Rayderley Zapata (República Dominicana, 1993) obtuvo la medalla de plata en gimnasia artística en Tokio 2020 para España. El deportista de 28 años, con su ejercicio de suelo, estuvo a unas solas décimas de alcanzar el oro. Su empate con el israelí Dolgopyat solo lo rompió una diferencia de 0,10 de puntuación en dificultad. Ambos firmaron un 14.933, pero esa decisión de los jueces desniveló la balanza final en contra del español. Ray Zapata, como se le conoce popularmente, superó sus propias expectativas y tuvo recompensa a una vida repleta de sacrificios.
Su nombre no entraba en las quinielas de medallas más factibles para España, pero Zapata siempre quiso aspirar a más y más. Tenía la espinita de su mala actuación en Rio 2016, cuando no logró meterse ni en la final quedándose bastante lejos de la puntuación necesaria. Pero Tokio iba a ser diferente. Por él y por su hija, Olympia, a la que dedicó y dedicará cada exhibición que firme en el tapiz. Ray, que cuenta incluso con un movimiento propio, el 'Zapata 1' y el 'Zapata II', hizo historia y acabó con la sequía de 13 años que llevaba la gimnasia artística española en unos Juegos Olímpicos.
Lo hizo con cierta polémica, pues ni él entendía la norma que le arrebató el oro. Así lo explicó el propio gimnasta ante los medios de comunicación, dejando claro que su sensación era de ganador. La popular frase de "una plata que sabe a oro", en su caso, era completamente cierta. "No tenía ni idea de que existía", llegó a asegurar frente a la prensa. Sin embargo, la alegría no la iba a frenar ni una décima ni el peso de un metal. Ray Zapata, ese chico que llegó a España con solo 10 años para iniciar una nueva vida, veía recompensado tanto esfuerzo y sacrificio.
El dominicano, nacionalizado español, puso el broche de oro -y plata- a una de las etapas más complicadas en lo deportivo. Se vio fuera de los Juegos Olímpicos, se buscó él mismo la clasificación y, tras superar una bronquitis con miedo a que fuera Covid-19, se sobrepuso a una lesión hasta darle a España la sexta medalla en Tokio.
Salvación familiar
Zapata llegó junto a su familia, con tres hermanos, cuando solo tenía 10 años. Cambiaba República Dominicana por Lanzarote. Un estilo de vida diferente. Una pasión que seguía intacta. La familia, humilde, solo buscaba un nuevo inicio. Ganarse el pan y mejorar la calidad que tenían en su país. El esfuerzo de su madre, como ha reconocido en diversas ocasiones Ray, fue mayúsculo. Ella era quien sostenía a toda la familia, afrontando la mayoría de pagos con el salario que lograba. Poco después de su llegada a la isla, y ya adaptado a esta realidad, comenzó a tantear la gimnasia.
Con solo 11 años empezó a practicar dicha disciplina. Le gustaba, se le daba bien. Fue su manera de encontrar la estabilidad en España para dejar atrás sus recuerdos de Santo Domingo. Sin embargo, tardaría y mucho en buscar ese aspecto profesional de la gimnasia. No sería hasta los 17 años, pese a que lo habitual es entrar con 15, cuando comenzó a entrenar en los Centros de Alto Rendimiento, fuentes de talento joven en el deporte nacional y uno de los hogares más populares entre muchos olímpicos.
Tenía ídolos como Gervasio Deferr. Y justo él, como si de una aparición mágica se tratara, fue quien le impulsó en el mundo de la gimnasia. El deportista catalán, triple medallista olímpico y último gimnasta español -antes de Zapata- capaz de ganar una medalla olímpica, le 'cazó'. Estaba en una playa de Lanzarote haciendo festivales. Deferr se dio cuenta de su potencial y dio inicio una relación que se mantiene hoy en día. Curiosamente, ha sido Deferr quien ha comentado en televisión, en directo y con emoción, la medalla de su amigo y discípulo.
