Enmanuel Reyes Pla (La Habana, Cuba; 1992) siempre supo que la gloria le aguardaba en su camino. Ser oro olímpico es su gran aspiración y, de momento, ya tiene la medalla asegurada, la primera para el boxeo español en 24 años. A inicios de 2020 logró la nacionalidad por carta de naturaleza, en Tokio se presentó ante todos con un lema, "El 'Profeta' dando palo", y en París está logrando lo que más deseaba.
Se puede resumir así de rápido, pero para llegar hasta su histórica victoria sobre el cuadrilátero contra el belga Schelstraete -que le asegura, como mínimo, el bronce- ha tenido que pasar por mucho. La historia de Enmanuel, como la de tantos deportistas nacidos en Cuba, es la de un hombre que huyó de su país en busca de oportunidades cansado del poder revolucionario.
Llegar a España fue una odisea para él, pero su fe era más poderosa que cualquier barrera que se le pusiera en el camino. Desde Cuba puso rumbo a Bielorrusia, el país más cercano a España para el que tenía libre visado. Problemas con los trámites le llevaron a ir a Rusia, donde pasó cuatro meses encerrado en un piso de Moscú sin salir a la calle mientras esperaba los papeles necesarios, y para evitar sufrir una detención o cualquier abuso por su condición de inmigrante.
Después llegó a Austria, donde reclamó asilo político y entró en un centro de refugiados. Dos meses más tarde pasaría la frontera a Alemania con la intención de cruzar a Francia, pero fue detenido y llevado a otro centro de refugiados que casi era como una cárcel. Trasladado de vuelta a Austria, decidió jugársela y tomar un vuelo a Barcelona como ilegal para llegar a su destino final: Galicia.
En La Coruña empezó el camino de Enmanuel en España. Se reunió con su familia que vivía allí. Lo más difícil ya estaba hecho, por fin podía centrarse en el boxeo. Lo retomó en un club, desde donde al poco tiempo contactaron con el seleccionador nacional, Rafa Lozano, para empezar a hacer realidad el sueño de Enmanuel: ir a unos Juegos Olímpicos.
'La Cruz' en Tokio
Reyes Pla, al llegar a Madrid, hizo lo que tenía que hacer. Se lució ante el 'profe' Lozano y este le prometió que harían todo lo posible para conseguirle los papeles y que pudiera competir con el equipo nacional. Llegó la pandemia y tuvo que esperar un año para sellar la clasificación para sus primeros Juegos Olímpicos. A Tokio llegó con expectativas de medalla, pero se topó con una encerrona ante un rival muy simbólico y unos jueces de lo más dudosos.
Enmanuel cayó en cuartos, la misma ronda que este jueves le ha catapultado a la medalla olímpica, contra el cubano Julio La Cruz. Fue la pelea en la que su rival acabó celebrando con el grito castrista de "patria o muerte, ¡venceremos!", en respuesta al apoyo que Reyes Pla brindó semanas antes al pueblo cubano en plena oleada de protestas contra el gobierno.
El resultado fue polémico cuanto menos. Reyes Pla puso contra las cuerdas a La Cruz, pero cuatro de los cinco jueces se decantaron por el representante de Cuba. El español buscó el combate y en el primer asalto, con su prodigiosa derecha, le rompió la ceja al caribeño. En el segundo, Enmanuel derribó con una izquierda a La Cruz, pero el árbitro no hizo a este conteo de protección. De haberlo hecho, la ventaja que tuvo el representante de España en el round hubiera sido superior y le hubiera dado la victoria en el combate.
A destacar también que el juez marroquí puntuó en los tres rounds a favor del cubano. En la esquina de Enmanuel no entendieron las votaciones y así lo reclamó un enfadadísimo Rafa Lozano que denunció que les habían "robado una medalla". El púgil español reivindicaba haber acabado la pelea "sin un rasguño" como muestra de que no debía haber perdido. "Jodieron a un atleta que tenía una aspiración [...] Yo no entrené duro durante cuatro años para que en 20 segundos viniera otra persona y me lo quitara", reclamó meses después en una entrevista en EL ESPAÑOL.
'Dando palo' en París
Pero Enmanuel llegó a París habiendo pasado página de aquello, y con un bronce mundial y una plata europea ganadas por el camino. No le importaba La Cruz, que perdió en su debut en su despedida olímpica, ni ninguno de sus potenciales rivales. "Mi mayor rival soy yo mismo, no me preocupan los demás. ¡Que se preocupen ellos!", decía a este diario. Y con esa certeza pasó la dura prueba del chino Han en octavos y bailó sobre el ring ante el belga en los cuartos.
"España me dio todo y este triunfo va para el gran museo del deporte español. Me dieron la oportunidad y estoy contento y orgulloso por conseguirlo", decía Enmanuel tras el combate recordando, seguramente, todo el camino recorrido. En el ring, como homenaje al país que le acogió y le catapultó a la cima, 'toreó' con un capote imaginario. El 'Profeta', por un día, pasó a ser El 'Matador'.
Al primero al que abrazó fue a Rafa Lozano, la otra persona sin la que nada de esto sería posible. En el caso de Enmanuel todavía más: "Él me dio confianza y ahora le damos el regalo más grande. Tanto yo como los compañeros que seguiremos cerrando medallas. Confiamos en ellos", dedicó al 'profe' del equipo de boxeo, doble medallista olímpico y la persona a la que sucede Reyes Pla en el palmarés pugilístico español en los JJOO.
En la cabeza de Enmanuel ahora solo cabe ir a por el oro, 'dando palo', y mirando de reojo a lo que hacen sus compañeros para que los JJOO de París sean inolvidables. Este viernes le toca a Rafa Lozano Jr, el hijo del seleccionador, y a Ayoub Ghadfa. El sábado será la hora de José Quiles. La victoria, para cualquiera de ellos, significará también asegurar la medalla. El boxeo español pega fuerte, más fuerte que nunca, en los Juegos.