Dice Paolo Sorrentino que el futuro no existe para alguien condenado a vivir en la memoria de todos. Y eso es lo que sucederá con Usain Bolt, sus victorias y sus marcas, tan extraterrestres como inalcanzables para cualquier atleta durante los próximos años. El pasado le pertenece a Bolt, recordman de todo, al mismo tiempo que en estos días sólo se habla de él por su significado para con el atletismo y por las incógnitas que genera el final de su reinado. Bolt será presente siempre, una figura sentenciada al recuerdo constante.
Pese a ello, la estela del velocista jamaicano, que este domingo en el Estadio Olímpico de Londres correrá su último 100 en un Mundial (22:45 horas; antes, a las 20:05, las semifinales), se apaga. La despedida no será una velada triste, sino el enésimo show del atleta más carismático que jamás haya pisado el tartán. El ligero aperitivo de las eliminatorias —ganó su serie en 10.07s con una horrible salida y quejándose de los tacos de salida— así lo demuestra: el jugueteo con las cejas antes del disparo, los cachondeos con Hero el erizo, la mascota del campeonato, más una ovación ensordecedora. Y mientras los elogios se repiten entre rivales y compañeros, la calle por la que galopará Bolt adquiere tintes de alfombra roja: nadie osa hacerle frente en su último paseo de menos de 10 segundos.
Tras la baja a última hora de su incordio más presumible, el canadiense Andre De Grasse, lesionado en el isquiotibial derecho cuando afirmaba estar en el mejor estado de forma de su vida, los rivales del ocho veces campeón olímpico se reducen a un pequeño puñado inofensivo. Es el caso del joven Christian Coleman, de 21 años, líder mundial de la temporada con 9.82 segundos, y que llega a su primera cita internacional como atleta profesional con más de 50 carreras en las piernas. Bolt, por su parte, apenas ha competido tres veces, registrando un mejor crono de 9.95s en la Diamond de Mónaco.
El sprinter estadounidense —10.01s en las eliminatorias corriendo muy cómodo—, de Bolt, solo ha expresado elogios antes de entrar en competición. “Ha hecho cosas que hace 20 años la gente ni se podría imaginar. Tiene los récords de 100 y 200. Es el más grande de todos los tiempos”. Tal vez, para esconder un poco los nervios de colocarse en los tacos de salida al lado de ídolos a los que ha crecido viendo por la TV, repite varias veces que sólo está centrado en él mismo, en su calle, y que no le preocupa quién se sitúe a su lado.
Ni Justin Gatlin, el mayor rival de Bolt durante las últimas grandes citas y abucheado con rabia por el público británico —10.05s en las eliminatorias—, preocupa al velocista jamaicano con sus declaraciones de sentirse tan bien de forma como cuando ganó el título mundial del hectómetro allá en 2004. Como todos los demás, Gatlin también se ha rendido al legado de Bolt: “Tengo que darle mis respetos a Usain porque no sólo ha corrido rápido, sino que lo ha hecho en los momentos clave”.
“Va a ser doloroso para el atletismo”
La misma sensación es compartida por todos los atletas que se cruzan en las inmediaciones del recinto olímpico de Londres: el adiós de Bolt es una mala noticia. Lo dice Orlando Ortega, la principal baza de medalla para España, en conversación con este periódico: “Va a ser un pelín doloroso para el atletismo porque creo que Bolt fue el que levantó de nuevo al atletismo. Su llegada fue algo diferente, algo nuevo. Ha revolucionado este deporte de una forma impresionante”.
El vallista hispanocubano, que se descubre como un gran fanático del hombre más veloz de la historia, confía en que emerja otro superclase para cubrir este vacío, como por ejemplo Wayde Van Niekerk. “De la misma forma que vino Bolt y se fue, aparecerá alguien nuevo que empiece a hacer gracias contagiosas. Es cierto que se retira uno de los más grandes, pero lo que me gustaría es que el atletismo se siga manteniendo a este nivel mundial, en la élite top, y que no todo sea fútbol, fútbol y fútbol”, confiesa Ortega en el hotel de la selección nacional.
Si bien Van Niekerk está llamado a ser su heredero, carece del carisma y la popularidad que desprende Bolt. Mientras que el sudafricano podría caminar por las calles de la capital británica sin ser apenas reconocido, el plusmarquista mundial de 100 y 200 necesita una flota de guardaespaldas que le abran paso. Van Niekerk asume la pesada carga de ser el heredero de un rey asombroso: “Lo que ha hecho por el atletismo ha sido muy inspirador y motivante para todos. Su impacto ha sido masivo. Ahora nos toca a nosotros honrarle”.
Allyson Felix, la única atleta en disposición de arrebatarle a Bolt el récord de medallas en un Mundial —ambos tienen 13 pero la estadounidense competirá en tres pruebas—, señala una victoria muy importante del velocista jamaicano: “Ha ayudado a recuperar la emoción en una pista de atletismo. Ha cambiado este deporte completamente”.
El gran reto para el atletismo mundial es ahora encontrar no sólo un relevo a Bolt, sino también una solución para rellenar el vacío, el abismo que se abrirá cuando en Londres ya no quede ni un atleta corriendo, saltando o lanzando y empiece el año I después de Bolt. “Usain está comprometido a mantener su extraordinaria influencia”, dice el presidente de la IAAF Seb Coe; “pero la presión recae sobre nosotros. Tenemos grandes talentos y tenemos que ser capaces de mostrar que el atletismo no es solo Usain Bolt”.