Nico Rosberg y Daniel Ricciardo no son las típicas estrellas mediáticas que Bernie Ecclestone quiere para la Fórmula 1. A pesar de ser dos de los pilotos más simpáticos, amables y disponibles del paddock, no gozan del estrellato ni las portadas de la prensa amarilla de Lewis Hamilton, ni captan los focos de los medios como el joven Max Verstappen.
El alemán acumula más victorias y podios que los que su padre necesitó para proclamarse campeón del mundo de la máxima categoría del automovilismo en 1982. Pero a pesar de su increíble currículum, Nico Rosberg es considerado por muchos un segundón, como si el piloto de Mercedes fuera el Gerhard Berger contemporáneo.
Por su parte, Daniel Ricciardo ha visto cómo en los últimos años ha pasado de ser el chico revelación que debutó en el equipo español Hispania Racing (HRT), a verse superado por el piloto al que muchos dan por seguro campeón del mundo en el futuro próximo (quién sabe si ya en 2017 aprovechando que el reglamento cambia radicalmente) y, por el momento, el único capaz de robar una victoria a las balas de plata: Max Verstappen.
Singapore dio la campanada
La carrera de Singapore era esperada por todos aquellos que deseaban ver un coche diferente, que no fuera plateado, cruzar la bandera a cuadros en primera posición. Las características de las innumerables curvas que dan forma a la pista nocturna asiática eran perfectas para los Red Bull y, hasta en cierta medida, a Ferrari.
Pero en el circuito donde el año pasado Mercedes desapareció del mapa, Nico Rosberg ratificó su espectacular momento de forma, el mejor de su carrera, dando un golpe en la mesa y reclamando a gritos al director que está escribiendo el guión de este mundial que el protagonista principal es él, que está aquí para conquistar el premio de años de leal trabajo que ha realizado con la cabeza agachada para su patrón alemán desde los tiempos de Brawn-Schumacher.
La extraordinaria Victoria de hoy, sí, con mayúsculas, conteniendo hasta el último momento el empuje de otro piloto hipermotivado como Ricciardo, ha demostrado que el reinado de Hamilton puede acabar de una vez por todas este año tras aumentarse la distancia entre ambos a 8 puntos.
Segundones al poder
Hoy Lewis Hamilton debe estar asustado por la fuerza que ha mostrado su compañero durante todo el fin de semana. Hoy ni Instagram ni Twitter ni la fiesta de su vida hará que sea el protagonista del fin de semana y puede que tampoco del mundial que debía llevarle a igualar a Sebastian Vettel en el número de títulos.
Este fin de semana ha sido el de los segundones, no mejor dicho: el de los SEGUNDONES. Singapore se ha mostrado más apasionante que el titular GP de Mónaco ofreciendo una carrera fascinante desde su accidentado inicio hasta su apretadísimo final. El actor secundario Rosberg ha sido mejor que el de reparto de Hamilton; Ricciardo ha borrado del mapa al niño bonito Vertsappen; y Räikkönen ha dejado en evidencia una y otra vez durante tres días seguidos al tétracampeón #Vettel.
Este fin de semana los segundones han salvado el pobre espectáculo que los 'titulares' estaban obligados a garantizar. En Singapore los focos no han iluminado la carrera, han hecho brillar el talento de los escondidos de los que la gloria la acarician mientras otros la disfrutan.
Singapore ha abierto por la mitad un mundial que ahora se pone interesante de verdad dejando de lado la supremacías absoluta de los monoplazas teutones para favor de unos aficionados que se aprestan a vivir un final de temporada que promete una lucha en lo más alto, por que hoy Rosberg se ha subido un escalón más y esta vez será muy difícil hacerle bajar de el.