En una entrevista para The Guardian del año 2010, la periodista Barbara Ellen le preguntó a Paul McCartney cómo había sido la conversación por correspondencia que había mantenido con el Dalai Lama el año anterior. Tomándoselo con cierto sentido del humor, el músico explicó que tenía curiosidad por saber cuál era el motivo de que el líder del budismo tibetano no fuese vegetariano.
“Mis médicos me dicen que debo comer carne”, le contestó Tenzin Gyatso a Sir Paul, quien, sorprendido, le respondió con otra carta en la que le aclaraba que no creía que eso fuese correcto desde un punto de vista científico, ya que podía obtener proteínas a partir de otros alimentos. “No me parece lo más apropiado —observaba el británico durante la entrevista—. El Dalai Lama diciendo: ‘Hey, chicos, no hagáis daño a los seres que sienten. Oh, y por cierto, me estoy comiendo un bistec’”.
Fue en ese año, 2009, cuando Paul y sus hijas, Stella y Mary —ambas activistas en favor de los derechos de los animales y en contra el cambio climático, igual que sus padres— iniciaron la campaña Meat Free Mondays. Un proyecto que, bajo el eslogan “un día a la semana puede suponer un mundo de diferencia”, invita a la gente a evitar el consumo de productos de origen animal todos los lunes, de tal manera que el impacto de la industria agrícola y ganadera en el medio ambiente se vea reducido.
Ser vegetariano
McCartney no es nuevo en esto. Los estudios más recientes, como los llevados a cabo por el CGIAR, así como por las universidades de Vermont y Sheffield, aseguran que si las emisiones de la industria agrícola no se minimizan, el planeta aumentará su temperatura en dos grados durante el próximo siglo. Pero la piedrecita en la conciencia del ex-Beatle viene de mucho más atrás. Se hizo vegetariano en 1975 por influencia de Linda, su mujer, pero como él mismo suele decir, “lo que empezó como una actitud compasiva con los animales, pronto se convirtió en un asunto medioambiental”.
“¿Qué puedo hacer yo como individuo para ayudar? Bien, hay una forma sencilla de de ayudar a proteger el planeta y sus habitantes. Y comienza con un solo día a la semana”, explica el músico en el cortometraje “One Day a Week”, publicado hace unos días y que se encuadra dentro de la campaña Meat Free Mondays.
Hacen falta 2.350 litros de agua potable para producir una sola hamburguesa de carne
En él, acompañado por sus hijas, así como por el actor Woody Harrelson y por la actriz Emma Stone, McCartney explica cómo los gases de efecto invernadero causados por las emisiones de la industria agrícola afectan al delicado equilibrio medioambiental de la Tierra, arrojando una serie de datos estremecedores. Para muestra, un botón: hacen falta 2.350 litros de agua potable para producir una sola hamburguesa de carne. Sin duda, la cifra da una idea de hasta qué punto nuestra dieta puede afectar a los recursos naturales del planeta.
“No es la solución total, pero es parte de la solución”, ha explicado el de Liverpool en una entrevista realizada en el informativo Newsbeat de la BBC Radio 1 a propósito de su propuesta. “Hay un montón de gente que lo lleva diciendo desde hace mucho tiempo, pero todavía hay oposición. Particularmente cuando tienes a alguien como Donald Trump diciendo que el cambio climático es un engaño”.
Un concepto "creado por los chinos"
El presidente de los Estados Unidos, quien hace unos años afirmaba que “el concepto de calentamiento global fue creado por los chinos para hacer que las fábricas estadounidenses no sean competitivas”, decidió retirar a su país el pasado mes de junio del Acuerdo de París contra el cambio climático, cumpliendo así con la promesa “América primero” —el mundo después, se entiende.
“Un montón de gente como yo piensa que eso es una majadería —explica McCartney durante su entrevista en la BBC—, así que quizá sea un buen momento para intentar centrar la atención de la gente y decir: ‘Mirad, olvidémonos de él, podemos hacer algo’”. El ex-Beatle, vegano desde el año 2013, opina que la sociedad puede lograr el objetivo de reducir el impacto de las emisiones de la industria agrícola animal si se lo propone, independientemente de la postura que adopten sus líderes.
Pero eso no resta importancia al hecho de que decisiones como las de Donald Trump, o incluso las declaraciones que viene realizado desde cualquier púlpito hace ya muchos años, constituyan una imprudencia intolerable. Hay que ser muy insensato para realizar afirmaciones como “Youngstown, Detroit y Pittsburgh por delante de París”, olvidando que aquello que afecta a todo el mundo también te afecta a ti.
Rajoy y el escepticismo patrio
Los personajes públicos tienen —o deberían tener— una responsabilidad moral cuando se trata de asuntos tan serios e importantes como el calentamiento global. Donald Trump no era presidente cuando acusó a China de haberse inventado el cambio climático, pero tenía un altavoz que extendía sus declaraciones por todo su país. Tampoco lo era Mariano Rajoy cuando dijo que su primo, catedrático de física, le había explicado que era imposible prever lo que sucedería con el clima a largo plazo ya que ni diez expertos en la materia podrían adivinar el tiempo que iba a hacer al día siguiente en Sevilla, pero aún así dio aliento a un buen número de escépticos que, como él, menospreciaron la gravedad de la situación.
Por eso es importante la labor de concienciación de Paul McCartney. Y de sus hijas. Y de Woody Harrelson. Y de Emma Stone. Y de Al Gore. Y de Leonardo DiCaprio y su documental de 2016 Before the Flood. Y de tantos otros personajes públicos. Porque a lo mejor consiguen que alguien que no pensaba hacer nada al respecto se decida a adoptar alguna medida como individuo, por mínima que ésta sea. Aunque solamente consista en comenzar a reciclar.
Y porque tal vez así muchos dejen de hacer caso a las “majaderías” de quienes consideran el calentamiento global un fraude o un engaño. Si algún día alguien les demuestra que estaban equivocados, quizá sea demasiado tarde.