El papel de Emperador engloba perfectamente al personaje que supo ver el potencial de competición en los setenta convirtiendo el mundial de Fórmula 1 en un fenómeno televisivo planetario. Fue tras hacerse con el monopolio de los derechos de retransmisión, patrocinios, venta de entradas y todo aquello que ponga un pie en el paddock.
La recompensa fue una de las mayores fortunas del mundo y un deporte que tras las Juegos Olímpicos y los mundiales de fútbol es el más seguido del planeta.
El papel de Darth Vader
El protagonista de la noticia que avanzábamos en EL ESPANOL viene de la mano de John Malone, a quien Al Gore, cuando era vicepresidente de los Estados Unidos de América, bautizó como Darth Vader por su férrea lucha como responsable de TCI, empresa a la que convirtió en el mayor compañía de cable de los EEUU.
Malone, quien con la edad ha adquirido cierto parecido con el actor David Prowse que protagonizó la época dorada de La Guerra de las Galaxias dando vida a oscuro personaje, ha puesto en pie uno de los mayores imperios de comunicación americano que, por casi el 1% del PIB español, compra el paquete mayoritario hasta hora en manos de CVC Capital Partners.
La operación marca la transición de un negocio del siglo pasado a los retos de la segunda década del milenio con tres retos principales.
Recuperar las audiencias
La Fórmula 1 sigue siendo hoy en día atractiva gracias al retorno en imagen que sus 400 millones de seguidores ofrecen. Pero las cifras actuales en un mundo donde el social media desplaza a los medios tradicionales sufren una sangría importante desde los 600 millones que se apoderaban del televisor con cada Gran Premio en 2008.
En Estados Unidos las cifras son mucho peores, especialmente si las comparamos con la NASCAR que, con sus 500 millas de Daytona, cuenta con 13.4 millones de audiencia, el doble que las 500 Millas de Indianápolis, cerca de la final de la NBA (19 mill) pero a años luz de la Super Bowl (114 mill).
La época de gloria de la F1 en EEUU queda tan lejana como las victorias de Mario Andretti. Y el nuevo grupo tiene ante si el reto de recuperar 200 millones de telespectadores que las nuevas reglas de la FIA han espantado al reducir el espectáculo y evitar la supremacía incontestable de un equipo sobre el resto.
Entrar de lleno en las redes sociales
Los americanos de Liberty Media han calificado de subdesarrollada a la Fórmula 1 a la hora de su integración y desarrollo en las redes sociales. Bernie Ecclestone reconoce en primera persona que no entiende ni ha sabido capitalizar a las redes tanto monetariamente como en términos de imagen.
El nuevo propietario llega para luchar e impulsar el deporte de las cuatro ruedas en los nuevos formatos de comunicación, las redes sociales adaptando el mensaje de esta competición al lenguaje del público del presente (cliente del mañana) donde la información, las noticias, el entretenimiento, hasta la formación y por supuesto las relaciones personales se realizan a través de un teléfono inteligente que se ha convertido en una extensión de nosotros mismos.
En un mundo donde los mejores contenidos no salen de las cadenas tradicionales sino de compañías como Netflix o Amazon, la idea de integrar la Fórmula 1 en Facebook o Snapchat suponen el reto del futuro.
Rejuvenecer la F1
La Fórmula 1 está dominada por una generación criada en un ambiente endogámico de sesentañeros con serias dificultades de entender la relevancia y el impacto de un Meme Trendig Topic. No es de extrañar que los equipos triunfadores de los últimos años Red Bull y Mercedes estén dirigidos por managers de cuarenta y algo con una visión del mundo muy diferente a leyendas como Todt, Whiting o Ron Dennis.
Pilotos como Verstappen, Vandoorne, Ocon son el reemplazo que se identifica con los millennials en un ambiente dirigido por quienes piensan y ven las cosas en perspectiva siglo XX.