Junio de 2003. Un magnate ruso, por entonces desconocido, se convertía en el nuevo dueño del Chelsea. El club londinense estaba rodeado de deudas, pero un hombre de 36 años desembolsó 200 millones de dólares para hacerse con el control absoluto de la entidad. Casi 20 años después, Román Abrámovich, en su día salvador del conjunto de la Premier League, tiene ahora que soportar 1.800 millones de deuda en plena crisis y mientras lidia con las noticias que le vinculan con Vladimir Putin.
Los 1.800 millones de deuda han sufrido un ligero aumento tras la inyección de otros 24 'kilos' por parte de Abrámovich la temporada pasada. Así se desprende de la información publicada por The Times a raiz de las cuentas de Fordstam Ltd, la empresa matriz que lidera el conjunto inglés. A los 1.800 millones de euros de deuda hay que sumarle el aumento del caso 20% de la masa salarial, lo que ha situado al último campeón de la Champions League por encima de Liverpool o Manchester United.
Los datos son alarmantes, pues también hay que tener en cuenta la imposibilidad de hacer frente a la pandemia en términos económicos. El ejercicio de la 2020/2021 finalizó con pérdidas cercanas a los 180 millones de euros, mientras que en la 2019/2020, la primera campaña afectada por el coronavirus, finalizó con algo más de 30 millones de beneficio y que sirvió para hacer frente a los aproximadamente 100 'kilos' en rojo con los que finalizó la 2018/2019.
Una debilidad económica que contrasta con la inversión en el mercado, donde se han gastado, entre compras y ventas, con 76 millones de balance negativo desde la 2019/2020. Todo ello se puede hacer frente con la fortuna que amasa Román Abrámovich. La revista Forbes situó su riqueza en 14.600 millones de dólares, lo que supone un aumento del 0,10% con respecto al último análisis realizado por dicho medio. Una riqueza que cambió la historia del Chelsea, pero que no está libre de críticas e insinuaciones sobre su procedencia.
La figura de Román Abrámovich podría ser la de un oligarca ruso más. Licenciado en Artes y Ciencias, llegó a convertirse en la persona más rica de Rusia en 2008 con más de 25.000 millones de euros en su poder y ahora es propietario, por ejemplo, del segundo yate más grande del planeta. Sus inversiones en empresas de acero, las ventas de sus participaciones en el sector petrolero y su participación en proyectos de tecnología y telecomuniaciones son algunas de las máquinas de generar dinero que tiene el máximo responsable del Chelsea.
Una figura que se armó en Rusia y que, por lo tanto, tuvo que contar con el beneplácito del presidente Vladimir Putin. Ambos mantienen una relación de amistad, más o menos lejana, que les ha llevado a ser fotografiados en algún que otro evento. Pero, además, esa vinculación está confirmada por Estados Unidos, que incluyó a Abrámovich en la conocida como 'lista Putin', una convocatoria de grandes empresarios cercanos a Putin y sustentadores de las prácticas del presidente ruso.
Quiere alejarse de Putin
Las sospechas sobre sus formas de generar fortuna son difíciles de despejar. Y el ejemplo más cercano está en su decisión de 2018, cuando se convirtió en ciudadano israelí al no obtener el visado necesario en Reino Unido. Antes lo intentó en Suiza, pero según la BBC se le negó esa posibilidad por temor a que Abrámovich estuviera vinculado a alguna organización criminal. Allí, en Israel, es donde ahora está invirtiendo notables cantidades de dinero en proyectos de investigación tecnológica según han apuntado medios del país.
A pesar de las evidentes relaciones entre Abrámovich y Putin, el dueño del Chelsea ha querido desvincularse de este. Especialmente tras varias noticias en las que se aseguró que su compra del Chelsea en 2003 estuvo impulsada por Vladimir Putin con el objetivo de tener un club satélite en la Premier League y poder aumentar su peso en el deporte europeo.
Catherine Belton, periodista que incluyó esta historia en un libro sobre Putin, está librando la batalla en los juzgados después de que Abrámovich la acusara de difamación. Por el momento, un juez ha reconocido que decir que Román estaba "bajo la dirección del Kremlin" cuando compró el Chelsea supondría un delito en caso de no ser verdad. Sin embargo, falta por concretar judicialmente si realmente Putin controlaba a Abrámovich o si el oligarca ruso desarrolló la operación por interés propio.
En caso de que algún día se confirme la vinculación de Román Abrámovich con Rusia y Vladimir Putin, la historia del Chelsea y del fútbol inglés volverá a cambiar. Hasta que eso ocurra, la entidad británica tiene asegurado el futuro económico gracias al oligarca, que ocupa su espacio fuera del fútbol con negocios, batallas judiciales y acusaciones de corrupción.
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