Tener a un país en vilo, pendiente del televisor o del móvil cuando el mes de julio caduca y expectantes ante una prueba de un deporte que seguramente nunca habrían imaginado seguir con esta emoción. Eso es lo que ha conseguido este lunes David Valero Serrano (Baza, 1988), el nuevo héroe del mountain bike en España y casi del deporte en general.
El ciclista de Baza no solo se ha colgado el bronce en los Juegos Olímpicos en la modalidad de ciclismo de montaña, sino que ha abierto una puerta a la esperanza de un deporte castigado históricamente, que crece y ofrece su propio espectáculo a la sombra de sus hermanos de la carretera. Ahora, David Valero se ha convertido en su embajador universal.
Las calles de todas las ciudades de España, de Shizuoka, donde se ha celebrado la prueba, y también las de Tokio, sede de los Juegos, seguirán teniendo impregnadas en sus paredes durante días la emoción que ha desprendido Valero en su prueba, una remontada de las que hacen afición, solo a la altura de una leyenda. El rendimiento del español, incluso por encima de las expectativas de los más ilusionistas, ha sido el broche de oro a cinco años de preparación e insistencia, de lucha y sacrificio, pero sobre todo, de mucho amor y de mucha dedicación a la bicicleta y al deporte.
David Valero es el referente absoluto en el mountain bike español. La realidad es que no tiene rival alguno y probablemente tardará en surgir otro corredor de su talla y de su calibre. Así lo demuestran los seis Campeonatos de España que adornan sus vitrinas y que dan lustre y forma a un palmarés que ahora ha recibido su mayor joya.
Esa medalla en Tokio, ese metal olímpico que brillaba al sol que pegaba a las orillas del Monte Fuji, guarda ya un lugar muy especial en el corazón de David y de todo el ciclismo español que han visto como un héroe en bicicleta dejaba una exhibición para el recuerdo. Cada una de las siete vueltas que se han dado al circuito olímpico de más de 4 kilómetros han sido una oda a la superación, a la gallardía, a la valentía y al inconformismo.
Una victoria histórica
Valero comenzó la prueba con un enganchón que le hacía perder puestos en la general y perder comba con los hombres importantes de la carrera. Grandes nombres como los de Tom Pidcock, Mathieu Van der Poel y Nino Schurter se marchaban por delante dejando atrás a la gran sensación española que iba con la obligación de conseguir un buen puesto y con el sueño de tocar medalla.
Con un hueco que amenazaba peligrosamente con llegar al minuto y con más de una veintena de ciclistas por delante hasta el podio, Valero se puso manos a la obra en su escalada al éxito. Uno a uno fue pasando a todos sus oponentes, sorteando los obstáculos y los infortunios hasta colarse en el Top10 y en la pelea por los puestos de honor a falta de tres vueltas.
Fue en ese momento cuando llegó el momento definitivo, el de tomar la verdadera responsabilidad, de ser un líder ambicioso y de jugársela en cada pedalada. Valero se lanzó en los descensos más peligrosos como si no hubiera un mañana y demostró su fortaleza en las cuestas más empinadas del circuito, sin bajarse de la bicicleta, derrochando fuerza y potencia para sortear cualquier dificultad hasta unirse al grupo de Nino Schurter, Victor Koretzky, Anton Cooper y Vlad Dascalu.
Todos ellos, rotos por la dureza de la prueba, fueron viendo como Valero les había recortado una eternidad y les amenazaba con arrancarles las pegatinas antes de lanzarse a por el bronce tras Pidcock y Flueckiger. Y sin darles opción, David fue dejando atrás a todos ellos hasta lanzar su último ataque a pocos metros de la meta con el que batió al todopoderoso rey de este deporte, el suizo Nino Schurter. Un final de carrera colosal para colgarse el bronce y una sensación de poderío tal que si la prueba hubiera tenido alguna vuelta más, habría podido estar peleando incluso por la plata.
El camino del campeón
Este bronce olímpico supone el premio a muchos años de trabajo para un enamorado de la bicicleta como es David. Nacido y residente en Baza, lugar habitual de sus exigentes entrenamientos, comenzó a dar sus primeros pedales con 10 años, cuando sus padres Francisco y Mari Carmen le regalaron su primera BH California. Lo que comenzó siendo una mera diversión, se tornó en una responsabilidad cuando cruzó la mayoría de edad.
