El fútbol francés se enfrenta a su mayor reto. Poco después de fichar a Messi y en plena batalla por retener a Mbappé, la atención estaba puesta en cómo convertirse en una de las competiciones nacionales más seguidas del planeta. Sin embargo, los hechos acontecidos en el Niza-Marsella han desviado por completo la atención. El país reabre el debate sobre el papel de los ultras en el deporte y tiene ante sí el reto de acabar con el poder de estos grupos radicales en clubes con larga historia como ha sucedido en otros países.
Todo comenzó en un saque de esquina aparentemente normal. Tensión en la grada. Corre el minuto 74 y el Niza gana al Marsella. El francés Payet se dispone a sacar desde la esquina cuando, de repente, una lata con bebida dentro impacta a gran velocidad contra su espalda. El público más radical acaba de agredir a un jugador de fútbol profesional. El galo, lejos de calmarse y entre la marabunta formada ya con árbitro y plantilla rival, devuelve el lanzamiento a la grada. Había estallado el primer gran caso de agresión ultra de la temporada.
Los más radicales del fondo del Niza invadieron el terreno de juego. Se encararon con los jugadores del Marsella, alguno subido de pulsaciones, y agredieron a otros tantos. La plantilla del Niza intentaba separar mientras la seguridad se veía claramente desbordada. Finalmente, y tras varios minutos de tensión y golpes, el plantel del Marsella se retiró a vestuarios. Rechazaron salir a jugar de nuevo mientras los responsables del Niza decían tener bajo control todo.
Pablo Longoria, máximo mandatario del Marsella, se negó. Sus jugadores, con heridas por las agresiones, también. La Ligue-1 confió en el Niza y, ante la falta de comparecencia del Marsella, dio el partido por finalizado. Su intención era reanudarlo, pese a todo. Pasaron pocos minutos para que la polémica estallara: cargos políticos, representantes del deporte y aficionados en general mostrando su indignación. Unos ultras habían sido capaces de saltar al césped para agredir al equipo rival.
Revisadas las imágenes y visto el alcance de lo sucedido, la Ligue-1 ya ha abierto una investigación. Próximamente ambos clubes tendrán que declarar. La competición, así, se enfrenta a un caso por el que puede ganar o no credibilidad. Si hace un año fue por el 'caso Neymar', donde el brasileño denunció un insulto racista de Álvaro González, también del Marsella, esta vez les toca la violencia ultra. En aquella ocasión, cabe recordar, la larga investigación no pudo confirmar que existiera insulto racista alguno.
Los ultras del Marsella
Los dos principales grupos ultras del Marsella tienen un gran peso en el club y están consideraros uno de los grupos más radicales del fútbol europeo. En 2016, sin ir más lejos, la ciudad de Bilbao comprobó esa violencia con una batalla campal entre radicales de ambos equipos. Dos años después, la misma ciudad vio cómo un ertzaina perdía la vida por culpa de los altercados provocados por los radicales del Spartak de Moscú. Pese a ello, la hinchada del Marsella suele estar en lo más alto de la escala del miedo.
Bien lo saben en el club y en las ciudades colindantes. Hace unos meses, cuando el PSG se jugaba la final de la Champions League ante el Bayern, Marsella se vio obligada a prohibir lucir por las calles cualquier elemento del cuadro parisino. Ni camisetas ni bufandas, pues podía suponer la agresión de los radicales marselleses. La medida fue retirada tras la polémica generada, pero era una clara muestra del peso de estos grupos en las calles.
Y, más recientemente, la crisis interna que vivió el club hizo estallar a los radicales, que incluso asaltaron la ciudad deportiva para encararse con sus jugadores. Los dos principales grupos ultras del Marsella, Comando 84 y Winners, se colaron en las instalaciones para enfrentarse a los jugadores. Algunos, como el español Álvaro González, fue agredido y hasta le robaron en esos enfrentamientos. La explicación que se dio de sus actos fue que querían mostrar su malestar con la directiva de entonces, liderada por Jacques-Henri Eyraud.
El veterano acabó dejando el cargo semanas después de que lo hiciera el técnico Villas-Boas, también algo harto de la presión que tenían los ultras sobre los resultados del club. En lugar del francés llegó Pablo Longoria, un español de 34 años con experiencia en la gestión del fútbol de élite. Fue un movimiento sorprendente y arriesgado. También complicado para el propio Longoria, que sin embargo parece haberse ganado a gran parte de la afición.
Longoria, justo en ese mes de febrero negro donde Villas-Boas dimitía y la cúpula del club se descomponía, pidió "trabajar en unidad y con el estado de ánimo adecuado" a los ultras del Marsella, que semanas antes habían acometido ese asalto al centro de entrenamiento. Más adelante, y ya asentado como máximo mandatario, Longoria cesó a Thierry Aldebert, uno de los hombres fuertes de la anterior directiva y que había apostado por disolver Comando 84 (CU84). Longoria, según L'Equipe, le despidió en la misma semana en la que había entablado conversaciones con los aficionados.
Está por ver ahora cuál es la reacción de los ultras del Marsella y, sobre todo, el recibimiento que pueda tener el Niza cuando acuda a sus instalaciones. La atención está puesta en la Ligue-1 y su investigación, así como en las medidas que tomen las autoridades políticas.
