Héctor Cabrera, el campeón paralímpico de jabalina que no quiso "buscar una cura" y puede quedarse ciego
- Al valenciano le diagnosticaron a los nueve años de edad el Síndrome de Stargaard, una enfermedad que le hace ver todo borroso y difuminado, sin poder enfocar bien.
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Héctor Cabrera es un deportista español paralímpico que compite en la modalidad de jabalina. Apasionado del deporte, decidió dirigir su camino deportivo hacía el atletismo, concretamente al lanzamiento de jabalina, siendo el actual campeón de Europa paralímpico, conquista que consiguió el pasado mes de agosto en Berlín.
"Cuando sale la jabalina de mi mano tengo una sensación de liberación, de adrenalina. Es una parte de la extensión de mi brazo y uno de los elementos de mi vida que me define. El deporte lo es todo en mi vida, me ha enseñado muchas cosas", comenta.
A las nueve años le diagnosticaron una enfermedad visual degenerativa y a los once decidió pedir a sus padres que dejaran de buscar una solución médica al Síndrome de Stargaard, con el que ha aprendido a vivir.
Héctor, desde Roma, donde está con una beca Erasmus cursando el tercer año de su carrera de INEF, ha atendido a EL ESPAÑOL para hablar sobre sus comienzos, su enfermedad y sus objetivos de cara al futuro. "Quiero subir al podio en el próximo Mundial de Dubái".
Sus comienzos y su enfermedad
"Mi vida en el mundo del atletismo empezó en paralelo cuando me dijeron que tenía la enfermedad. Este mismo año estuve en un campus de Valencia con la ONCE. Aquí descubrí este deporte. Un año después tuve la oportunidad de ir a un campeonato internacional, donde había lanzamiento de pelota. Cuando regresé a España, lo más parecido era la modalidad de la jabalina. Me gustó, me enamoré y ya llevó diez años, y los que me quedan, con una jabalina", afirma.
Todo empezó cuando le diagnosticaron el Síndrome de Stargardt, una enfermedad que él define así: "Veo las imágenes difuminadas, no enfoco bien, no veo claramente las caras de las personas y no puedo leer bien. Es como si viera a través del cristal de un refresco".
Una enfermedad que teóricamente la tiene desde que nació, pero que sus padres no se dieron cuenta hasta que cumplió nueve años. A partir de aquí, Hector empezó ir a varios médicos y le dijeron que podía ser una provocación psicológica y que tenía que ir a psicólogos para tratarlo.
"Al final después de tantos médicos y demás cosas, decidí a los once años que quería vivir mi vida y que no pasaba nada por tener esta enfermedad. Mis padres aceptaron mi decisión". Una personalidad impropia de un niño de 11 años que decidió aprender a vivir con ella y a seguir practicando deporte.
"Tu mente se hace madura para afrontar muchas cosas. Una de ellas fue saber que tenía una enfermedad que no tenía solución. A lo mejor algún día me quedo ciego, pero he vivido muchas cosas. No me arrepiento ningún día de mi vida de no haber buscado una cura".
De pequeño a veces tuvo que pasar por ciertos comentarios debido a su enfermedad, algo que a él nunca le ha afectado: "Tengo una filosofía que dice que todo lo mal que te pueda pasar es porque quieres que te pase. A mi me daba igual lo que me decían, no prestaba atención y no le daba importancia".
El valenciano nunca pensó en abandonar la competición a pesar de su enfermedad y de las muchas lesiones que ha tenido: "Todo lo que ha ocurrido en mi vida me ha hecho más fuerte para afrontar cualquier problema. Mi cabeza está más preparada para todas las cosas nuevas que me pueden llegar. El dolor y el sufrimiento forman parte del deporte".
La conquista del Europeo Paralímpico de Berlín
Campeón de Europa en los pasados campeonatos de Berlín tras un lanzamiento por encima de 60 metros en la clase F13, llegó a pensar que tal vez no iba a conseguir subirse al podio porque tuvo un percance con su jabalina y su maleta.
"La aerolínea con la que volé me perdió la jabalina y la maleta. Tuve que estar cinco días ahí sin entrenar con ella". Finalmente recuperó 'in extremis' todo su material, justo pocas horas antes del cierre de presentación de herramientas de lanzamiento.
"En esos momentos se te pasan muchas cosas por la cabeza, ya que no tenía mis herramientas y no pude entrenar con todo ello. Tuve estrés y muchos nervios, ya que llevaba durante cinco días buscando una solución y nadie me la daba. Tuve que pedir ropa a otros compañeros y usé una jabalina que no era la mía. Fue una situación un poco estresante, pero por suerte todo al final salió bien el resultado que esperábamos. No se que hubiese pasado si no llego haber competido con mi jabalina", manifiesta.
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