Manuel Vázque Montalbán dejó a su muerte en 2003 un legado literario de casi un centenar de obras: cultivó, haciendo gala de un talento inagotable, todos los géneros, desde la novela policíaca con su ilustre detective Pepe Carvalho hasta ensayos de fútbol y cocina, pasando por libros de poesía y un sinfín de artículos periodísticos. Manolo fue un humorista inteligentísimo, un analista irónico que retrató como pocos la actualidad política de su época.
Pero el escritor barcelonés, nacido en 1939 e hijo de una modista anarquista y un militante del POUM encarcelado al que conoció cuando tenía cinco años, también fue un adelantado a temas tan candentes hoy en día como el de la memoria histórica. Sus novelas Galínez, galardonada con el Premio Nacional de Narrativa en 1991, o Autobiografía del general Franco, son buena muestra de ello.
Sin embargo, con el cadáver del dictador aún caliente, Vázquez Montalbán se lanzó a destripar la esencia del régimen que moría en dos pequeños ensayos: Diccionario del franquismo (1977) y Los demonios familiares de Franco (1978). Manolo decía que siempre tuvo la sensación de escribir a destiempo, aunque no sabía si antes o después del momento adecuado. Releyendo ahora la primera de estas obras, reeditada por Anagrama en colaboración con el Ayuntamiento de Barcelona, está claro que fue un autor prematuro a la coyuntura en la que le tocó vivir, vanguardista.
Diccionario del franquismo es un libro que se sumerge en las raíces del lenguaje del régimen y sus personajes principales. Algunas de las entradas no son otra cosa que coletillas con las que se elaboraban los noticiarios del NO-DO y los partes de Radio Nacional, los editoriales de los periódicos o los propios discursos del dictador: "Inasequible al desaliento", "unidad entre las tierras y los hombres de España", "el mundo entero al alcance de todos los españoles", etcétera.
Montalbán combina la descripción histórica con una marcada carga de ironía para construir una sagaz y ácida lista de definiciones que conforman el ideario del "Movimiento Nacional" y algunas de sus más ilustres aportaciones, como los pantanos. Habla de la "pertinaz sequía" como la "fórmula expresiva y coartada meteorológica muy utilizada por Franco para justificar la difícil reconstrucción del país después de la guerra", o del franquismo como "un régimen de autoridad fundamentado en el control y uso sistemático de los aparatos represivos, en la anulación de las libertades democráticas y en la creación de instituciones hechas a la medida del poder personal de Franco y de las prerrogativas de las clases dominantes".
"Persistencia" del franquismo
Suena a broma alguna de las definiciones del autor de Asesinato en el Comité Central, como la de "milagro de Franco", pero en absoluto lo son. El conjunto de las entradas resumen a la perfección la nostalgia imperial del régimen franquista —"convertido Francisco Franco en el único habitante de esa cúspide, nada pudo hacer para recuperar el imperio y todo lo hizo para perder el que le quedaba: Ifni, Guinea, Sáhara", escribe Montalbán— y todo ese repertorio de términos (y eufemismos) con el que trató de buscar encaje en la comunidad internacional: "democracia orgánica", "desarrollismo", "acuerdo hispano-norteamericano"...
Aunque también hay otras acepciones, como la de "amnistía", que ponen el foco sobre la legitimidad golpista del aparato dictatorial: "La que se concedió a sí mismo el bando triunfador en la guerra civil para todos aquellos delitos cometidos desde la proclamación de la República siempre que apuntaran al objetivo final de derribarla y contribuir al éxito del Movimiento Nacional. Quedaban así redimidos para siempre desde el 'pistolerismo blanco' hasta los 'paseos de incontrolados', abundantes en los territorios progresivamente ocupados por el bando nacional".
La reedición del ensayo está acompañada de una decena de viñetas del ilustrador Miguel Brieva que, según indica la editorial, "subrayan la inquietante persistencia del sustrato franquista en la actualidad". “Con su diccionario, Manolo desmiente cualquier melancolía", lanza el escritor Josep Ramoneda en el prólogo. "Contra Franco no vivíamos mejor. El lenguaje del régimen da testimonio de su indigencia cultural, su mentalidad totalitaria y su asfixiante tutela sobre la sociedad”.
Del "mientras Dios me de vida" —"Franco recurrió muy frecuentemente a esta fórmula para anunciar que sería jefe del Estado hasta que la muerte nos separara"— hasta "una, grande y libre" —"lema creado en los años treinta que se convirtió en una poética declaración de objetivos para la 'Nueva España' amanecida con el Alzamiento Nacional de 1936 y la victoria de 1939 (...) Treinta y siete años después de franquismo han evidenciado lo ilusorio de esa propuesta"— los dardos de Montalbán parecen un producto actual, pero hay que recordar que los disparó en 1977, cuando el país todavía comenzaba a sacudirse el polvo de la dictadura.