El Gobierno actúa
La reacción en las altas esferas políticas no se ha hecho esperar. Y especialmente a la vista de la actuación de la propia competición, que se postuló a favor de que se celebrara el partido dejando en mal lugar la postura del Olympique de Marsella. Una de las primeras actuaciones, de hecho, llegó como consecuencia de la decisión de la Ligue-1 de que el encuentro podía seguir su curso.
El alcalde de Marsella, Benoit Payan, no tardó en defender al equipo de su ciudad. "Jugadores agredidos, falta de seguridad: el partido nunca debería haber reanudado. Triste decisión. Orgulloso de mi equipo que no participó", escribió al poco de confirmarse que el equipo marsellés no regresaría al terreno de juego en su cuenta oficial. Poco después, el representante de la ciudad confirmó que iba a hablar con la ministra de Deportes para trasladarle su postura.
"Se trata de deporte, no se trata de pelear. No jugamos al fútbol como si fuéramos a la guerra. Después de lo que pasó, la Liga debió haber parado definitivamente el partido y reanudarlo", ha reconocido Payan en France Info. En esa conversación con Roxana Maracineanu, Payan defenderá la actuación del Marsella y trabajará para que no se dé por perdido el encuentro. Como él, otros cargos políticos como el senador han trasladado una carta oficial a Maracineanu para evitar que se dé un "plus a la violencia" otorgando el triunfo directamente al Niza.
La postura del ejecutivo de Macron no es muy diferente. La ministra, consciente del revuelo generado, ha subrayado que "se ha cruzado la línea roja" y ha puesto en duda la eficacia del protocolo de seguridad. Y es que, más allá de cumplir las recomendaciones contra la Covid-19, cabe recordar que introducir botellas de cristal a los estadios es una práctica ya prohibida.
"Los clubes que albergan partidos son responsables de la seguridad de los jugadores, entrenadores y árbitros que están en el terreno de juego por encima de todo y de lo que sucede en la grada con palabras y hechos", ha indicado también en France Info. La ministra incluso espera que haya "sanciones penales" contra los ultras que acaben siendo señalados como culpables de las agresiones.
Francia tiene ante sí la mejor oportunidad para abordar un tema que parece tabú: el del peso de los ultras en el mundo del deporte, y especialmente en el del fútbol. Las agresiones a los jugadores del Marsella se suman a los actos de otros grupos radicales que han cobrado cada vez más peso en las entidades deportivas.
El espejo de Europa
El caso de Francia, con presiones de los ultras de forma constante, no es algo que esté extendido en las principales ligas europeas como la Premier o la competición española. En esta segunda especialmente, pues los grupos más radicales han ido perdiendo fuerza hasta quedar desaparecidos en los principales clubes del país. Los casos del Real Madrid o del FC Barcelona son los claros ejemplos, pues tradicionales grupos ultras que acudían al Santiago Bernabéu y al Camp Nou ya no tienen presencia en la grada ni influencia en las decisiones del equipo.
Por el contrario, sí quedan aún vínculos entre estos grupos y las plantillas. El Atlético de Madrid, por ejemplo, recibió la 'visita' del Frente Atlético cuando estaba concentrado en un hotel en plena crisis por la creación de la Superliga y con la entidad colchonera dando un paso atrás. Otros como el Sevilla, en 2018, tuvieron a los Biris en la puerta del entrenamiento, pese a ser cerrado, con la intención de hablar con la plantilla sobre la situación del equipo.
El caso en Reino Unido es similar, pues estas facciones han ido perdiendo protagonismo en la grada. Hace casi 35 años, cabe recordar, se prohibió la venta de alcohol en el interior de los estadios para reducir comportamientos violentos. Ahora, con el objetivo de impulsar la economía de los clubes por la crisis de la Covid-19, se ha llegado a plantear poner fin al veto, según publicó Daily Mail. El miedo a los hooligans es menor.
Pese a ello, los últimos meses se han podido ver de nuevo la peor cara de las aficiones. La más radical. La que influye en las directivas y la que paraliza la ciudad. Con la Superliga Europea, sin ir más lejos, hubo aficionados del Manchester United que asaltaron las instalaciones de Old Trafford hasta el punto de obligar a cambiar de fecha el duelo ante el Liverpool. La guerra de los hoolingas con la directa se acrecentaba.
Los incidentes, que comenzaron en las calles con cargas policiales, se trasladaron al interior de un estadio que vio a aficionados colgándose hasta de las porterías. Además, y con la vuelta masiva del público a los estadios, los grupos ultras también se han dejado ver por las calles de Inglaterra con alguna que otra pelea en los establecimientos. De nuevo sirve como ejemplo la hinchada de Mánchester, que sembró el caos antes del United - Leeds con una batalla entre ambas facciones.
Tras meses sin público en los estadios, y por ende sin ultras en las gradas, el fútbol trabaja para volver a la normalidad. En manos de clubes y autoridades está si mejorar esa normalidad hacia un entorno más seguro que convierta los estadios de fútbol en recintos únicamente deportivos.
[Más información: El Niza culpa a Álvaro González de las agresiones de sus radicales a los futbolistas del Marsella]
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