Juan Casamayor: "La insumisión es una buena terapia para la crisis editorial"
“La insumisión es una buena terapia contra la crisis editorial”
4 noviembre, 2010 00:00Juan Casamayor. Foto: Daniel Mordzinski
El editor Juan Casamayor (Madrid, 1968) ha descargado camiones, maquetado cubiertas y revisado traducciones, aunque lo suyo, dice orgulloso, sea vivir del cuento desde hace diez años. Los mismos que hace que creó su editorial Páginas de Espuma, que hoy celebra su primera década de existencia presentando en Casa de América un libro que es su mejor autorretrato: Pequeñas resistencias, 5, una antología de los mejores autores de relatos españoles actuales. Presume de Dostoievski y Volpi, de Aparicio y Buñuel, pero, sobre todo, de haber apostado doble o nada al cuento. Y no hay novela que valga. PREGUNTA.- ¿Cuál es el secreto para vivir diez años del cuento, con lo que está cayendo en el mercado editorial? RESPUESTA.- No hay secreto pese a la que está cayendo. Desde hace diez años, a partir de una especialización elegida con meditada alevosía, la receta cuenta a partes iguales con los ingredientes de la tenacidad, la coherencia, la ilusión y largas jornadas de trabajo. La confesión del autor, la colaboración con el distribuidor, el apoyo al librero, la información al periodista y, siempre el lector, han sido y siguen siendo paradas obligatorias en el día a día. Diez años llenos de secretos... P.- ¿Imaginaba entonces que Páginas de Espuma se convertiría en referencia de un género que todavía demasiados consideran menor? R.- Sinceramente, no. Y no puedo imaginar al cuento como un género menor, claro. Por otro lado, dudo de las etiquetas que te definen como "referencia", aunque ser el sello que desde hace más años edita con exclusividad cuento en sus colecciones de ficción parezca decir lo contrario. Prefiero pensar que desde hace una década participamos en el crecimiento sostenido del género. P.- Sea sincero, ¿Qué es lo mejor y lo peor de su trabajo? R.- Lo mejor, claramente, es aportar contenidos y diversidad a la cultura en el aquí y en el ahora que nos ha tocado vivir. Entiendo esta labor como una creación comprometida a la que nunca se debería renunciar. El editor como creador y el catálogo como creación. Asimismo, hay un momento maravilloso en todo editor, por lo menos a mí me pasa, y es decir "sí" a un escritor que presenta su obra. Lo peor... ser testigo de cómo algunos proyectos, cargados de ilusión y horas de trabajo, no logran trascender o no son entendidos. P.- ¿Y de Pequeñas resistencias, 5? R.- De Pequeñas resistencias 5, sin pensarlo, el entusiasmo y la generosidad de cada uno de los autores que ha participado, y muy especialmente la gran labor de Andrés Neuman estos años: incansable, cómplice y siempre brillante. La continuidad de una línea, seguir dibujando una raya en la arena del cuento, que comenzó hace diez años y cuyo emblema perfectamente podría ser la serie Pequeñas resistencias. El trabajo de Neuman es de los que trascienden. P.- Hace tiempo Herralde diagnosticó que los libros sufrían en España una preocupante “muerte súbita... ¿ya una pandemia? ¿Cuál es el antídoto que aplica su editorial? R.- Hace diez años el propio Jorge Herralde nos incluyó en una nómina de "insumisos de la edición". La insumisión es una buena terapia contra diagnósticos terminales. No creo que el libro sufra los males de una pandemia ni de una muerte súbita: el libro está experimentando, poco a poco, pero de una forma irreversible, una metamorfosis profunda en contenidos, continentes y contextos. Los editores tenemos la asignatura pendiente de asistir y participar de un nuevo escenario editorial distinto al que hemos conocido. Se vislumbra una unión entre la artesanía de la edición con editor y una realidad global muy distinta. P.- ¿De qué libro se siente más orgulloso como editor, tras esta década de trabajo? R.