Ya lo dijo Xavi Hernández en el momento en el que dejó estupefacto a todo el mundo al anunciar su marcha del Barça al final de esta temporada: "El club necesita un cambio de dinámica". No hacía falta ser muy ducho en esto del fútbol para darse cuenta de esta evidencia, y la derrota que sufrió el conjunto culé ante el Villarreal este pasado sábado fue una muestra más de todo este complicado escenario.
El Barcelona es un equipo muerto. No tiene confianza, no termina de saber a lo que juega, y cualquier contratiempo se convierte en un obstáculo absolutamente imposible de superar. Si los jugadores estaban ya faltos de autoestima, la remontada imposible del Villarreal en los últimos diez minutos les dejó la seguridad en sí mismos por los suelos.
Es cierto que todavía queda casi media temporada por delante, pero se puede decir que esta derrota ante el Villarreal dejó al Barça prácticamente sin opciones en La Liga. Mientras que el resto de sus competidores siguen sumando de tres en tres como hizo el Real Madrid en Las Palmas, o mostrando un juego maravilloso como atesora el Girona, a los culés no les sale nada. Ni el juego, ni los resultados.
Todo esto se manifiesta en los diez puntos de diferencia con los que se fue a la cama este sábado, dobles dígitos de distancia con respecto al liderato que se pueden disparar aún más si el Girona gana este domingo en Balaídos al Celta de Vigo.
Pero este no es el único drama del Barça. El anuncio del adiós de Xavi Hernández es tan sólo la última consecuencia de este mes de enero trágico para el Barcelona. En apenas trece días los culés han visto cómo se esfumaban sus opciones de conseguir la Supercopa de España y la Copa del Rey, mientras que en La Liga ya casi se han despedido.
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Aún les falta la Champions League para aferrarse a un clavo ardiendo, pero desde luego que no parten como favoritos ni mucho menos y primero tendrán que verse las caras con el Nápoles antes de seguir soñando.
Sin dos títulos
La temporada del Barcelona ya venía cruzada desde el inicio. No ha habido prácticamente ni un sólo momento a lo largo de este curso en el que el equipo de Xavi Hernández haya convencido y haya ganado con la autoridad y la facilidad que se le presupone a un equipo con un presupuesto desorbitado.
Preso de sus palabras desde el momento en el que llegó al banquillo, cuando apostó por alcanzar la excelencia con el juego, Xavi Hernández nunca ha dado con la tecla y este Barça es muy vulgar en comparación a lo que él busca. Por eso, seguramente, la presión sobre el técnico haya sido tan grande.
Pese a todo, el Barça comenzó el 2024 estando todavía vivo en las cuatro competiciones a las que podía aspirar. Las cosas, no obstante, no tardaron en torcerse con la llegada de la Supercopa de España.
Dos partidos para levantar un título, un camino muy corto para poder maquillar las malas sensaciones. Sin embargo, lo que sucedió en Arabia empezó a desmoronar el castillo de naipes que es este Barcelona. Los culés pasaron con sufrimiento y polémica arbitral las semifinales ante Osasuna, y en la final fueron barridos por el Real Madrid.
Una humillación así por parte del eterno rival en una final nunca es fácil de digerir, así que aquel partido azotó de forma muy cruel la confianza de un equipo que ya estaba tocado.
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Después llegó la Copa del Rey. Otro título de eliminatorias y otro camino corto en un torneo todavía más prestigioso. Es cierto que ni siquiera le hubiera servido para salvar la temporada, pero desde luego que hubiera ayudado. Lejos de convertirse en una válvula de escape, fue un pasaje del terror.
El Barça rozó el ridículo en su primera ronda contra el Barbastro, un equipo de Segunda RFEF, mientras que llegó a estar contra las cuerdas durante varios minutos ante Unionistas de Salamanca, equipo de Primera RFEF. En cuanto se cruzó un equipo de Primera División por el camino como el Athletic Club todo se fue al traste y los catalanes dijeron adiós al torneo del KO en La Catedral.
Liga y Champions, complicadas
Con dos títulos perdidos por el camino, al Barça todavía le quedaban los dos frentes más complicados. En La Liga la situación ya era de por sí difícil tanto por la distancia con el líder como por las sensaciones, y la Champions ya aparecía en el horizonte como una quimera.
Por eso, los culés no podían permitirse ni el más mínimo despiste en el partido ante el Villarreal sabiendo que el Real Madrid había ganado en Las Palmas. Lo tuvo, pinchó contra El Submarino además en casa y ahí se dejó prácticamente todas sus opciones de poder pelear por La Liga hasta el final de la temporada.
Diez puntos separan a los culés de un Real Madrid que, aunque tampoco está convenciendo en este momento del curso, sí que sabe encontrar el modo de sacar adelante los partidos. Los de Ancelotti remontaron de nuevo en Las Palmas, algo que no supo hacer el Barça en casa.
El Girona también está de por medio y ahora mismo con el juego que practican los de Míchel, ese que tanto le gustaría al Barça jugar, parecen un equipo inalcanzable para este Barcelona. Aquí son ocho puntos de desventaja que podrían alcanzar los once si el Girona gana al Celta, así que estos dobles dígitos son una cuesta arriba demasiado dura teniendo en cuenta que los de Xavi no podrían volver a pinchar.
El último flotador al que se agarra este Barça es la Champions. Después de dos fracasos consecutivos en la fase de grupos, este curso Xavi logró el pase a los octavos de final donde se tendrá que ver las caras con el Nápoles. Todavía falta un mes y para entonces el entrenador espera que con su anuncio las cosas hayan cambiado. Sin embargo, mucho tendría que girarse la situación para considerar a este Barça como favorito a este título.