El ciclismo vive en estos días la resurrección de uno de los ciclistas más icónicos de este siglo. En los últimos años hemos visto a Alejandro Valverde dar una lección año tras año de que se puede ganar superando los 35 años con la misma autoridad, o más, que cuando tenía 25. Ahora ese ejemplo lo está dando Mark Cavendish, con el atenuante de haber superado una situación muy complicada durante este tramo final de su carrera.
Los ajenos al mundo de los tubulares asocian la palabra "ganar" a aquellos nombres que suenan justo cuando abren un ojo tras la particular siesta veraniega con el Tour de Francia de fondo. Los más mayores recordarán a Mario Cipollini, Rick Van Looy o Djamolidine Abdoujaparov, los que son un poco más jóvenes a Erik Zabel, Robbie McEwen y Alessandro Petacchi. Pero los tambores del esprint que hacían sonar los 'trenos' de los equipos de estas estrellas eran la sintonía que marcó a muchos de los amantes de este deporte.
El de Cavendish ha sonado hasta 30 veces en la ronda gala, 148 veces como ciclista profesional hasta esta semana. La posibilidad de superar la marca de Eddy Merckx que cosechó 34 está encima de la mesa, aunque hasta ahora no parecía capaz de volver a competir en un esprint. Después de lo sucedido en el Tour de Turquía en estos últimos días, alguno habrá que todavía soñará con lo que pueda conseguir uno de los mejores ciclistas británicos de la historia.
Porque esta competición, a priori de segunda categoría, ha sido el lugar donde Cavendish ha resucitado después de una travesía de más de 1.000 días entre problemas físicos y mentales. El británico acudía a esta ronda a seguir probándose. De hecho, está acompañado de otro gran esprinter como Fabio Jakobsen, el hombre que sufrió el terrible accidente en el pasado Tour de Polonia, que volvía en esta ronda a la competición profesional después de su larga recuperación. Junto al neerlandés ha conseguido tres victorias que le vuelven a colocar bajo los focos.
Leyenda viva
La vida de Cavendish cambió radicalmente lejos de su Isla de Mann natal, cuando en Alemania demostró su capacidad para esprintar. Bajo la estructura del legendario T-Mobile de Zabel y Ulreich creció, hasta que este equipo desapareció entre tramas de dopaje. Poco a poco se fue haciendo un hueco en el pelotón profesional, sobre todo cuando en 2007, con 21 años, se hacía con su primer Gran Premio de Escalda. Esa misma temporada siguió sorprendiendo en la Volta a Cataluña con dos triunfos de mucho nivel.
Repetiría victoria en la 'Scheldeprijs' y llegarían sus primeros triunfos en el Giro de Italia y, sobre todo, cuatro victorias en el Tour de Francia el año siguiente. El paso adelante llegaría con la Milan - San Remo que consiguió con 23 años. Pero su pico de forma lo confirmaría con la victoria en la prueba de ruta del Mundial de Copenhague de 2011. Esa misma temporada había dominado el Tour con su equipo, el Columbia - HTC.
Era uno de los capos del pelotón ciclista y sumaba victorias en las tres grandes vueltas, entonces probaría suerte en la nueva estructura de su país, el Team Sky. Ayudó a que un equipo británico consiguiera por primera vez el maillot amarillo del Tour, pero sacrificando el suyo verde. Es por lo que pondría rumbo a Quick Step para tener su primera etapa. Era habitual verle llegar a los Campos Eliseos en primer lugar siempre, pero esto empezaría a cambiar.
Los problemas
Durante su carrera ha tenido sus más y sus menos con varios ciclistas por su actitud en los esprint, provocando alguna caída que podía haber sido muy grave. Mientras desarrollaba su carrera en el ciclismo en ruta, tampoco descuidaba otras modalidades como el omnium. Ahí, quizá, protagonizó el momento más vergonzoso cuando fue responsable del accidente del surcoreano Sanghoon Park en los Juegos Olímpicos de Rio de Janeiro en 2016. El ciclista salió incosciente de la pista.
La llegada de otros grandes esprinter como Peter Sagan, Andre Greipel o Marcel Kittel supuso que estas estrellas del embalaje le quitaran victorias, a la vez que aparecieron los problemas físicos. Problemas en el hombro derecho en 2014 le paralizaron en parte, pero en 2016 siguió dando guerra consiguiendo vestir por primera vez el maillot amarillo del Tour.
En 2017 se torcería de forma definitiva su carrera cuando le diagnosticaron el virus de Epstein-Barr, es decir, la llamada 'enfermedad del beso'. Tras unos meses sin competir por culpa de ese percance, intentó estar a la altura para el Tour y ahí se produjo su gran lesión. Si ya había tenido problemas en el hombro derecho, el británico se iría contra las vallas en la cuarta etapa en un envite contra Sagan. Él se tuvo que retirar de la carrera por la fractura de omóplato que se produjo en ese momento, el eslovaco porque le echaron, aunque algunos le echaron la culpa al británico por intentar meterse por donde no se podía.
Todo esto desembocó en una depresión que él mismo desveló y que le tuvo fuera del panorama ciclista prácticamente dos años. Fue en 2018, cuando primero se volvió a fracturar el hombro, luego se rompió una costilla en Tirreno - Adriático y unas semanas después se fracturó otra en la Milán - San Remo. En agosto de ese año paró de competir.
"Mi salud física no ha sido la única que ha sufrido daños durante este par de años. He luchado muy duro contra una depresión durante este tiempo. Me diagnosticaron depresión en agosto de 2018. No he tomado ningún tipo de medicación. No era el momento o el lugar, pero recibí ayuda. Estaba en el lado oscuro y ahora estoy en el otro lado", explicó en 2020, tras año y medio de agonía. La pandemia no ayudó a que pudiera tener un gran rendimiento con Bahrein - McLaren.
Ahora, con la confianza de las tres victorias en Turquía y bajo la influencia de la manada de lobos del Deceunick - QuickStep, la 'bola de cañón' quiere volver a reinar en los esprint del panorama ciclista internacional. El regreso de una estrella del ciclismo internacional es un punto positivo para un pelotón lleno de promesas que empiezan a ser una realidad y algunos viejos rockeros que no quieren dejar de ganar.
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