En uno de los sketches de Todo lo que usted siempre quiso saber sobre el sexo pero nunca se atrevió a preguntar (Woody Allen, 1972), titulado Qué es la sodomía, un pastor armenio residente en Estados Unidos llamado Stavros Milos acude a la consulta del doctor Ross porque su oveja, Daisy, ya no le quiere. Ross, muy sorprendido, pregunta al pastor cómo puede estar seguro de algo así, a lo que éste contesta: “Por los pequeños detalles”.
Cuando Stavros regresa con Daisy a la consulta un poco más tarde, el médico comienza a sentirse fascinado por la oveja. Advierte en ella cierto atractivo irresistible. Lo que en un primer momento parecía un caso específico de psiquiatría, ahora ya no resulta tan delirante. “Quizá si pudiese ver a Daisy a solas...”, murmura con timidez. Cuando Stavros se la lleva de la consulta, el doctor Ross se da cuenta de lo mucho que ya echa de menos a Daisy.
No es sencillo echar de menos a una oveja. Como tampoco lo es echar de menos los exámenes finales, la fiebre, el programa aquel que hacían los Morancos en TVE, la primera cantante de La Oreja de Van Gogh o una indigestión. Hay cosas que no están pensadas para ser extrañadas. Sencillamente, pasan, uno las olvida y eso es todo. Lo fácil, lo lógico y normal, es echar de menos tu cama, la comida de tu madre o los veranos de la infancia. Sin embargo, extrañar aquella tasca de la que siempre salías con gastroenteritis y a la que, a pesar de todo, regresabas con tu pandilla todos los sábados por la noche porque te encantaba su fritanga es lo verdaderamente encomiable.
Eddie Veder también extraña algo difícil de extrañar. Echa de menos una hinchazón en el labio. Echa de menos notarla ahí, repasarla con la punta de la lengua, sentir cómo todavía molesta un poco. El músico confiesa haber sentido cierta melancolía cuando la inflamación bajó y desapareció de su boca sin dejar rastro. Porque era un testigo visible de una experiencia que el líder de Pearl Jam recuerda como uno de los momentos de los más fascinantes de su vida: la noche que Paul McCartney le pegó un puñetazo en la cara.
No es algo que suceda a menudo. No todos los días puede uno presumir de que una leyenda del rock y el pop, fundador de una de las mejores bandas de todos los tiempos, le haya soltado una hostia. Es la clase de anécdota que uno repite incansable en todas las fiestas y se la cuenta una y otra vez a sus amigos y a sus hijos y a los hijos de sus amigos. Especialmente cuando el tipo que recibe el guantazo es ni más ni menos que Eddie Veder, el último gran frontman del grunge.
Lo ha contado hace unos días durante un programa especial dedicado al quincuagésimo aniversario del Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band emitido en el canal The Beatles, perteneciente al gigante radiofónico SiriusXM. Al parecer, Vedder se hallaba una noche en el bar de un hotel de la ciudad de Seattle y se encontró allí con Paul McCartney. Se saludaron, se sentaron en la barra y comenzaron a charlar.
En un momento dado, durante la conversación, el ex-Beatle comenzó a relatar la historia de cómo una vez golpeó a un tipo en la mandíbula y, para ilustrar la acción, reprodujo el gesto de soltar un puñetazo, con tan mala suerte de que no supo controlar la distancia con su interlocutor —no tiene mucha pinta Sir Paul de ser un avezado púgil— y le arreó un izquierdazo sin querer en toda la boca.
Vedder explica que el de Liverpool se disculpó de inmediato, seguramente desconcertado con lo que acababa de ocurrir, y la charla continuó, pero él sólo podía pensar en que Paul McCartney, el mismísimo Paul McCartney le acababa de pegar un puñetazo. “Creo recordar que empecé a notar el sabor de un poco de sangre —comenta entre risas—. Realmente, fue uno de los grandes momentos de mi vida. Ser golpeado por Paul McCartney”.
Es en este punto cuando el cantante de Pearl Jam añade al relato un toque de nostalgia: “Recuerdo que me estuvo doliendo varios días. Y recuerdo que, cuando desapareció, cuando el dolor finalmente disminuyó y me bajó la hinchazón, de algún modo la eché de menos”. Vedder hace referencia a la anécdota como una historia fascinante; una de sus favoritas a lo largo de su vida. Por eso es comprensible que eche de menos la inflamación de su labio. Porque aquello le recordaba todas las mañanas que Paul McCartney, el autor de Yesterday, Hey Jude o Penny Lane, le había partido la cara. Y son esa clase de momentos bellísimos, como el hostiazo de una leyenda, los que merece la pena recordar. Del primer beso, el aniversario de boda o el nacimiento de un hijo, por ejemplo, se acuerda cualquiera.