El problema de la contaminación en España cada vez va en aumento. Si bien es cierto que la acumulación de determinados residuos aumenta, por otro lado, nos encontramos con nuevas problemáticas, caso por ejemplo incluso de la gran cantidad mascarillas quirúrgicas que no se están reciclando.
En temas de contaminación siempre ha habido una constante: las colillas. Estas constituyen el principal elemento presente en la 'basuraleza' abandonada en las playas y son el segundo residuo más abundante en ríos y embalses, donde una sola de ellas puede contaminar hasta diez litros de agua y su efecto durar entre 7 y 12 años. Aquí te contamos todo sobre este fenómeno.
4,5 billones de colillas cada año
Al incómodo impacto estético que representan, se une el enorme coste económico de su recogida y gestión y el grave daño ambiental producido por hasta 400 sustancias tóxicas presentes en ellas.
“Unos 4,5 billones de colillas se abandonan cada año en entornos naturales de todo el mundo y una sola de ellas puede llegar a contaminar hasta diez litros de agua, e incluso 50 litros si se trata de agua dulce”, explica a EFE Miguel Muñoz, coordinador del Proyecto Libera en SEO/BirdLife.
Esta iniciativa nació en el año 2017, impulsada por la ONG conservacionista y por Ecoembes con objeto de frenar las consecuencias de la basura abandonada o 'littering' en los espacios naturales y concienciar y movilizar a la ciudadanía a través del conocimiento, la prevención y la participación.
Pero, pese a que la sociedad es consciente de los riesgos que el tabaco representa para la salud humana, existe un gran desconocimiento sobre lo nocivo que puede resultar también para el medio ambiente. Según detalló en un informe hecho público en 2017 la ONG Ocean Conservancy, las colillas representan el 13 por ciento del total de residuos recogidos durante su campaña mundial.
“Las colillas están hechas de acetato de celulosa (un componente derivado del petróleo) y, por tanto, son un material plástico no biodegradable”, explica Miguel Muñoz.
Además, estos residuos contienen nicotina, un elemento que se suele emplear como insecticida por su capacidad de “acabar con la vida”, subraya. Se estima que el efecto contaminante dura entre 7 y 12 años y algunos autores afirman que puede llegar hasta los 25.
“Una sola colilla tiene hasta 400 sustancias tóxicas, entre ellas metales pesados, como el cadmio y arsénico, las que más preocupan por sus efectos letales para la flora y fauna de los ecosistemas”, advierte Miguel Muñoz.
Impacto nocivo en los animales
Según el informe 'Colillas en espacios naturales 2018' elaborado en el marco del proyecto, cuando los componentes nocivos de estos productos se liberan al medio, los animales que desempeñan funciones importantes para el suelo, como las lombrices, se pueden envenenar y alterar la estructura del mismo tras su desaparición. Por tanto, la superficie terrestre puede llegar a quedar estéril como consecuencia del abandono de colillas.
El informe advierte también de que el littering de este residuo puede provocar intoxicación por cadmio mediante un proceso de bioacumulación en especies marinas que forman parte del menú alimenticio del ser humano.
Un proyecto para el control de residuos
La asociación Paisaje Limpio colabora con el Proyecto Libera con el desarrollo de una herramienta de ciencia ciudadana para su identificación, eLitter, que, en forma de aplicación para móviles, permite caracterizar residuos abandonados en entornos naturales y determinar cuáles son los más abundantes. Se trata de la primera metodología para clasificar el littering terrestre, ya que hasta ahora solo existían herramientas para catalogar la basura marina.
Los datos que recoge la aplicación se envían al Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (Miteco), a cuyos expertos proporciona información sobre las fuentes de origen de los residuos para impulsar medidas correctivas.
“Ojalá en un futuro podemos tener colillas biodegradables, aunque por ahora lo mejor sería que nadie las tirara al suelo ni en espacios naturales o urbanos, ya que al final no dejan de ser un residuo”, lamenta María Cabrera, responsable de Comunicación de Paisaje Limpio. Por eso, en su opinión, "prevenir es la mejor solución al problema".