La Copa América más complicada de los últimos años comenzará este domingo 13. Y lo hará con un Brasil - Venezuela después de notables complicaciones. El torneo de la Conmebol ha estado acompañado de críticas y dudas desde el inicio y se prevé que esa presión se mantenga a lo largo de todo su desarrollo. La situación política y la crisis sanitaria generada por la Covid-19 han dejado la suspensión del evento en el aire hasta el último instante.
Esta edición, cabe recordar, se iba a disputar en una doble sede. Así se fijó en 2019, cuando se estableció un formato de dos grupos, uno en cada país, y un calendario similar al de la Eurocopa. El objetivo era solapar ambos torneos para liberar ligeramente las fechas de sus principales estrellas. La idea era perfecta y Argentina y Colombia se llevaron el premio de albergar los partidos.
Sin embargo, en 2020 llegó el primer golpe. El coronavirus, desatado por todo el planeta, obligaba a cambiar las fechas del torneo. Como sucedió con la propia Eurocopa o hasta con los Juegos, la Copa América pasaba a ser aplazada al 2021. Hasta ahí todo bien, pues durante los últimos meses se reafirmó la confianza en realizar el torneo e incluso se soñó con meter algo de público en los partidos.
Pero todo cambio en la recta final del torneo. La Covid-19 empeoró sus datos en los países participantes pese a la llegada de la vacuna. Y la calle cada vez veía más innecesario celebrar un evento como la Copa América. Entonces, comenzaron los problemas. Las protestas en Colombia contra Iván Duque se sucedieron varias semanas, con incluso muertos en las calles y partidos nacionales paralizados por el gas que empleaban las fuerzas de seguridad en el exterior. Una situación que, después de un largo análisis, llevó a la Conmebol a eliminar a Colombia.
El torneo, entonces, se desarrollaría en su totalidad en Argentina. Pero el país presidido por Alberto Fernández tampoco tenía buenos datos sanitarios y, por ello, intentaron establecer férreas medidas de seguridad sanitaria. La Conmebol, siempre según representantes argentinos, no estuvo conforme porque le parecían excesivas. Y la Copa América volvió a quedar en el aire.
Finalmente, la organización optó por una Brasil que no tardó en proponerse. Pese a sumar sus muertos de la Covid-19 por miles al día, Bolsonaro logró convencer al organismo y se hizo con el torneo después de varios cambios. Sin embargo, las dudas sobre su viabilidad continuaron.
El boicot de Brasil
La respuesta de la calle no fue buena. Y de la política tampoco, pues la oposición socialista y algún sindicado llevó la decisión de Bolsonaro a la Corte Suprema. Los jueces convocaron un pleno extraordinario y debatieron sobre la necesidad de celebrar la Copa América en territorio brasileño pese a los malos datos sanitarios. Ni 24 horas tardaron en dar luz verde.
Un respiro para Bolsonaro, pero que no ha calmado la situación. Principalmente porque antes de esa comunicación, la plantilla de Brasil dejó caer la opción de un boicot que después fue aclarado. Todos los jugadores compartieron una nota de prensa donde se oponían a la celebración de la Copa América, pero donde reafirmaban su defensa de los colores nacionales. En definitiva, jugarían a disgusto.
El futuro de Messi
Por si fuera poco, la Copa América no solo tendrá las dudas de cómo reaccionará la población a su disputa, sino que también existirá el foco de Leo Messi. El argentino liderará a su selección y está a la espera de confirmar cuál será su futuro. El delantero no ha renovado con el Barça y se convertirá en agente libre a final de mes si no amplia su vinculación antes.
Cada partido, cada gesto y cada declaración será medida con lupa. En Barcelona son optimistas, pero una actuación con la selección puede cambiar todos los planes de Messi. Su situación, sin duda, puede acabar siendo el partidazo del torneo.
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