El Santiago Bernabéu volvió a ser el escenario de una de esas grandes noches europeas que tardarán décadas en ser olvidadas. El Real Madrid remontó en tres minutos, a partir del 88, al Bayern Múnich para obtener el billete a la final de la Champions League. La mejor explicación de lo de este equipo es que es inexplicable. Es mística.
En una noche así, en la que cada uno la vive a su manera y de la manera más pura, suceden muchos detalles y es casi imposible atender a todos ellos. En el Bernabéu, las imágenes en las gradas eran de euforia, muchos abrazos y alguna lágrima. Incluido algún VIP, desde los palcos, que por momentos fueron otros aficionados más vibrando con su equipo.
A Carlo Ancelotti se le veían los ojos vidriosos y a varios metros de altura, en un palco, veía el partido el que un día fuera su aprendiz y al que más adelante sucedió en el banquillo: Zinedine Zidane. El francés estuvo con su familia en el Bernabéu y no dio crédito a la nueva remontada del Madrid. Tal era su incredulidad que agitaba la mano como muestra de ello, un gesto que a muchos recordó a su celebración en la final de Kiev con el gol de Gareth Bale de chilena.
La cara de asombro de Zidane era la misma de tantos otros en el estadio. Como Rio Ferdinand, invadido por el espíritu madridista en noches mágicas como esta. Con el 2-1, todo el banquillo blanco saltó al campo. A la cabeza estaba Kepa Arrizabalaga, que a lo largo de su carrera tampoco había vivido nada igual a esto.
Tras el pitido final, la plantilla y los aficionados pasaron largos minutos de celebración. Se coreó a pleno pulmón el nombre de Joselu, el gran héroe de la noche con sus dos goles entre el minuto 88 y el 91. También se cantó el himno de La Décima, sumándose un emocionado Ancelotti al momento. En los pasillos del Bernabéu también se produjo un curioso encuentro entre Florentino Pérez y Thomas Tuchel, entrenador del Bayern.
La fiesta siguió, aunque alguno prefirió vivirla de una forma más íntima. Fue el caso de Toni Kroos. El alemán, al acabar el partido, no se marchó al vestuario. Se quedó en el césped con su familia. Primero en el banquillo y luego sobre el terreno de juego. Con el estadio ya vacío, el '8' del Real Madrid miraba a todos lados asimilando lo que acababa de vivir.
Esta imagen, por el lenguaje de sus gestos y de su mirada, la han tomado muchos como una especie de despedida. Kroos acaba contrato este verano y, en caso de no renovar, este habría sido su último partido en el Bernabéu en Champions con la camiseta del Madrid. Que los merengues no teman, que Toni no ha anunciado todavía nada y su nivel sigue siendo tan alto como para pensar que seguirá otro más.
Pero si hubo un verdadero protagonista en la fiesta, ese fue Antonio Rüdiger. El otro alemán de la plantilla del Madrid tiene una manera muy peculiar de vivir la vida, siempre con un toque de locura. Rüdiger abrazaba con efusividad a todos sus compañeros, aunque también tenía gestos más sentidos con ellos. Por ejemplo, se acordó de David Alaba -lesionado tras romperse el cruzado- y le llevó una de las sillas del personal de seguridad para que la levantara para repetir un gesto ya icónico en la Champions de 2022.
Pese a la paliza física, Rüdiger tenía energía para jugar otro partido más si quisiera. El alemán se pegó un carrerón para alcanzar a sus compañeros cuando estos corrían todos de la mano hacia la grada. Antonio se despitó, pero acabó llegando hasta ellos pegándose un sprint en toda regla.
El Madrid tuvo una celebración más privada, yéndose de madrugada a cenar a un restaurante de la capital. Los jugadores fueron saliendo del Bernabéu en sus coches, y Rüdiger volvió a dejar otra imagen viral mientras celebraba al volante.
Uno a uno, los futbolistas merengues fueron acudiendo a la cena. Allí siguió la fiesta, un encuentro cargado de emoción de una plantilla que no se cansa de lograr lo imposible. El 1 de junio, en Wembley (Londres), tendrá otra cita con la historia.