La vida de Pablo Urdangarín (Barcelona, 2000) no se puede comparar ni con la de un adolescente al uso ni con la de un jugador de balonmano común. El joven siempre ha contado con la presión mediática y con ella ha tenido que lidiar durante mucho tiempo. Hasta los 18 años, sin necesidad de que se le viera el rostro. A partir de ahí, con el conocimiento de que ya podía ser captado. Una atmósfera de constante seguimiento que en los últimos meses se ha acrecentado y que coincide con su explosión deportiva.
El joven, como su padre, optó por formarse como jugador de balonmano balonmano. Sus condiciones físicas se lo permiten. Su genética también. Y la pasión inculcada desde que era un niño perfilan ese conocimiento necesario para dedicarse a la élite de dicha disciplina. Probablemente contaba con que su apellido le iba a pesar, tanto por el exitoso recorrido de Iñaki Urdangarin en el balonmano como por las sentencias judiciales que sufrió su progenitor por el caso Nóos. Pero lo que no entraba en sus planes es que el lado más personal de sus padres le llevara a la exposición mediática que ha vivido.
El verano de 2021 su nombre saltó a los medios tras fichar por el FC Barcelona. Concretamente para su cantera. Pese a que anteriormente había jugado ya en el filial de clubes profesionales extranjeros, el hecho de que siguiera los pasos de Iñali Urdangarin llamó la atención. Sin embargo, de una parte hasta ahora su cara se ha visto más por los abordajes en la calle que por sus actuaciones en la pista. Y es que el año de su consagración en el balonmano nacional ha coincidido con la separación de sus padres y con la marcha -y próximo regreso- del Rey Emérito.
Pablo Urdangarin, por el momento, no se ha visto lastrado por esa presión extradeportiva. Y el ejemplo más claro es el crecimiento que ha tenido en apenas unos meses como canterano del FC Barcelona. Su formación es una alegría para sus padres, que no han dudado en dejarse ver apoyando a su hijo. Pero su salto en el balonmano también supone el nacimiento de una posible segunda generación del apellido Urdangarin que mantenga a España en lo más alto del podio de selecciones.
Explosión en el Barça
Pablo llegó a la cantera culé el verano de 2021. Lo hacía como un joven talento que tenía opciones de triunfar. Pero también a sabiendas de que su apellido importaba mucho. Iñaki Urdangarin manchó su imagen por el caso Nóos, pero la estadística deja claro que fue un jugador histórico en la sección de balonmano del Barcelona. También, gracias a ese rendimiento, brindó éxitos a la selección nacional.
Sus primeros pasos llegaron en el Liceo y poco después siguió en el Espluges. Siguiendo a su madre, la infanta Cristina, se marchó de España. Y ahí es cuando saboreó la tradición del balonmano de un país como Alemania. Pablo fichó por la cantera del TSV Hannover Burgdorf y ahí, casualmente, coincidió con Iker Romero y con Antonio Carlos Ortega. El primero era el técnico del filial en el que jugó y ahora es segundo entrenador del Barça. Ortega, por su parte, era primer entrenador del cuadro alemán y ejerce el mismo cargo ahora en el conjunto catalán.
La conexión con Antonio Carlos Ortega va más allá. El exjugador fue una referencia en el balonmano nacional. Y coincidió con Iñaki Urdangarin tanto en la selección española como en un FC Barcelona que era arrollador. Ese apoyo pudo darle la seguridad a Pablo para fichar por el equipo germano. Una experiencia que, de igual modo, vale a ambos entrenadores para conocer las cualidades del joven Urdangarin en el Barça actual.
Tras ese recorrido, el hijo de la infanta Cristina fichó por el Barça en 2021. Los meses previos se habló de que estaba realizando entrenamientos con el club, pero no fue hasta este último verano cuando la operación se hizo oficial. Pablo, lateral de algo más de 1,90 metros de altura, se sumaba al filial azulgrana. Desde entonces ha contado con varias convocatorias con el primer equipo y con dos debuts muy esperados.
Pablo Urdangarin jugó sus primeros minutos con el Barcelona en octubre. Lo hizo con el '77' como dorsal, un guiño al '7' de Iñaki. La actuación no fue demasiado extensa, pero le bastó para anotar tres goles y llevarse el reconocimiento de la afición. Que un Borbón sea ovacionado en Barcelona no es tarea sencilla, pero Pablo lo logró. Este 2022 se ha presentado su segunda oportunidad y, tras saltar en Liga Asobal, debutó en Champions ante el Flensburg mientras la infanta Cristina le admiraba emocionada en la grada.
Un entorno complicado
Durante todo este tiempo, Pablo Urdangarin ha fichado por el Barça, ha debutado en Liga Asobal y ha hecho lo propio en la Champions. Solo tiene 21 años, pero ya está dejando impronta en la cantera azulgrana. El sueño de poder triunfar con España está ahí. Y, en caso de lograrlo, lo habrá hecho con la corriente en contra. Frente a los debuts con los catalanes, su familia ha vivido la separación de Iñaki y la infanta Cristina, los rumores de la relación amorosa de su padre y el posible regreso de Juan Carlos a España.
El apellido, quiera o no, pesa. A su favor está el respeto que el Barça ha mostrado por su padre pese a todos los conflictos extradeportivos que ha vivido. Su '7' sigue como una de las pocas camisetas retiradas en el equipo azulgrana. En los homenajes más recientes a aquella generación de oro culé, Iñaki ha estado presente y se ha dejado ver con Pablo. Pero, además, Iñaki Urdangarin ha iniciado su carrera como entrenador de prácticas en el organigrama del Barcelona.
El apoyo paterno es clave. Los consejos para gestionar la situación también. "Él tiene las ideas más o menos claras y lo demostró. Nos ha demostrado que puede hacerlo", aseguró recientemente sobre cómo afronta el canterano del Barça. "Ha tenido que asistir a campus de verano y aunque tiene ese retraso competitivo, su rendimiento está siendo muy bueno. Me encuentro muy orgulloso, independientemente de dónde pueda llegar", celebró acerca de su crecimiento deportivo.
A Iñaki Urdangarin le avalan 52 títulos con el Barcelona, dos bronces olímpicos con España y una tercera posición en un Europeo. Su retirada se produjo en el año 2000, justo cuando Pablo nació. Y ambos tienen el Palau como escenario para triunfar jugando al balonmano. La nueva generación pisa fuerte y con más adversidades que la anterior.
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