La transedad, palabra que proviene del término inglés trans-age, es la identificación que se hace de la situación de algunas personas que se sienten con una edad diferente a la que tienen biológicamente. Este concepto se suele producir entre adultos que se sienten niños, que intentan comportarse como tales y que quieren ser tratados de esta forma.
Sin embargo, también puede producirse de manera inversa. Niños que se sienten más adultos de lo que realmente son y que quieren ser tratados así y que se comportan de este modo. Dos situaciones que recuerdan tanto al Síndrome de Peter Pan, reconocido en psicología como un trastorno que provoca una distorsión de la realidad, como a una madurez precoz, es decir, aquellas personas de las que se suele decir que son muy maduras para su edad.
No obstante, la transedad sería llevar a la enésima potencia cualquiera de estos dos estados. A pesar de que estas circunstancias existen en la sociedad, es cierto que no se encuentran muy extendidas. Pero se han producido casos muy sonados. Sin duda el más llamativo es el de Stefonknee Wolscht, un hombre de 52 años que a los 46 decidió dejar a su mujer y a sus siete hijos para vivir la que consideraba su verdadera vida, la de una niña de seis años. Es decir, un proceso de transedad que también implicaba un cambio de sexo. Ahora, Stefonknee vive con una familia que le cuida como a una más de sus hijas.
La transedad es un concepto que puede parecer algo desconocido para la sociedad, al menos si se compara con el de la transexualidad, el cual ha generado muchos debates recientemente, especialmente en el deporte. Una de esas comparaciones, y que se ha viralizado en redes sociales, es la que ha hecho Irene Aguiar, quien ha establecido un paralelismo de lo que sucedería si la transedad entrara de lleno en el deporte como lo ha hecho la transexualidad. EL ESPAÑOL ha hablado con Irene, asesora jurídica especialista en derecho deportivo, para conocer su postura y cómo ella defiende que la deficiente inclusión de las mujeres trans está atacando al deporte femenino.
Transedad y transexualidad
Irene Aguiar plantea un escenario que, aunque en principio puede considerarse como ficticio, en realidad existe de verdad. Se trata de llevar esa transedad al deporte para explicar el efecto que tiene la inclusión de mujeres trans en el deporte femenino. En el hipotético supuesto que establece esta especialista en derecho deportivo, habría menores que podrían querer medirse a adultos, pero también adultos que querrían competir contra menores al sentirse de una edad inferior de la que biológicamente tienen por su nacimiento.
Esto conllevaría a que personas mucho más desarrolladas físicamente podrían sacar ventaja de ese propio crecimiento para conseguir mejores resultados y mejores marcas respecto a los niños contra los que compiten. ¿Qué pasaría si un hombre de 50 años decide competir contra chicos de 6? Lo que podría parecer una quimera o un imposible, podría ser una realidad con casos como el de Stefonknee Wolscht.
En su publicación, Irene Aguiar defiende en todo momento que se trata simplemente de un supuesto imaginativo. Sin embargo, considera que tiene una relación directa al debate que las atletas trans han abierto en el deporte. Casos que hace unos años eran aislados y que se dejaban pasar por alto sin el estudio que requerían y que ahora se han convertido en numerosos, dando lugar a un problema que amenaza con colapsar el deporte.
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Lo que esta asesora jurídica pretende denunciar es que esta distopía, que a todas luces supondría una discriminación y un atentado contra la igualdad de competición en el deporte, es muy similar a lo que sucede cuando deportistas trans que biológicamente son hombres, pasan a correr, saltar o luchar contra mujeres. Las diferencias biológicas y físicas que existen entre ambos sexos rompen cualquier principio de igualdad, un hecho básico en el deporte.
Si los adultos tienen una estructura ósea, unos músculos, un corazón y unos pulmones más grandes, cuentan con un beneficio físico respecto a los menores. Igual sucede con características como la fuerza, la velocidad, la potencia o la resistencia. En definitiva, no compiten en igualdad de condiciones, algo fundamental para una práctica deportiva limpia y respetable.
La importancia de las categorías
"¿Importan las categorías en el deporte? Claro que importan, por eso se diferencia entre hombres y mujeres al igual que se hace con otros conceptos como la edad o las discapacidades". Esto es lo que afirma Irene Aguiar, una formulación bajo la que argumenta su postura en un debate que está muy presente en el universo del deporte.
Casos como el de la nadadora Lia Thomas han abierto de par en par las puertas de la polémica sobre contra quién deben competir las atletas trans. Si contra mujeres, por su nueva situación, o contra hombres, por su sexo de origen y en base al cual han crecido y se han desarrollado, adoptando esas características que les harían sacar una ventaja considerable como sucede en el ejemplo de la nadadora estadounidense.