Con 18 años decidió encaminar sus pasos hacía el ciclismo, a pesar de que tardó bastante tiempo en colgarse el cartel del profesionalismo. No fue hasta el año 2012 cuando hizo su primera aparición en un Campeonato de España, finalizando en novena posición. Gracias a su gran desempeño en los meses posteriores, Valero recibió en 2013 la llamada del equipo nacional para disputar varias pruebas de la Copa del Mundo, teniendo su presentación oficial en Andorra y Noruega.
A partir de ahí llegó su gran explosión con importantes éxitos en 2014 y 2015 defendiendo los colores del Olympia Factory hasta sumar su primer entorchado nacional, lo que le hizo ganarse un nombre en la élite que ya nadie más pudo borrar. En la cresta de la ola, Valero se hizo habitual de las citas más importantes de la Copa del Mundo, lo que elevaba una vez más su categoría antes de dar el gran paso en 2016 de fichar por el MMR Factory Racing y encarar la temporada de su debut olímpico a donde acudió con José Antonio Hermida y con Carlos Coloma, las dos máximas referencias de este deporte en España.
Su llegada a la alta competición fue una decisión que llegó a una edad bastante tardía teniendo en cuenta la exigencia de un deporte como el mountain bike. Acostumbrado a ser un veterano entre talentos jóvenes, el español nunca perdió la esperanza de poder llegar a lo más alto algún día, algo que ha materializado en Tokio.
A sus 32 años y con mucha carrera por delante, la mayoría de los récords y los registros de Valero están todavía por escribir. Su primer gran éxito lo consiguió en el año 2015 cuando sumó su primer Campeonato de España de campo a través en mountain bike. Desde entonces, ha establecido un dominio nacional impresionante. Los títulos siguieron cayendo y adornando su palmarés en los años 2017, 2018, 2019, 2020 y también en este 2021.
Además, en el año 2018, consiguió también el que hasta ahora había sido el mayor hito de su carrera, una medalla de bronce en el Campeonato de Europa de ciclismo de montaña celebrado en Glasgow. Durante todos estos años, David ha sido un habitual de las pruebas de la Copa del Mundo en las que ha obtenido también varios podios, haciéndose conocido en todo el mundo e instaurando un legado a nivel nacional.
La unión con Coloma
Tanto es así que en esta última parte de su carrera Valero decidió dar el golpe definitivo a su trayectoria con una unión que solo unos meses después ya ha dado grandes frutos. El reciente medallista español decidió unir su camino al de la otra leyenda del mountain bike patrio, Carlos Coloma, para convertirse en su discípulo y en su mejor alumno, ese que ahora le llena de alegrías y de motivaciones.
Coloma decidió colgar la bicicleta este año para dedicarse en cuerpo y alma a la dirección deportiva de su propio equipo, el BH Templos Café. Para hacer todavía más importante su salto, decidieron incluir a sus filas a David para formar una sociedad mágica, seguramente la de mayor nivel que se haya podido soñar en la historia del mountain bike español. Y juntos ya se han convertido en leyenda.
El logroñés ha pasado a ser el preparador y guía de un Valero que ahora ha tocado el cielo y ha saboreado la gloria en Tokio tal y como él lo hizo en Río de Janeiro cuando se colgó su única medalla olímpica, también un bronce, después de haber participado en las ediciones de Londres y Pekín. Allí, en tierras brasileñas, Valero consiguió colarse en el Top10 y rozar el diploma con un meritorio noveno puesto.
Sin embargo, se emplazó a una batalla futura que ha durado más de lo esperado, pero que ha concluido de la forma más emocionante posible. Tras los duros entrenamientos realizados en Alicante y Sierra Nevada, Valero ha tocado el cielo. Sus lágrimas son también las de Coloma y las de todos los aficionados al ciclismo que han vibrado en una mañana de julio que no olvidarán jamás y que ahora mismo, brilla con mucha fuerza en el desolado medallero español.
Este espigado ciclista que roza el 1,90 de altura y que es todo constancia, potencia y coraje ha demostrado que España también puede ser tendencia en un universo poco explorado, pero que se merece tanto reconocimiento como el que más. Valero, siguiendo los pasos de su nuevo maestro y mentor, que le guía por los mismos senderos de gloria que él tomó, ha hecho historia en Tokio con una hazaña memorable.
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