El 2021 quedará marcado como el año en el que la idea de la Superliga, hasta el momento algo que no se había comentado públicamente y que quedaba como un proyecto de futuro, dio un paso al frente para ver la luz. La nueva competición, fundada por 12 grandes clubes de Europa, buscaba aumentar los ingresos y mejorar las audiencias del fútbol continental. Sin embargo, la reacción de la UEFA, ligas nacionales e incluso gobiernos fue tajante: había que tumbarla. En 48 horas lograron dejar en pausa el proyecto, pero ni la Superliga ha muerto ni su nacimiento fue en vano.
En primer lugar, cabe destacar que la Superliga como tal sigue funcionando. De los 12 clubes, nueve anunciaron su marcha. Pero, pese a los comunicados oficiales adelantando su baja de la competición o los pactos con la UEFA para recibir sanciones en caso de apoyar este tipo de proyectos, aún siguen legalmente vinculados al proyecto. De hecho, los clubes de la Premier League, fundamentales en la crisis de la Superliga por su desbandada, no se han desligado todavía y están buscando formas de hacerlo para evitar cualquier posible infracción.
Además, tanto Real Madrid como Barcelona y Juventus, las tres entidades que no han cedido ante la UEFA, podrán competir en la próxima edición de la Champions League tras las amenazas de Aleksander Ceferin de ser sancionados y quedarse sin presencia en la competición europea. Ello, sumado a que el conflicto entre la Superliga y la UEFA se decidirá en los tribunales bajo la sospecha de una actitud monopolística de la organización, da alas suficientes al proyecto de esa nueva competición.
A la espera de saber si la Superliga sigue o no, lo que ya es evidente es que ha servido de toque de atención para la UEFA. El organismo que lidera Ceferin, desde que se confirmara la creación de ese torneo, ya ha dejado entrever varias modificaciones en el fútbol continental con el objetivo de ganar atractivo. Algunas son oficiales e inmediatas, otras de futuro, pero todas con la intención de revolucionar el panorama actual.
Sus modificaciones
La más importante y que llegó poco después del anuncio de la Superliga fue la modificación del formato de la Champions League. Algo que venían reclamando los grandes equipos de Europa, incluidos los fundadores de la Superliga, pero que no cumplió con las expectativas. La UEFA amplió a 36 los conjuntos participantes e implantó una especie de liguilla. Un formato algo enredado donde habrá más ingresos y más partidos, pero no necesariamente entre los grandes, y que recibió tanto las críticas de los equipos como de entrenadores y jugadores.
Ese formato, además, no entrará en funcionamiento hasta 2024. Y es esa fecha la que Ceferin parece marcarse como la de la revolución en su fútbol. Principalmente porque, más allá de esa nueva Champions League, también podría nacer la primera Final Four de la competición europea. Al estilo del baloncesto, donde los cuatro mejores equipos de la Euroliga se juegan el título en varios días, o imitando el formato de Lisboa en 2020, Ceferin dejó entrever estas últimas semanas sus intenciones.
La Final Four, según explicó, podría ir acompañada de toda una semana de deporte concentrada en una misma sede y con diferentes eventos que atrayeran la atención del aficionado. Algo que podría suponer un notable incremento de los ingresos y que, en parte, también podría generar mayor expectación en el aficionado. Sin embargo, tendrá que esperar en el tiempo y contar con cierto consenso entre los clubes.
La última modificación, y que prácticamente será la única con efectos inmediatos, es la de la eliminación del valor doble de los goles como visitante. Una demanda que existía en el debate constante del mundo del fútbol y que, sin embargo, la propia UEFA rechazó hace dos años.
El camino de la FIFA
La UEFA no solo se ha tenido que enfrentar a tres de las grandes entidades deportivas del continente, sino también a la organización de fútbol más importante a nivel mundial como es la FIFA. El ente que lidera Infantino ya había tenido ciertos desencuentros con la UEFA de Ceferin. Y rostros del fútbol como Javier Tebas, que ha celebrado la reacción de la UEFA, llegaron a señalar a Infantino como uno de los impulsores de la Superliga Europea. Sin embargo, en las últimas semanas esa distancia entre ambas organizaciones parece haber ido a mayores.
Principalmente porque el camino de la FIFA no es el mismo que el de una FIFA que sí aspira a renovar algo el estatus del fútbol actual. Primero, como llegó a confirmar Infantino, con la creación de una Superliga en África muy similar a la que se ha planteado en Europa. Y luego con la posibilidad de establecer el Mundial de selecciones cada dos años, algo que en la UEFA no gusta en absoluto. Si a eso se le suma el nuevo formato del Mundial de Clubes -que ya rechazó el organismo de Ceferin- y la postura de reconciliación y negociación con los clubes de la Superliga Europea, la posición de cada una de las federaciones es casi opuesta.
Sin esa unidad, la UEFA tendrá más complicado plantar cara a quienes pidan cambios. Más todavía si la propia FIFA es la que impulsa esas modificaciones con el objetivo de aumentar sus ingresos y obtener mayor atención entre los aficionados al fútbol mundial.
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