Irene Aguiar, en conversación con EL ESPAÑOL, defiende que el hecho de que las deportistas trans, personas que nacieron como hombres y que ahora se sienten mujeres, compitan en competiciones femeninas supone un daño incalculable. Además, añade que no se trata de una circunstancia que se producirá en el futuro, si no que ese daño ya está sucediendo y que, a medida que pase el tiempo, tendrá un efecto todavía mayor.
Para esta asesora jurídica y especialista en derecho deportivo, la situación es grave y merece un debate intenso en favor del deporte femenino, el cual puede quedar desvirtuado si las mujeres no pueden competir contra mujeres y tienen que hacerlo contra personas que, biológicamente, son hombres.
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En su publicación, Irene Aguiar habla del intercambio de opiniones con aquellos que se escudan en las diferencias que podrían existir entre mujeres más grandes y más fuertes que hombres. Y que estas también se producen, en el caso de la transedad, con niños que pueden ser más grandes que adultos. Sin embargo, la lógica y la estadística dicen que la mayoría de hombres tienen características superiores a la mayoría de mujeres. Una circunstancia que algunos quieren llevar a la misma categoría dando entrada a mujeres trans en categorías femeninas.
Exclusión y no inclusión
Irene Aguiar también defiende otra postura y es que el hecho de permitir a mujeres trans formar parte de competiciones femeninas no responde a un concepto inclusivo. Ni tampoco lo sería el crear categorías propias para estas personas. "Yo quiero a las personas trans en el deporte, pero deben hacerlo en sus categorías correspondientes".
Como expone esta especialista en derecho deportivo a EL ESPAÑOL, el hecho de que una deportista trans compita en una competición femenina implica que una mujer biológica no podrá ocupar esa plaza. De esta forma, estaría existiendo así una circunstancia de exclusión de esa mujer.
A su vez, la imposibilidad de ganar competiciones en las que están estas atletas trans o de alcanzar sus récords también supone un agravio comparativo que terminaría matando por completo el deporte femenino. Por ello, su proclama no va en contra de las personas transexuales, sino que pretende dar voz a todas las deportistas que consideran esta situación injusta.
Respecto a la otra circunstancia, la de crear una categoría propia, Irene Aguiar considera que, además de inviable, para ella sí resultaría un trato discriminatorio. "Yo quiero a las personas trans en el deporte, pero en la categoría correcta". Esta especialista en derecho deportivo asegura que crear la que sería una tercera categoría, la cual estaría formada por un número muy reducido de deportistas, implicaría un problema logístico y económico muy grande para organizadores y federaciones.
"Para mí, esto sería discriminatorio porque sería decirles a esas personas que están los hombres, las mujeres y luego ellos, el resto". De esta manera, Irene Aguiar considera que las personas deben competir en función del sexo biológico con el que han nacido. Una posición que ha labrado después de llevar mucho tiempo analizando el tema y contrastando opiniones y hechos con expertos en ciencias de la actividad física y el deporte, en medicina y también con deportistas profesionales, ya sean hombres, mujeres o atletas transexuales.
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"He hablado con deportistas trans que no están de acuerdo con las decisiones que se están tomando". Así pues, Irene asegura que la sociedad debe tomar decisiones y después ser consecuente con los actos. Si desde pequeños se acostumbra a que en el deporte se diferencie por sexos, además de por otras circunstancias, en el deporte profesional debe suceder lo mismo. Aguiar asegura que, cuando se está en competición, hay que diferenciar entre el sexo biológico y lo que uno pueda sentir o considerar.
El feedback obtenido
Durante su lucha por defender la supervivencia del deporte femenino, Irene Aguiar ha tenido que lidiar con opiniones de todo tipo, especialmente cuando expone sus conocimientos y sus valoraciones a través de sus redes sociales. Sin embargo, tal y como cuenta a EL ESPAÑOL, destaca una circunstancia de ese feedback que recibe.
Más allá de contar con defensores o detractores, esta asesora jurídica especialista en derecho deportivo asegura que hay muchas mujeres que le transmiten su apoyo, pero que lo tienen que hacer de forma privada por miedo a la presión social que reciben.
Este es otro problema que vive el deporte femenino, ya que sus integrantes no pueden defenderse ni luchar por lo que consideran justo ante la fuerza que ejerce la corriente que promueve que las mujeres trans deben competir contra ellas. A pesar de las evidentes diferencias que existen en sus cuerpos.
Por ello, Irene asegura que no debería existir problema con que las mujeres trans compitan en la categoría correspondiente a su sexo biológico (la masculina), como no lo hay con los hombres trans, biológicamente mujeres, que compiten sin problema en las competiciones femeninas. No obstante, cierto es que esta segunda situación se produce en muchos menos casos en la sociedad y, por ende, en el deporte.
Un tema que resulta complicado de analizar y que no está recibiendo ni el cuidado ni la seriedad que merece, tanto por parte de instituciones políticas como deportivas. Ahora, a través del curioso paralelismo realizado con la transedad, Irene Aguiar ha ofrecido una nueva forma de entender lo que a su juicio sucede en el deporte femenino.