Aquí quiere decir el lugar en el que estamos. No importa tanto el ahora, el ayer o el mañana. O importa en la medida en que estemos dispuestos a saltar adelante y atrás sin resuello según avanzamos por las páginas. Dispuestos a comprender que el protagonista de Aquí, la novela gráfica de Richard McGuire, no es una persona, un animal, un superhéroe ni ningún otro personaje real o imaginado. El protagonista de Aquí es un lugar. Tres dimensiones, las que demarcan el espacio, y un punto de anclaje, una perspectiva única.
En Aquí (Ed. Salamandra Graphic), McGuire planta una cámara hipotética a través de sus lapices en un punto, y desde ese lugar vemos el interior de un salón, siempre con el mismo ángulo. Allí la vida fluye, con todo lo que implica: el sexo, la amistad, la familia, también la muerte. Pero el viaje de McGuire (New Jersey, 1957) sólo está anclado en las dimensiones espaciales. La cuarta, el tiempo, es aleatoria, indagadora, libre. En una página estamos en 1959 y un padre fotografía a sus cuatro hijos sobre el sofá. Las paredes están empapeladas de rosa. En otra estamos en 2007, en el mismo salón que ya no es el mismo, porque está pintado de amarillo y un solitario sofá-cama permanece abierto. En 1989, una joven cuenta un chiste a tres ancianos, quizá sus padres y un tío. Pero es sólo una parte de la página. De fondo, rodeando a esa viñeta aislada, y con la misma perspectiva, exacta, como si hubiéramos viajado en la máquina de El tiempo en sus manos, de H. G. Wells, vemos de fondo las marismas que un día fueron aquellas tierras despobladas. Un día del 8.000 a.C.
Glaciaciones y futuros
Fiestas en 1975, episodios coloniales en 1775 con una gran mansión que se ve al fondo, antes de que los muros del salón taparan esa vista -protagonizados por Benjamin Franklin, el único personaje histórico del cómic, de forma casi anecdótica-, mujeres indias recolectando frutos en el mismo paraje antes de la colonización, en 1553, incluso conversaciones futuristas en el año 2050… Estamos ante la historia de generaciones, de sagas, de eras incluso, con glaciaciones, inundaciones... Lo importante es la mirada indiscreta, anónima, del lector, al que McGuire habilita para ser un viajero temporal sin moverse de ese rincón de Nueva Inglaterra.
La concepción visual de Aquí avanza un paso más en terrenos que habían investigado antes grandes de la novela gráfica -todos norteamericanos- como Art Spiegelman, Chris Ware o Seth. No extraña que el autor de Maus y Sin la sombra de las torres diga: “Todos los cómics son partituras del tiempo, y el libro de Richard es una sinfonía. Se me ocurren pocos libros que justifiquen plenamente la atípica cuota de interés dedicada a los cómics estos últimos años, pero éste es sin duda uno de ellos”.
Aquí nace en realidad de un experimento pionero dibujado por McGuire en 1989. Una mini-novela gráfica, una historieta de seis páginas en blanco y negro en la que, con un estilo aún sin depurar, ya estaba presente la idea central de la obra que ahora llega a España en una paleta cromática diversa y ampliada a 304 páginas: la unidad espacial. Here fue publicado en el número 1 del volumen 2 de RAW, la revista que dirigían Spiegelman y Françoise Mouly. De hecho, el autor se animó a realizar a aquella historia se seis páginas después de escuchar una charla de Spiegelman.
Influido por Popeye
McGuire no tenía apenas experiencia previa en el mundo del cómic. Pero aquel trabajo del recién llegado fascinó a todos, especialmente a Chris Ware, que lo apadrinó. Entre las influencias confesas de McGuire están el Krazy Kat de Herriman, la obra de Robert Crumb, Popeye, la película Yellow Submarine, Duchamp, Andy Warhol, los constructivistas rusos, la caligrafía china, el budismo…
Referencia obligada es Saul Steinberg, el ilustrador de The New Yorker. El propio McGuire ha trabajado como ilustrador para la conocida revista, hoy dirigida por Françoise Mouly, que fue la directora de RAW cuando se publicó la edición germinal de Here.
En 1999, McGuire decidió ampliar el concepto de Here, convertirlo en una historia mayor. Durante el proceso de creación, sus padres murieron, lo que le llevó a volcar una mirada más personal en el rincón elegido: el salón es en gran medida el del lugar donde sus padres convivieron durante cinco décadas en New Jersey. En el cómic se cuelan numerosos destellos autobiográficos: la foto anual de la familia, diferentes referencias fotográficas de la familia del autor, o la mansión que puede verse detrás de la cadsa -en algunas épocas, antes de que se levanten las paredes de su hogar- y que efectivamente perteneció al hijo ilegítimo de Benjamin Franklin.