Abran paso y desplieguen la alfombra roja: poco a poco, Rafael Nadal está llegando. Se juegan los cuartos de final del torneo de Indian Wells y Kei Nishikori tiene dos bolas para colocarse 4-1 y saque ante el mallorquín. El comienzo del japonés es abrumador, supersónico, casi un monólogo. Nadal, que acude al cruce preguntándose si está listo para ese reto porque su victoria más valiosa de 2016 (contra el italiano Lorenzi en Buenos Aires) está muy lejos del nivel de Nishikori, remonta jugando su mejor partido en mucho tiempo (6-4 y 6-3, primer triunfo ante un top-10 este curso) y desinfla el arranque de su contrario con un tenis brillante, cargado de buenas noticias para lo que viene.
El número cinco, que buscará este sábado su primera final de un Masters 1000 sobre cemento desde Miami 2014 ante Novak Djokovic (7-6 y 7-6 a Jo-Wilfried Tsonga), aterriza en semifinales tras despejar tres importantes interrogantes: no tiene ansiedad, ha encontrado continuidad y está compitiendo mejor que nunca en los últimos meses. Fascinante.
“Ansiedad no tiene”, confirmó Francis Roig, el entrenador que acompaña al número cinco en California, antes del estreno de Nadal en el torneo. “Su aspecto es diferente al del año pasado, cuando era más difícil que controlase la cabeza y no podía ejecutar lo que quería hacer”, prosiguió el técnico sobre el 2015 del mallorquín, plagado de nervios y miedos. “Ahora, lo que le está fallando es la regularidad. La temporada pasada tenía ansiedad y hoy es falta de continuidad. Necesita poder jugar a gran nivel durante mucho tiempo después de hacer un punto bueno”.
Después de cuatro notables victorias en Indian Wells, el diagnóstico de Roig está cerca de caducar, como confirmó el encuentro ante Nishikori. Frente al formidable inicio del número seis, que se procuró bolas de break en los tres primeros juegos al saque de su contrario, la actitud de Nadal. Como contra el alemán Zverev en octavos (donde salvó punto de partido con 3-5 en la tercera manga para terminar ganando), el español demostró que por momentos le puede faltar mordiente en la derecha o filo en el revés, pero nunca pasión competitiva y espíritu de supervivencia, dos argumentos con los que podría escalar una montaña sin bombonas de oxígeno. Y eso es mucho decir.
Al principio, el mallorquín anuló las cuatro primeras pelotas de rotura del partido (dos en el juego inicial y otras dos con 1-1), cedió el saque (1-2) y se enfrentó a una situación límite (1-3, 15-40) que le habría dejado con el set perdido. En consecuencia, el japonés pudo haberse colocado 5-0 y se quedó de piedra, intentando averiguar qué había pasado para pasar de dominar de forma tan clara a estar con el agua al cuello.
Con el marcador de cara, Nishikori jugó suelto, aprovechando sus manos rápidas para llevar la pelota de esquina a esquina sin esfuerzo. El japonés, veloz como un demonio, atosigó a Nadal montándose encima de la pelota y quitándole un tiempo de reacción precioso a su contrario, que en 20 minutos estaba completamente desarmado por el látigo del número seis. La reacción del campeón de 14 grandes fue impecable, como las que coleccionaba de forma habitual en el pasado.
Los mejores minutos de Nadal en mucho tiempo se resumieron con simpleza. El mallorquín tiró profundo y con intención, apuntando a las líneas y encontrando premio. Se decidió a ser agresivo y le ganó los puntos a Nishikori de forma directa, lanzándose al cuello en lugar de esperar el fallo.
Así, ganó la primera manga, tomó velocidad en la segunda (3-0) e incluso fue capaz de sobreponerse cuando el japonés recuperó la rotura para cerrar la victoria (de 4-3 a 6-3) y el pase a la penúltima ronda a lomos de algo vital en la pelea contra los mejores: el español jugó sin altibajos, manteniendo un nivel alto durante mucho tiempo, lo que le había faltado en otros partidos de la máxima exigencia.
“Sabíamos que estábamos en una situación en la que los resultados no nos acompañaban”, explicó Roig, que celebró con rabia el triunfo desde la grada junto al resto del equipo. “Intentamos que Nadal salga a la pista convencido de que le ayudará lo que ha entrenado. Y sobre todo, evitando que piense que el torneo actual es el lugar en el que tiene que demostrar algo”, añadió.
“Tiene que estar convencido de que si no es en Indian Wells, será en Miami o en Montecarlo”, continuó, rebajando la presión del mallorquín. “Está trabajando muy bien y duro. Todo lo que está haciendo le va a servir. No tiene que ponerse plazos. Y debe estar preparado para aprovechar el momento cuando llegue. Para eso nos preparamos en el día a día”.
El momento ha llegado. Nadal está en las semifinales de Indian Wells después de hacer de todo por el camino: jugar en un vendaval contra un sacador (Gilles Muller), espantar sus miedos más profundos (Fernando Verdasco), sobrevivir milagrosamente (Zverev) y ganar jugando como en sus grandes días (Nishikori). El mensaje es evidente: antes de buscar la final en el primer Masters 1000 de la temporada contra Djokovic (el enfrentamiento número 48 entre ambos), el campeón de 14 grandes por fin se reconoce. Cuidado, el aviso no es cualquier cosa.