"¿Ya estamos todas?", pregunta Santiago Auserón (Zaragoza, 1954), dirigiéndose a las mesitas en penumbra del Teatro del Barrio. Hay flores, cervezas y ejemplares de El viaje, su primer disco de estudio en tres años -que firma bajo el pseudónimo artístico de Juan Perro-. Aquí huele a tortilla y a letras nuevas: dos milagros cuando llega el mediodía y crece el agujero del estómago o la mente. "Entrando en el bar / celebran con risas al dios del azar / se beben el día, dorado licor / la vida como un resplandor", va entonando Auserón.
Lleva zapatos de punta y de piel de serpiente, camisa blanca con arrugas de vivir, más amplia en los brazos; indiscutiblemente guapo e indiscutiblemente cansado. Cuando se ríe, ensancha mucho la mueca y los labios desplazados le cambian el rostro entero hasta descojonarse también con los ojos, con ese exceso de carisma tan cubano. Luz y grietas. Lo dice él: "Yo soy una especie de negro del Ebro".
Vidas rebeldes
El ex líder de Radio Futura cuenta que Los inadaptados, la primera canción de su disco, está inspirada en Vidas rebeldes, la última película de Marilyn Monroe y también la de Clark Gable: "En ella están algunas de las claves, tal vez desequilibradas e irregulares, de la herencia del siglo XX, pero con el paso del tiempo se proyectan como imágenes que queman", explica el autor.
"Gable no tardó en fallecer y Marilyn duró ocho o nueve meses. Tiene escenas que en el siglo XXI no se pueden repetir con facilidad... allí la gente empezaba la mañana bebiendo enormes vasos de whisky después de un divorcio. Todo lo demás seguía el mismo ritmo". El tema habla de caballos salvajes queriendo escapar, de la cámara que busca el mejor ángulo de una mujer, de la vida honda, lúdica, dolorosa y breve que no se termina de asir del todo.
'Vidas rebeldes' tiene escenas que en el siglo XXI no se pueden repetir con facilidad... allí la gente empezaba la mañana bebiendo enormes vasos de whisky después de un divorcio. Todo lo demás seguía el mismo ritmo
"En los años sesenta, cuando se hizo la película, los inadaptados eran personas que no habían encontrado su lugar, porque esperaban cosas que la sociedad empezaba a desdecir; ahora todo hijo de vecino espera cosas de la vida y de la sociedad que ésta no le deja concebir", sostiene. Ahora toca solo, se dice "desnudo", "en probeta", porque "la banda cuesta 30.000 pavos que no se amortizan con los 4.000 discos que se venden a día de hoy", pero ha prometido que va a luchar por la "sonoridad completa" en cuanto "ahorre con conciertos suficientes".
El viaje se sigue incrustando en el sello de su carrera: mezcla de herencia afronorteamericana y tradición afrolatina, especialmente cubana, aderezado con letras y músicas ibéricas. Otra de sus canciones, Ámbar, surge "coincidente con el duelo del comandante Fidel Castro, juntando ideas de un lado y de otro de la frontera, a lo rock montuno, como lo llamábamos en la época". "Está por decidir cuánto de aquella arriesgada bandera se puede sostener en los próximos movimientos", guiña.
Explica que es un tema que parte de una especie de fábula clásica: "Es un insecto al que se le plantea la duda de si prefiere dejarse envolver por una gota de ámbar translúcido y pasar a la inmortalidad o dedicarse a terminar su frágil existencia revoloteando de flor en flor". Es una guacha oriental, "como nos enseñó Compay Segundo".
Coplas fronterizas
Tiene algo de amor y a la vez de insatisfacción vital: "Ámbar, no me mires / porque tu mirar / lento me fascina / y yo tengo que volar". Perro se pone poético, barroco, callejero, científico. Relata que los griegos antiguos llamaban al ámbar "electrón", porque un fragmento de ámbar solidificado tenía la particularidad de generar un campo magnético si lo frotas con algo que lo cargue de energía. Entonces adquiere la propiedad de atraer las partículas más leves del entorno. "Y yo me digo, juntando los datos, a ver... esto sí que es la historia del rock and roll. Nació en la Grecia Antigua, ¿está claro?".
Ha llegado a los 62 llamándose ex moderno y buscando coplas fronterizas. "Estaba yo con Joan Vinyals llegando a Tijuana y le dije 'esta ciudad es la última esquina donde se habla castellano en occidente, vamos a buscar el último rinconcito, allá en la valle, donde están los pilotes que se mueven en La Habana para separarnos del norte...'", evoca. Y allí se metió en un imaginario de "mexicanas gorditas bailando zumba", de "cajas de refrescos como percusión": "Me hinqué de rodillas en la arena y me puse a implorar al Señor del Pacífico: ilumíname, ¿de qué lado quiero estar?", bromea.
Una mano se le apoyó en el hombro, pero no era de una deidad, sino de su amigo, que le advertía que se le calentaba la cerveza. No paraba de admirar a la banda que tocaba a su alrededor. "Aquella gente sopla duro, duro, duro. Les va la estridencia. Yo iba por la cuarta cerveza y me gustaba". Uno de ellos le dijo: "¡Dale! Vamos al estudio y hacemos un narcocorrido", a lo que Auserón reprendió: "Nada de eso. Haremos una canción romántica que se titulará En la frontera".
En la frontera tengo un querer / la florecita más hermosa hecha mujer / es tan dulce y valerosa / amiga generosa / que alivia mi padecer
Y así suena hoy "en la frontera tengo un querer / la florecita más hermosa hecha mujer / es tan dulce y valerosa / amiga generosa / que alivia mi padecer / cuando me ataca la desazón / y un mal presagio me oscurece la razón / pienso en ella, mi hechicera...". Un danzón -forma musical cubana que penetró en México- de aúpa. Él cree en la letra. En la letra musicalizada. Hasta tira de Luis de Góngora en A morir, amores. Sostiene que nuestra lengua está mejor conservada "allá que aquí", y ha juntado esa "letrilla barroca" con la clave del son cubano. Soy el tiempo disoluto que viene / a morder tus labios tentadores.