Londres y el tenis británico viven momentos de zozobra. Los planes de remodelación y expansión de las instalaciones del mítico All England Club se encuentran detenidas en estos momentos. Un proyecto que estaba marcado para completarse a mediados de la presente década y que ahora no terminará antes del año 2030.
El problema que atraviesa ahora mismo es que se ha encontrado con la férrea oposición que están llevando a cabo un grupo de vecinos de las zonas colindantes y que se verían afectados de manera grave por las obras. Además, estas asociaciones de vecinos han encontrado la fuerza de agrupaciones ecologistas y medioambientales que también se oponen a estos sueños expansionistas.
De momento, las dos facciones han formado coalición y han conseguido detener el avance de este nuevo proyecto que pretende de dotar de 39 nuevas pistas a las instalaciones del legendario All England Club que se encuentra en la ciudad de Londres y en el que se disputa el tercer Grand Slam de la temporada, el torneo de Wimbledon.
El certamen que se celebra sobre la hierba londinense y que está considerado como la meca del tenis mundial quiere asemejarse a las instalaciones que albergan los otros grandes torneos del calendario. Tanto el Melbourne Park como el Stade de Roland Garros o el Flushing Meadows de Nueva York son complejos deportivos mucho más grandes y preparados para los nuevos tiempos. Una brecha que se han propuesto curar desde Londres, pero que se ha encontrado con graves problemas.
Los planes de Wimbledon
La organización del Grand Slam británico lleva planeando esta línea de crecimiento desde hace varios años. El objetivo no es otro que dotar al centro de mejores instalaciones, completar lo ya existente y reducir esa diferencia con los otros grandes torneos que han crecido y han avanzado con el paso del tiempo mientras el All England Club se ha quedado anclado en el misticismo del pasado, pero sin avanzar. La modernización era una necesidad.
Por ello, el nuevo proyecto incluía la construcción de 39 nuevas pistas que tenían varias misiones. La primera de ellas no es otra que repartir mejor el número de partidos de los que se compone el tercer Grand Slam de la temporada para así evitar el castigo que suele sufrir la superficie tan delicada sobre la que se disputa este torneo.
Con más número de pistas a repartir, lo lógico es que la hierba se pise y se castigue menos y pueda aguantar las dos semanas de competición de una mejor forma, sin llegar tan castigada a los encuentros de cuartos, semifinales y final. Esto beneficia una mayor calidad en el juego y recuperar la esencia de lo que debería ser de verdad un torneo sobre hierba y no un híbrido entre césped y un terreno roto casi cercano a la tierra.
Además, entre la construcción de esas nuevas pistas destaca la creación de un pequeño estadio con capacidad para 8.000 espectadores que igualmente podría dar asilo a grandes encuentros de jugadores en un ránking alto o de gran nombre sin tener que recurrir a la pista central.
Por si esto fuera poco, este plan de expansión esperaba conseguir un gran adelanto y que suponía también una enorme diferencia con otros los tres grandes. Wimbledon no dispone de pistas suficientes para llevar a cabo en el All England Club la fase previa, la cual se tiene que disputar en el Centro Nacional de Tenis del Reino Unido de Roehampton, a varios kilómetros de la zona.
Ahora, con ese mayor número de pistas se podrá dar una cobertura mayor de partidos y por lo tanto se reducirá esa diferencia con la organización del Abierto de Australia, Roland Garros y el US Open.
Entre disputas y comisiones
Este proyecto lleva varios años estudiándose y comenzó a ser una realidad a partir del 2018. Fue ahí cuando la dirección de Wimbledon adquirió varios terrenos colindantes con la esperanza de poder iniciar las obras. El plan inicial era que, una vez con todo en regla y con todos los terrenos bajo su posesión, la obra podría quedar resulta en un plazo de unos seis años. Por ello, la fecha fijada en un primer momento era el 2025.
Para ello, la dirección del All England Club comenzó un plan que algunos sectores de la oposición han calificado como oscuro. Lo primero fue adquirir los terrenos contiguos a las históricas instalaciones. Entre esas posesiones se encontraba un campo de golf situado justo al lado del complejo deportivo en el que se celebra el torneo de Wimbledon. Para ello se llegó incluso al pago de una serie comisiones a los socios de este famoso club.
La idea era poder tener ese proceso cerrado a finales del año 2018 para que la finalización de las obras llegara en torno al 2025. Sin embargo, la oposición de los habitantes del barrio de Merton, vecinos del torneo de Wimbledon, ha provocado que este plan se retrase al menos hasta el 2030.
Los vecinos de este peculiar barrio situado junto a las instalaciones del Grand Slam británico juegan un papel fundamental en el devenir del torneo. Mantienen una rivalidad y una lucha histórica durante las semanas que se disputa el torneo. Mientras por ejemplo, Rafa Nadal terminaba su partido en el Abierto de Australia ante Daniil Medvedev pasada la medianoche, en Wimbledon está prohibido jugar más allá de las 23:00 horas.
Eso está provocado por un histórico toque de queda que impera durante las dos semanas del torneo más clásico del circuito para no molestar a los vecinos de Merton. El tenis es una religión en Wimbledon que se enfrenta a muchas tradiciones y a un componente de inmovilismo clásico que impera por encima de cualquier cosa. Tan trascendental es vestir de blanco impoluto como respetar la tranquilidad de los habitantes de Merton.
Otra de las grandes tradiciones que imperaba, y que será retirada en este año 2022, es que el primer domingo del torneo no se disputaban partidos. Esta tradición conocida como el Middle Sunday, imperaba para conceder un día de descanso a los vecinos.
Las críticas medioambientales
Sin embargo, la expansión paralizada de Wimbledon, y que ahora se espera que pueda completarse a finales de la presente década, cuenta con más detractores además de los vecinos de Merton. Numerosas asociaciones y agrupaciones ecologistas y por la defensa del medioambiente también tienen algo que decir en todo este asunto.
Estos colectivos tachan el proyecto de un acto de vandalismo y consideran que además tendrá un impacto profundo y negativo en la zona. La dirección del torneo ha admitido que se procederá a la tala de unos 300 árboles presentes en un parque cercano durante las obras de ampliación que se llevarán a cabo, lo que ha generado también numerosas críticas.
Sin embargo, para compensar este daño a la naturaleza, dentro de su plan se ha comprometido a plantar 1.500 nuevos ejemplares para luchar contra este problema que consideran como algo inevitable. Además, dentro de ese parque también se encuentra la existencia de un lago, el cual será limpiado y alrededor del cual se construirá una especie de paseo marítimo para facilitar el acceso y el tránsito hacia él con el fin de revitalizar la zona.
Desde Capability Brown Society, la asociación que vela por la protección del parque, se ha destacado el importante daño medioambiental que se llevará a cabo y que ha sido calificado como un acto vandálico. Además, su portavoz Chris Baker apunta a los intereses opacos que tiene la dirección del All England Club dentro de este proyecto. Wimbledon tendrá que hacer frente a esta dura oposición y a la de los vecinos de Merton si quiere completar con éxito su ansiado plan para el crecimiento del Grand Slam más respetado del circuito.
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