- Son muchos, desde luego. La edición de los cuentos completos de Edgar Allan Poe es una obra que nos ha dado muchas alegrías, nos ha puesto en contacto con muchísimos autores. Repasar en su portada los nombres de Poe, Carlos Fuentes, Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa, Fernando Iwasaki y Jorge Volpi es motivo de orgullo. Y también lo son ambas antologías de Clara Obligado: su obra Por favor, sea breve, en dos volúmenes, ha contribuido a enriquecer y fortalecer el panorama del microcuento. P.- ¿Y de qué autor, y por qué? R.- Complicadísimo. No entiendo Páginas de espuma sin la bondad de Fernando Iwasaki, la generosidad de José María Merino, la sabiduría de Medardo Fraile o la presencia de Espido Freire. No entiendo Páginas de Espuma sin la otra orilla, sin el Buenos Aires de Ana María Shua, Gustavo Nielsen o Luisa Valenzuela, o el México DF de Guillermo Arriaga, Ignacio Padilla o Jorge Volpi... Estoy muy orgulloso de haber vivido momentos y encuentros con cada uno de los que han aportado su empeño en la editorial. Y con todo lo que estos autores aportan, no estaría completo el retrato del catálogo sin ese lado del que más editor me siento: de realidades ya como Miguel Ángel Muñoz, Pablo Andrés Escapa, Javier Sáez de Ibarra, Carola Aikin, Irene Jiménez, Patricia Esteban Erlés. No sé sí la palabra es orgullo, pero la experencia de estos diez años y sus alegrías pasan por todos los nombres que figuran en nuestro catálogo. P.- Además de apostar por el cuento, ha rescatado el epistolario completo de machado, inéditos de Claudio Rodríguez, Luis Buñuel, los diarios de Dostoievski: ¿cuál de todas esas aventuras ha sido más trabajosa y por qué? R.- Sin duda la última: editar las 1616 páginas del Diario de un escritor, de Fiódor Dostoievski, ha sido una labor ardua, larga y compleja que se ha prolongado durante tres años; cuya traducción directa del ruso cuenta con tres traductores y el esfuerzo de un editor como Paul Viejo que ha dado forma y sentido a todo. Editar un libro así es una loca aventura llevada a cabo con una responsabilidad muy seria. P.- ¿La más frustrante? R.- Hay momentos decepcionantes en todo camino, pero ninguno de ellos roza la fustración. Tengo suficientes motivos para no sentirme fustrado. P.- En alguna ocasión, lo mencionaba antes, se ha retratado como miembro de “la generación de la insumisión frente a los grandes grupos editoriales” ¿Con qué armas ha ganado la partida? R.- Herralde, con su habitual agilidad, nos retrató al poco tiempo de nacer y he asumido esas palabras como propias. La insumisión hermana dos concepciones de la edición: la de los 60 frente a la censura franquista y la de los 90 frente a la censura comercial. Las armas son propias de la independencia y del tamaño: poder penetrar rápido por la fisura existente, siempre, en el mercado, llegar al lector desatendido o, en nuestro caso, llegar al escritor desatendido. Los editores independientes en muchas ocasiones se constituyen en lectores de los grandes grupos editoriales. Nosotros, por paradójico que parezca, recibimos las propuestas de autores que, como cuentistas que son, ven claro con quién editar sus cuentos. Esa ha sido un arma principal de presente y futuro de nuestro catálogo. P.- ¿A qué o a quién, le diría “Por favor, sea breve”? R.- A muy poca gente, la verdad. Al novelista, por ejemplo. Como dice Fernando Iwasaki, somos una editorial que se permite el lujo de decir "no" a las novelas. El editor, entre otras cosas, debe ser buen gestor de su tiempo y dedicarlo a cada interlocutor y son muchos. No siempre es posible, pero a mí me gusta conversar. P.- ¿Qué le aconsejaría a un joven en busca de editor? R.- La búsqueda de editor es siempre complicada. A un joven, el primer consejo que se le puede dar es que sea lector antes de escritor, y si aun así persiste en su empeño, que seleccione aquellas editoriales más afines a su obra, a sus gustos, a sus inquietudes. A partir de ahí, que se arme de mucha paciencia y varias copias de su manuscrito. P.- Y a un autor, para que acabase publicando en Páginas...? R.- Que no nos envíe una novela...