Paula Badosa se convirtió este domingo en la primera mujer española campeona de Indian Wells (7-6, 2-6, 7-6 a Victoria Azarenka en una final sobesaliente de 3h04m). Tras la conquista, la más importante en la carrera de la joven de 23 años, se esconde la confirmación de un aviso: después de vivir de bautizo en bautizo la mayor parte de 2021 (primera victoria ante una número uno del mundo al tumbar a Ashleigh Barty en Charleston, primer título WTA, conquistado en Belgrado, primeros cuartos de final de Grand Slam, alcanzadas en Roland Garros…), Badosa se ha disparado en el desierto californiano celebrando uno de los trofeos más importantes del circuito y metiéndose de lleno en la zona alta de la clasificación (desde mañana lunes será la 13 mundial y octava en la carrera por estar en la Copa de Maestras de Guadalajara). Más allá de eso, y pase lo que pase a partir de ahora, la tenista puede estar tranquila: ya le ha ganado la partida a los demonios.
“Lo primero que he aprendido esta semana es que nada es imposible”, se arrancó Badosa después de la victoria. “Si luchas y trabajas mucho puedes lograr cualquier cosa. A veces tienes momentos complicados y aún así nunca tienes que dejar de soñar. Eso es lo que me mantuvo trabajando duro y creyendo hasta el último momento. Hoy me ha servido para ganar este título”.
Esas palabras, cuchillos afilados, vinieron a recordar lo que queman las expectativas. Campeona de Roland Garros júnior en 2015, cuando tenía 17 años, Badosa amenazó con perderse por el camino tras desafilar dos temporadas por el infierno. Sometida a la comparación con jugadoras hechas, campeonas de Grand Slam como la que tuvo este domingo al otro lado de la red, la española se encontró obligada a ganar sin tener nada más que un puñado de buenos tiros, ni el físico trabajado, ni la cabeza cuidada, ni los golpes ordenados.
En la final de Indian Wells, llena de momentos complicados, todo un desafío emocnonal, Badosa demostró cómo ha reconducido su carrera para estar hoy en la posición de aspirara a todo.
Frente a una grada desangelada, más asientos vacíos que ocupados el día de la gran final, la española empezó salvando a palo limpio cinco pelotas de break (tres en su primer tuno de saque, dos en el segundo). Resistir a esas situaciones de peligro con calma y precisión, golpeando con claridad la pelota, le valió para tomarle la delantera al marcador dos veces (4-3 y 6-5, en ambas ocasiones con la opción de afianzar la brecha con su servicio) y para luego brillar en el tie-break de la primera manga, cuando el reloj ya había descontado más de una hora de partido.
A pesar de arrancar 4-0, Badosa vio cómo Azarenka igualaba el desempate (5-5). En parte por sus imprecisiones (doble falta para 4-3, por ejemplo), en parte por la soltura de la bielorrusa jugando por debajo en el encuentro, la española se encontró peleando un par de peloteos encarnizados que abrochó con una paciencia extraordinaria en una debutante, pero sin renunciar a la agresividad con la que se ha hecho un hueco entre las mejores.
Entonces, el encuentro alcanzó un nivel superior.
Lo vieron Martina Navratilova y Monica Seles, dos leyendas con mayúsculas. Después de perder el segundo parcial y tras comenzar el tercero mandando (2-0), Badosa volvió a por el título de nada: logró un break cuando Azarenka sacaba por la victoria (5-4, 30-0), devoró el desempate decisivo con madurez (5-1 de arranque) y alzó el trofeo.
“El camino ha sido difícil, pero con trabajo duro, ilusión y fe llegó la recompensa”, escribió más tarde la tenista en sus redes sociales. “Nunca dejéis que nadie os diga que no podéis lograr algo. Y si es así, demostradle lo contrario. Hoy he cumplido uno de mis sueños, jugar la final de uno de los mejores torneos del mundo contra una leyenda de este deporte. Y ganarlo”, prosiguió Badosa. “No os imagináis las veces que he soñado con esto. Ese sueño me mantenía viva, me mantenía ante todo, me daba fuerza para seguir luchando. No hay nada más poderoso que eso. Nunca dejéis de soñar, ningún sueño es demasiado grande”.