Carles Tusquets probablemente no esperaba convertirse en presidente temporal del FC Barcelona. Él ejercía tranquilo como nombre de referencia en la comisión de estrategia económica de la entidad azulgrana. Pero, por bendición de los estatutos, se vio obligado a tomar el mando del conjunto catalán allá por finales de octubre. Las reglas culés le daban la presidencia de la Comisión Gestora y la dimisión de Bartomeu y su Junta Directiva le cedieron el testigo.
El ya expresidente estaba siendo duramente criticado. Nadie confiaba en su proyecto. Ni Leo Messi, que semanas antes había pedido por burofax su salida inmediata del Barcelona sin pago de la cláusula. El dirigente negó la mayor y le dejó como única vía la de la guerra judicial, algo que Messi rechazó optando por mantenerse hasta final de temporada en el club de sus amores. Sin embargo, fue el avance de la moción de censura lo que detonó el adiós de 'Barto'. Evitando convertirse en el primer presidente cesado del Barcelona, Bartomeu dio un paso atrás y dejó a Tusquets al frente.
El nuevo líder culé tenía una única exigencia: convocar elecciones cuanto antes. Y para ello contaba con un límite de tres meses, tal y como marcaban los estatutos. Las fechas más tardías llegarían en enero. Las más tempranas, y que defendieron tanto precandidatos como candidatos, eran las de diciembre. Era la única medida que tenía que tomar Tusquets y su Gestora: la de los comicios. Y ahí defraudaron a muchos al establecer la fecha electoral a finales de enero. Llovieron las críticas a su persona y comenzó a ganarse la oposición de aficionados y candidatos.
Tusquets comenzó a comprobar lo que suponía ser el máximo dirigente de un club como el Barcelona. Presión constante, críticas, dudas... Una atmósfera que ni él quería ni se esperaba, pero que dada la crisis deportiva y económica del Barça tuvo que combatir desde el despacho principal del Camp Nou. Los estatutos solo le dejaban tomar decisiones que fueran determinantes para la supervivencia del club y la defensa de sus intereses. Ni más ni menos. Pero, ni ajustándose a ello, consiguió ganarse una defensa entre los principales rostros azulgranas.
Acuerdos clave
Pese a las críticas, la realidad es que Tusquets actuó de lo mejor que podía. Una de sus grandes victorias estuvo en el acuerdo alcanzado con la primera plantilla, que se negaba a asumir una adecuación salarial ante las pérdidas de 97 millones de euros y el aumento de la deuda anunciado por Bartomeu. El expresidente se marchó renovando a varios jugadores y aplicando esa adecuación, pero el resto de la plantilla seguía negándose a esa operación.
Tusquets llegó a fracasar en un primer momento. Las reuniones, varias y con AFE incluida, no llegaron a buen puerto. Sin embargo, y una vez superada la fecha límite que se establecieron las partes, un nuevo encuentro permitió alcanzar un acuerdo. El Barcelona de Tusquets firmaba la paz con sus estrellas y, de alguna manera, acababa con la batalla de semanas atrás y que caracterizó el último tramo de Bartomeu en la presidencia. Tusquets se apuntaba un tanto, salvaba al Barcelona económicamente y emitía un comunicado donde se ponía en valor la cesión de los futbolistas del primer equipo.
El presidente de la Gestora también se vio obligado a defender la continuidad de Koeman en los peores momentos. Cualquier palabra valía. Un gesto podía desequilibrar al club, pero él, las pocas veces que habló, trasladó su total apoyo a un Koeman que iba mal en La Liga y generaba dudas constantes. Ni los candidatos mostraban su seguridad a que continuara en el banquillo. Tusquets evitó más inestabilidad, confió en él y, meses después, Laporta incluso baraja dejarle a final de temporada.
Por si fuera poco, Tusquets firmó un último logro económico. Por casualidad o pillería, su fecha electoral dejaba muy poco espacio al nuevo presidente del Barcelona para fichar. Apenas unos días con el mercado casi resuelto y muchas cosas por organizar. Era casi imposible que el mandatario entrante tuviera tiempo y capacidad económica para incorporar a alguna estrella. El Barça no podía fichar sin dejar salir antes. Y, Tusquets, consiguió que eso ocurriera bien con voluntad propia o por simple azar del calendario.
Siempre criticado
Tusquets no lo pasó bien. Especialmente cuando dejó entrever que, de haber vendido a Messi, el Barcelona no habría vivido la presión económica del primer tramo de temporada. Unas palabras que le generaron una oleada de críticas y que, como él mismo reconoció, hizo que apenas apareciera en medios de comunicación. El linchamiento hacia su persona era constante.
Por una parta, recibía críticas de aficionados. Por otra, incluso de los por entonces candidatos. Con Laporta, curiosamente nuevo presidente, tuvo sus más y sus menos. Incluso le acusó de amenazas en una carta al actual líder del Barcelona. Justo en un momento donde los tres aspirantes a la presidencia negociaban dar poder a la Gestora para fichar a jugadores como Eric García o Memphis Depay.
Y es que el aplazamiento de los comicios por la situación de la pandemia anuló cualquier opción de que el nuevo presidente pudiera fichar. Se pasaba de enero a marzo -lo que a su vez generó más enfado entre el movimiento culé, que ya había criticado las elecciones en enero y no diciembre-. Laporta evitó el acuerdo y pidió esperar a verano para hacer incorporaciones, por lo que tampoco hubo fichajes.
Ahora, tiempo después de cumplir su gran sueño -dejar de ser el presidente del Barça-, Carles Tusquets ha denunciado amenazas en redes sociales, donde se filtró su matrícula y se pedía atropellarle mientras fuera en su moto. Además, ha respondido a los que le llamaban okupa por retrasar las elecciones. El tiempo, por el momento, parece haberle dado la razón en su gestión: el Barça no se deshizo en un momento de grave crisis institucional y deportiva y los que pedían el cese de Koeman ahora barajan su renovación.
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