Javier Bardem y Penélope Cruz recibieron su bautismo en la Fórmula 1 en una carrera donde una vez más Ferrari renunció a conseguir una victoria que hubiera cambiado el rumbo de la Scuderia y de los fantasmas que les persiguen desde el arranque del Mundial. Hamilton ganó una carrera en la que muchos esperaban que la lluvia remezclara la suerte con la esperanza de un resultado abierto, pero el líquido elemento finalmente no quiso entorpecer la marcha de los monoplazas.
Para cambiar el destino de la carrera estaba Ferrari que, como EL ESPAÑOL pudo comprobar, había preparado con especial atención una carrera donde se jugaban algo más que su imagen. La mirada de Sebastian Vettel en la parrilla de salida predecía el espectacular doble adelantamiento que protagonizó en la salida.
La mejor versión del alemán se lanzó por el lado izquierdo de la pista dejando boquiabiertos a propios y extraños, mientras Hamilton y Rosberg, pendientes el uno del otro y sorprendidos por el alemán, se enzarzaban en su enésima batalla fratricida. Fue Rosberg quien salió peor parado, perdiendo un innumerable número de posiciones que le obligó a una remontada inesperada desde las primeras vueltas.
En la vuelta número seis, los aficionados españoles comenzaron a perder la ilusión que el adelantamiento de Alonso sobre el perjudicado Rosberg les había regalado. Desgraciadamente, Canadá es una pista despiadada para las unidades de potencia y el McLaren-Honda del asturiano no pudo aguantar ni un asalto a Rosberg. Mientras, en Twitter, sus seguidores decían 'basta' ante la enésima imagen de decepción de un coche que desperdicia las capacidades de pilotaje del campeón español.
Por delante, Sebastian Vettel aguantaba a Lewis Hamilton demostrando cómo Ferrari ha sabido solucionar los problemas que le han impedido mostrar su verdadero potencial. Entretanto, todos los pilotos sobre la pista trataban de estirar sus neumáticos al máximo.
Otra vez McLaren anula a Ferrari
El momento clave de la carrera vino, como en el primer Gran Premio del año, cuando Ferrari dominaba con solvencia. Si en Melbourne fue el accidente de Alonso, esta vez fue la rotura del motor de Jenson Button, que, con tan sólo 11 vueltas, se rompió provocando la salida del coche de seguridad virtual.
Como si de un déjà vu se tratara cuando Ferrari comandaba sin problemas la carrera, el equipo italiano apostó por una estrategia arriesgada. Pocos podían entenderla y frustró una victoria que dos semanas antes este diario pudo comprobar que podían ciertamente conseguir. Ferrari lideraba la carrera, pero los italianos no pensaron como campeones y lo apostaron todo con sus dos monoplazas en el casino de Montreal que corona el circuito con sendas paradas. Mientras, Hamilton veía cómo se abría la oportunidad de una nueva victoria.
La doble parada de Ferrari retrasó a Vettel hasta la cuarta posición y a Räikkönen hasta la 14. Justo por detrás de Carlos Sainz, quien protagonizó una carrera limpia que culminó, de nuevo, con un grandísimo trabajo tras adelantar nada menos que once posiciones respecto a su posición de salida.
La extraña estrategia de Ferrari dependía de las capacidades de Vettel de pilotar a ritmo de clasificación en cada vuelta para anular el inevitable undertcut que se había hecho a sí mismo. En la vuelta 17, el alemán estaba desencadenado y con gomas superblandas volaba adelantando al Red Bull de Ricciardo primero y en la vuelta siguiente a Max Verstappen. Alonso sufría un cambio de gomas que posiblemente le costó estar en los puntos tras perder ocho segundos por un problema con el gato durante el pitstop.
Sebastian Vettel tenía a Hamilton a diez segundos de distancia, que trató de reducir como pudo. Ya confesó en rueda de prensa que “habían subestimado la vida útil de los Pirelli montados por Hamilton”, culpa de “una estrategia posiblemente errónea”. La desesperación se apoderó del mundo que hace del rosso-corsa casi una religión cuando en la vuelta 25 Hamilton realizó su primera parada en boxes. Demostrando así que los Pirelli ultrablandos tienen bien poco de ultra tras aguantar más de un tercio de carrera.
La suerte en ese momento estaba echada para las aspiraciones de Ferrari y de quienes ambicionan un tercer jugador que anime el Mundial. Sebastian Vettel debía cambiar de gomas una vez más mientras que Hamilton se aventuraba a una larga travesía para llegar hasta el final. Confiaba en el extraordinario equilibrio de su Mercedes dando una vida eterna a su compuesto. El que nunca degradó lo suficiente para que Vettel pudiera luchar por una victoria a la que la estrategia de su equipo renunció en la undécima vuelta.
La falta de acción en la cabeza de carrera vino suplida por la lucha de Carlos Sainz, quien con sus Pirelli ultrablandos luchaba como un jabato aupándose hasta una valiosa novela posición. Sobre todo, teniendo en cuenta que Toro Rosso utiliza un motor de 2015 en un circuito donde las unidades de potencia determinan el resultado final.
Precisamente, esta situación ha sido la responsable del calvario que un triste Alonso sufrió a pesar de darlo todo en la pista. Consiguió un inmerecido undécimo puesto no para el piloto, pero sí para la mecánica con la que ha elegido para volver a ser campeón. El asturiano preguntaba a su ingeniero si aparcaba el coche ante los problemas que sufría, mientras que los aficionados ven imposibles incluso en 2017 las palabras de Ron Denis. Aquellas que vaticinaban a McLaren-Honda como el sucesor de Mercedes como campeón del mundo.
La guinda final de la carrera vino protagonizada por la revelación del año, Max Verstappen, que defendió la posición como si de un viejo campeón con cientos de carreras a su espalda se tratara. Sus potentes embestidas acabaron forzando el fallo en la última curva del circuito y en la última vuelta de un Rosberg que recuerda al que fue el año pasado más que el que era a inicios de temporada. La frase del día que mejor relata la carrera vino de la boca de quien soñó durante once vueltas con ganar en Canadá. Sebastian Vettel fue claro: “No siempre hacemos la estrategia óptima”.