Deferr le ayudó para llegar al CAR de Sant Cugat. Ahora sí, Zapata hacía la mejor pirueta de su vida. Tenía 17 años y la gimnasia iba a ser su día a día. En Sant Cugat trabajó, pero Deferr poco después le llevó a Madrid. En la capital armaría su figura. Y, muy importante, recibiría una beca que consiguió frenar el desahucio de su familia. El dinero que le propició su talento en la gimnasia artística sirvió para mantener el hogar de su familia. Y eso que Zapata llegó a replantearse su futuro en la gimnasia que amaba. Si no tenía noticias de Madrid ni Barcelona, su única salida sería abandonar el deporte. Por suerte, para él y para el deporte español, Deferr estuvo ahí.
El esfuerzo que antes había realizado su madre para criar a los tres hermanos, ahora lo realizaba un Zapata que todavía era un niño. Las famosas becas ADO, destinadas a la formación de los deportistas que se entrenan en el CAR, se convirtieron en la salvación. Adiós desahucio y hola leyenda. Como le dijeron Deferr y Víctor Cano Segura, nombres de referencia en la gimnasia nacional: "Tú estás aquí para hacer cosas que nunca nadie ha podido hacer".
Rio y las dificultades de Tokio
Los obstáculos a superar por Ray Zapata no quedarían reducidos a ese desahucio, pues su carrera deportiva no le dio ni un respiro. El español luchó contra las voces que le daban muy mayor para triunfar en la gimnasia artística. Era su sueño, su impulso, la razón por la que su familia pudo mantener su hogar. Llegarían éxitos y momentos de bajón, pero siempre luchando por lo mismo.
En 2015, Ray Zapata se alzó con el oro en los Europeos de Bakú. También consiguió un bronce en el Mundial de Glasgow. Su nombre iba cogiendo fuerza. Ray Zapata, ese español de origen dominicano, estaba dando mucha guerra en una gimnasia artística huérfana desde la marcha de Deferr. Ray llegó a punto a Rio, pero los nervios pudieron con él. Lo ha reconocido en más de una ocasión. Estaba, palabras textuales, "acojonado". 2016, 23 años y muchas expectativas puestas en él. Pero se estrelló.
Zapata se quedó fuera de la final en la ronda eliminatoria. Se esfumaba el sueño de una medalla en gimnasia. Y el deportista tenía que reinventarse. Lo haría, como se ha podido comprobar, con hasta la creación de un movimiento que se ha incluido como oficial. El Zapata I' y el 'Zapata II' -que no hizo en la final de Tokio-, un movimiento basado en un doble salto mortal adelante agrupado con un giro y medio longitudinal. La única diferencia entre el I -sencillo- y II -más complicado- es estar agrupado o extendido, lo que dificulta aún más el ejercicio.
Con mucho trabajo, se fijó ir a Tokio, pero las complicaciones no tardaron en aparecer. El cuerpo técnico de la Federación le dejó fuera de los Mundiales de Sttutgart 2019, donde España se jugaba clasificarse en equipos para Tokio. "Decisión tomada por el cuerpo técnico. Esta competición se trata de conseguir la clasificación para el equipo. Deseo lo mejor para mi equipo y espero que así consiga el objetivo que nos hemos propuesto", desveló en su día en redes sociales. Actitud conciliadora, lejos de los belicismos de muchos casos similares. Zapata sabía lo que quería.
Empezó a trabajar individualmente, a acudir a campeonatos constantemente. Vuelos, recorridos por media Europa. Todo por un sueño. Incluso se vio obligado a operarse del tobillo para llegar en las mejores condiciones. Tanto esfuerzo pasaba factura a la espera de tener recompensa. En 2017, sin ir más lejos, tuvo problemas en el tendón de Aquiles.
Y en 2020 llegó la semiconfirmación que necesitaba. La Copa del Mundo que se celebraba en Bakú tuvo que suspenderse por culpa de la Covid-19. La pandemia ya afectaba a las principales disciplinas deportivas. En este caso, muchas clasificaciones para los JJOO podían sufrir cambios. Zapata, en el momento de la suspensión, iba primero. ¿Valdría su resultado? Pues sí. La Federación internacional cerró los ránkings y Zapata obtenía su billete a Tokio.
El resto ya es historia. Tanto para él como para la gimnasia española. Ray Zapata, recordando constantemente a su hija nacida el pasado mes de mayo, participó en los Juegos Olímpicos. Su pequeña, a la que además puso de nombre Olympia, estuvo presente en forma de babero en la final de suelo de Tokio. Y la plata, que no el oro por unas décimas, hizo justicia a un esfuerzo personal y familiar.