El Fútbol Club Barcelona confirmó el fichaje de Ousmane Dembélé el verano de 2017. Después de muchos rumores, la directiva de Josep Maria Bartomeu se imponía a otros grandes de Europa y llegaba a un acuerdo con el Borussia Dortmund. El traspaso se fijaría en unos 140 millones de euros entre fijos y variables. La cantidad sorprendió, pero era una apuesta por un candidato al próximo Balón de Oro. Casi cinco años después, es Joan Laporta el que corre el riesgo de quedarse sin esa inversión con un contrato que expira en 2022 y que por el momento no se ha renovado.
Las negociaciones en los últimos tiempos se han producido. Pese a ello, como se ha podido comprobar, el acuerdo sigue sin llegar. Las lesiones de Dembélé, los rumores sobre clubes extranjeros y la inestabilidad en la cúpula del Barcelona tampoco han ayudado. Al contrario que el francés, además, se han alcanzado acuerdos con jugadores como Pedri y ya se habla de refuerzos ofensivos como Ferran Torres. Una atmósfera que complica aún más una ampliación de contrato a contra reloj. La decisión final, a la vista de lo que transmiten desde el club, está en manos del francés.
Ousmane Dembélé no ha terminado de consagrarse en el Barça desde que llegó. Ni el francés ha brillado como se esperaba por culpa de las lesiones, ni el club catalán ha vivido la mejor situación en términos institucionales, deportivos y económicos. Sin embargo, con la llegada de Joan Laporta parecía que algunas fichas del puzle podían volver a encajar. Una era la del delantero galo, que sigue sin quedar fijado en el esquema del conjunto catalán. Ni con Koeman ni con Xavi acaba de tener las cosas claras y esa falta de acuerdo lo demuestran.
El historial del galo, a pesar del interés del Barça en renovarle, no es del todo bueno. Desde que llegó en 2017 ha pasado lesionado más de 690 días. Una baja de los terrenos de juego que le ha obligado a ausentarse en más de 60 partidos con la camiseta del Fútbol Club Barcelona. Por si fuera poco, sus polémicas extradeportivas también han quedado en su trayectoria: desde el caso racista con unos trabajadores asiáticos hasta sus faltas de disciplina con el primer equipo. Una serie de conflictos que el club ha optado por olvidar en pro de su continuidad.
Por todo ello, el primer movimiento del Fútbol Club Barcelona ha llegado de forma simbólica. Un gesto que aún tiene que concretarse pero que busca convencer a Dembélé de que se convertirá en un buen sucesor de Leo Messi en la punta de ataque. Xavi Hernández, nuevo entrenador y con capacidad para gestionar a su antojo la plantilla, ha recalcado en diversas ocasiones que confía en el papel protagonista de Dembélé. Hasta el momento no se ha podido comprobar por la reciente recuperación, pero es un paso antes de que la dirección deportiva ponga el dinero de la renovación sobre la mesa.
Un revés económico
La clave de todo lo que hace el Fútbol Club Barcelona en los últimos tiempos es la de la limitación económica. Las cuentas que dejó la anterior Junta Directiva, sumada a la crisis financiera derivada de la pandemia del coronavirus, han acabado con un Barça que acumula 500 millones de euros de deuda en la última temporada y un límite de masa salarial muy complicado de gestionar. La salida de Leo Messi, de hecho, también se vio afectada por estas cuentas en números rojos.
El Barça de Laporta, por el momento, ha conseguido llegar a acuerdos con los capitanes y con algunas jóvenes promesas como Pedri. Sin embargo, la duda de Ousmane Dembélé se mantiene firme. El francés no podrá reclamar demasiadas mejoras salariales y el Barça tampoco podrá exigirse demasiado a la hora de presentar sus ofertas. Menos aún si, cómo se indica desde la cúpula, pretenden acudir al mercado de fichajes tanto en enero como el próximo verano.
Dembélé, mientras tanto, observa cómo los equipos de la Premier League van cogiendo sitio por su incorporación. El galo acaba contrato en 2022 y se convertiría en toda una incorporación de lujo sin apenas desembolso. El delantero ha demostrado, cuando las lesiones le han respetado, que tiene potencial suficiente para brillar en la élite deportiva. Y, por ello, opciones lejos de Barcelona no le faltarán. Si acaba apostando por su marcha, el Barça habrá perdido una inversión de 140 millones de euros en cinco años marcados por los tibios resultados y terremotos internos.
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