La vasija cerámica ocultaba un gran tesoro de más de mil monedas, 19 de oro y el resto de plata, la mayoría acuñadas en el primer tercio del siglo XI, aunque las más antiguas correspondían al califa Abderramán III. Su propietario las ocultó en un descampado o un huerto de la actual ciudad de Valencia, durante los primeros compases de la taifa homónima y probablemente en algún momento de incertidumbre. Pero algo le ocurrió al individuo y no pudo recuperar el conjunto numismático, que pasó un milenio enterrado hasta que la inspección arqueológica de unas obras en la Avenida de la Constitución lo sacó a la luz.
El lote estaba formado principalmente por piezas de plata fatimí, emisiones andalusíes de los califas omeyas y sus sucesores, los hammudíes, de la fitna o guerra civil que se vivió en al-Ándalus en las primeras décadas del siglo XI y un pequeño grupo de monedas de oro entre las que se encontraban seis ejemplares de la dinastía tuyibí de la taifa de Zaragoza, fundada por Mundir I en 1018. Según los expertos, estas monedas están consideradas como "excepcionales" dentro de la Hispania musulmana por ser las primeras acuñaciones áureas de un reino independiente de Córdoba.
Pero el conjunto monetario hallado en Valencia ha arrojado una importante novedad: la aparición de dos dinares acuñados en Zaragoza en 1020-21 y que adelantan en cuatro años el inicio de las emisiones de oro realizadas por un gobernante independiente de al-Ándalus. Los resultados del estudio de ambas piezas, realizado por Carolina Doménech-Belda, profesora titular del Área de Arqueología de la Universidad de Alicante y miembro del Instituto de Investigación en Arqueología y Patrimonio Histórico, acaban de publicarse en un artículo en la revista Arqueología y Territorio Medieval.
"El hallazgo es importante porque son las primeras monedas de oro taifas acuñadas en una ceca local y su estudio evidencia lo mucho que nos queda por saber de ese interesante periodo histórico y cómo los objetos materiales pueden plantear problemáticas históricas de gran interés", explica la investigadora. De hecho, lo único que se puede afirmar con rotundidad de las emisiones es su fecha de expedición —el año 411 de la Hégira— y que, a pesar del "deseo de autonomía", reconocen al califa al-Qasim. Quién las mandó acuñar es una cuestión que presenta más incógnitas.
Según el escritor andalusí al-Udri, contemporáneo de los hechos, la dinastía de los tuyibíes comprendió tres gobernantes: Mundir I (padre), Yahya Ibn Mundir (hijo) y Mundir II (nieto), supuestamente asesinado por un primo que dirigiría la taifa durante 28 días antes de ser derrocado por una nueva familia, los Banu Hud del célebre al-Muqtadir, señor del Cid Campeador. Esta cronología fecharía los dinares descubiertos en Zaragoza durante el reinado de Mundir I, pero existe un problema: las leyendas de las piezas no mencionan su nombre.
Acción política
Mundir I fue un personaje muy activo durante la fitna y con gran ambición política. Tras revelarse en un miembro destacado de las tropas del caudillo Almanzor, quien lo nombró caíd por sus cualidades guerreras, el tuyib desarrolló un carácter ambicioso, astuto y oportunista —en un periodo de ocho años apoyó cinco causas distintas—. Al convertirse en el soberano de la taifa de Zaragoza se arrogó los títulos de hayib, que, durante el califato, suponía ser el jefe directo de la administración del Estado, incluido el ejército y podía suplir al califa en el ejercicio del poder, ostentando la más alta magistratura de al-Ándalus; y de al-Mansur, "el Victorioso", el mismo que había llevado su antiguo señor.
En su corte de Zaragoza, donde llevaba una vida fastuosa rodeada de música y concubinas, acogió a literatos cordobeses y promovió construcciones públicas como unos baños o la ampliación de la mezquita. También es muy probable que fuese el artífice de la apertura de la ceca de madinat Saraqusta, como aparece en las monedas, y que constituye el primer testimonio distinto al genérico de al-Ándalus para acuñar oro que se utiliza en la Península Ibérica.
"No sería extraño que Mundir I, dada su ambición y estrategia política y como dirigente máximo de un territorio fronterizo y alejado de la antigua capital [Córdoba], se atreviera a acuñar moneda, o que negociara y consiguiera el privilegio de su acuñación en alguno de sus tratos con los hammudíes como símbolo de su programa político", desgrana Carolina Doménech-Belda. Pero la fecha de la muerte del hayib de Zaragoza es diferente según la fuente medieval consultada, desde el 1021-1022 que asegura al-Udri hasta el 1024-1025 del historiador Ibn Jaldún.
Entonces, ¿quién acuñó los dinares de oro: fue Mundir I o su hijo? Las inscripciones de ambas monedas están dedicadas al hayib Yahya, el heredero, una información que entra en contradicción con la fecha en la que se emitieron las monedas, 1020-1021, supuestamente con el fundador de la dinastía todavía vivo. La principal hipótesis que defiende la investigadora es que se trataría de piezas grabadas durante el reinado de Mundir I, pero que hacen referencia a su descendiente en una acción destinada a afianzar la dinastía. Las monedas suponían "uno de los mayores símbolos de autoridad a la vez que el mejor instrumento que el Estado tenía en sus manos para transmitir mensajes".
De hecho, las crónicas islámicas señalan que el rey taifa otorgó el título de hayib a su vástago por su destacado papel en la guerra contra Pamplona. "Desde esta visión, los dos dinares analizados podrían ser emisiones de Mundir I en las que asocia a su hijo al gobierno y plasma dicha sucesión en las monedas designando claramente a su heredero y afianzando de esta forma su linaje, en un momento en el que otros gobernantes empezaban a ser reconocidos en territorios próximos", sugiere Doménech-Belda. La otra posibilidad sería adelantar la fecha de la muerte de Mundir I y de la sucesión que recogen los textos medievales, un supuesto menos probable.
En cualquier caso, aunque los resultados no pueden ser considerados definitivos, los dos dinares de la taifa de Zaragoza hallados en Valencia, territorios con estrechos lazos en época islámica, arrojan un nuevo pedazo de luz sobre la viva y compleja historia de al-Ándalus. Son un testimonio más del convulso momento en que se derrumbó el poder califal y emergieron los reinos independientes.