La cantera del Joventut de Badalona abrió la puerta a un talento precoz hace ya 16 años. Ricky Rubio (El Masnou, 1990) hacía su aparición en Liga Endesa con apenas 14 años. Su aspecto físico era el habitual de un chaval en plena adolescencia. Su inteligencia en el parqué, todo lo contrario, podía asemejarse más a la del veterano del deporte. Una mezcla de atrevimiento y elegancia que le catapultaron a la élite. Primero fue el Barça y luego la NBA sin olvidar su impacto en la Selección. Sin embargo, de toda esta carrera puede que su mejor asistencia se haya producido lejos de las canchas. Ricky, además de estrella, se ha convertido en referencia social.
El catalán podía tomar varios caminos entrando tan rápido en el mundo del éxito baloncestístico. Ricky tenía la opción de la excentricidad. También la de la normalidad. Pero, pese a la amplitud de sus opciones, él optó por la que ha acabado siendo la mejor. Una vez tocada la cima sabía que tenía el poder de cambiar las cosas. Rubio se fijó como objetivo utilizar su influencia para impulsar proyectos sociales. Y, años después, lo que pensó como un sueño es una realidad. La vida de Ricky Rubio, su figura, son imposibles de comprender sin tener en cuenta la otra cara del deportista.
El golpe más duro y que cambiaría su existencia se produjo en 2016. Su madre, Tona Vives, fallecía a causa de un cáncer de pulmón. Ricky Rubio cambiaba por completo. Ese sufrimiento en primera persona por la enfermedad le llevó a buscar una salida. Y la encontró conociendo los hospitales en los que se trataba el cáncer, muchos de ellos en niños. Dos años después, y tras superar una pérdida imposible de olvidar y que le marca en cada paso, vio cómo tanto interés en ayudar a los más débiles cogía forma con su Fundación.
"A mi madre le diagnosticaron cáncer de pulmón en el verano de 2012. Los siguientes cuatro años fueron un auténtico infierno. En una de las últimas conversaciones con ella, le prometí que haría todo lo posible para ayudar a los demás". Y su promesa la cumplió a la perfección, pues hasta la NBA le ha entregado el NBA Cares Community Assist Award. Un reflejo de cómo un jugador puede convertirse en referente lejos de las pistas.
El reconocimiento NBA
Las buenas obras no cobran salarios ni se mantienen en la mejor liga de baloncesto del mundo. Tampoco gana medallas con la selección ni premios individuales. Por ello, es evidente que si algo tiene Ricky Rubio en una cancha es talento. Desde las asistencias, que eran su punto fuerte y que comenzó repartiendo con una media de ocho por partido en su primera temporada, hasta una evolución en el aspecto anotador para firmar 15,1 puntos por encuentro (su mejor marca en la NBA) como en la actualidad. Unos datos que todavía no le han permitido asentarse en una franquicia.
Ricky Rubio ha sido víctima de la volatilidad del mercado NBA. Traspasos a última hora, operaciones múltiples y nombres que van y vienen en apenas unos minutos. Una atmósfera muchas veces criticada por olvidarse del jugador y convertirlo en puro producto, pero que es innata de una NBA que abre su mercado de traspasos por todo lo alto. Desde que llegara en 2011, Ricky ha pasado por cinco franquicias diferentes. Y en alguna como Oklahoma City Thunder no llegó ni a debutar.
El salto a la NBA se produjo en el 2011, dos años después de ser elegido en el Draft por Minnesota. Los Wolves le harían hueco en su equipo y supondrían la franquicia que mayor estabilidad le dio en seis temporadas. Sin embargo, la necesidad se acabó y Ricky acabó siendo traspasado a Utah Jazz en 2017. Su implicación ofensiva mejoró notablemente, pero sería en 2019 con la camiseta de los Suns cuando tocó su tope anotador con casi 13 puntos por partido para ver al nuevo Ricky Rubio.
Los Suns parecían un buen lugar para el español, pero en 2020 acabó su estancia en la franquicia con mucha polémica. "Nosotros también somos personas", llegó a criticar en La Ventana su traspaso a Oklahoma. Lo peor estaba por llegar, pues el "businnes" del que él hablaba le llevó, sin haber debutado, de vuelta a Minnesota. Este regreso sería temporal y, tras una temporada algo baja, acabó recalando en Cleveland en su último año antes de convertirse en agente libre.
Ahora, en los Cavs, parece estar luciendo más que nunca gracias a la confianza de Bickerstaff. Ricky ha encontrado la felicidad con sus proyectos. Y esa calma se traslada en la pista, donde está anotando más que nunca (15 puntos de media) y brillando hasta soñar con una presencia en el All Star. La campaña entre los aficionados ya ha comenzado y más teniendo en cuenta que se celebrará en Cleveland. La operación se antoja complicada, pero puede ser la forma en la que la NBA recompense a un jugador cuyo talento ha pasado desapercibido entre traspasos sorpresa.
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