas. P.- ¿Cuál es el cambio más destacado que ha descubierto en el Manuel Rivas que escribió Un millón de vacas, comparado con el novelista de Todo es silencio, su último libro? R.- Lo que más perdura es la insatisfacción. Pero es una insatisfacción asociada a la pulsión del deseo. Al escribir, cada vez me identifico más con el vagabundo de Chaplin, que se mueve hace lo desconocido, con un andar simultáneo, en el que un pie pisa en el día y otro en la noche, entre la esperanza y la desolación. Gracias a la literatura he vivido mucho más de lo previsible. P.- ¿A qué se refiere? R.- A que en cada historia que cuentas hay una experiencia de dolor, pero también de felicidad clandestina. La lucha del deseo, de Eros, contra la muerte. Por otra parte, no hay un avance lineal de Un millón de vacas al último relato escrito, el inédito que incluye Lo más extraño, un largo relato titulado "La sombra de un sueño". Somos el sueño de una sombra, y la sombra de un sueño. En cada relato, hay esa bifurcación. Mi andar es ese merodeo, ese ir a la deriva, alrededor de la zona secreta, buscando un fósforo, un orificio en la cámara oscura.