A finales del siglo IX, la llegada de Alfonso III a Zamora desata una revolución urbanística. La ciudad, ocupada por los romanos y visigodos en fechas tardoantiguas, descrita por los cronistas medievales como un enclave "despoblado", se repuebla y fortifica con murallas por orden del rey, quien la convierte en una de las plazas más importantes de los reinos cristianos. Aunque desde ese momento las fuentes escritas solo refieren continuas escaramuzas árabes en este territorio, una serie de hallazgos arqueológicos documentados en un solar del casco histórico de la localidad ofrecen un relato diferente: Zamora acogió a una población híbrida en la que convivieron las culturas islámica y cristiana.
Las excavaciones en un yacimiento situado en el antiguo Convento de las Adoratrices, enfrente de la catedral y donde en la actualidad se alza el Consejo Consultivo, han arrojado el descubrimiento del mayor lote de cerámica hispanomusulmana del norte peninsular y, sobre todo, de un 'tesorillo' de dírhams acuñados en época del Califato de Córdoba. Todas estas piezas proporcionan, según los expertos, una información numismática e histórica significativa que revela la innegable convivencia intramuros de ambas sociedades.
Así se desprende de un estudio realizado por Cruces Blázquez Cerrato, doctora en Historia y profesora titular del Departamento de Prehistoria, Historia Antigua y Arqueología de la Universidad de Salamanca, y Alberto Martín Esquivel, doctorando vinculado al mismo departamento. Ambos investigadores forman parte de Hesperia. Grupo de Investigación sobre la Península Ibérica en la Antigüedad y ATAEMHIS. Grupo de Investigación en Antigüedad Tardía y Alta Edad Media en Hispania.
El conjunto de monedas de plata es reducido a nivel cuantitativo, pero su hallazgo en Zamora marca un récord de localización: es el tesoro califal encontrado en la zona más septentrional de la Península Ibérica. "Lo más significativo es la propia presencia de monedas de época califal en plena Meseta Norte, territorio supuestamente habitado en esas fechas sólo por cristianos", explica a este periódico la arqueóloga.
El lote está compuesto por tres dírhams completos, otros dos que han sufrido algunos recortes y cinco fragmentos de monedas similares. La pieza más antigua corresponde a los años centrales del siglo X, acuñada a nombre de Abderramán III. La aportación principal —dos dírhams completos y dos fragmentos— son emisiones de Al-Hakam II, datadas en las dos décadas siguientes, entre 963 y 976. Las monedas más tardías son dos piezas de Hisham II, acuñadas en los años finales del siglo X. El taller de procedencia de todas ellas es Medina Azahara, epicentro del esplendor del califato.
Un pequeño monedero
El análisis del pequeño tesoro, que fue encontrado formando un bloque cristalizado y ha sido restaurado en el Museo de Zamora, ofrece varias lecturas interesantes. Una de ellas es que evidencia el uso coetáneo de las emisiones de los tres primeros califas; también que, a pesar de las prohibiciones implantadas por el Estado musulmán, la población fragmentaba los dírhams para obtener denominaciones de menor valor y así poder hacer frente a las necesidades cotidianas. Estos fragmentos fueron utilizados y aceptados como moneda fraccionaria en las transacciones comerciales, recalcan los investigadores.
La mayor incógnita reside en buscar una explicación a la disposición de las piezas, agrupadas unas sobre otras hasta que quedaron adheridas por el paso del tiempo. "Las fuentes se refieren de forma reiterada a incursiones árabes en este territorio por lo que este tipo de hallazgos se han venido considerando como tesorillos ocultados por la inestabilidad política sentida en el territorio", señala Cruces Blázquez. "Sin embargo, creemos que podría tratarse más bien del contenido de un pequeño monedero, es decir, de las monedas llevadas en una bolsa y perdidas en una zona de la ciudad en la que el resto de piezas recuperadas indican una posible una mezcla entre la población allí establecida".
Es decir, las monedas que probablemente llevaba consigo una persona musulmana o cristiana residente en Zamora en el siglo X, que perdió por algún motivo desconocido. Una hipótesis que avalan los restos de cerámica, fechados entre los siglos IX y XI, desenterrados en el casco histórico de la ciudad, que se corresponden con objetos de uso cotidiano como ollas para cocinar, tinajas para almacenar, cántaros usados como contenedores, lámparas y candiles para la iluminación o barreños empleado para lavar. "No son objetos de lujo, lo que significa que eran utilizados habitualmente y, como es lógico, por una población que no está de paso sino que parece haber tenido una cierta estabilidad", puntualizan los investigadores.
La mayor dificultad, no obstante, radica en definir quiénes fueron los usuarios de estos dírhams hallados tan al norte. "Hablar de andalusíes directamente en Zamora puede resultar excesivo aunque cabría plantearse otras opciones intermedias, por ejemplo, quizás resultaría más adecuado hablar de población mudéjar", valora Cruces Blázquez. En el estudio, los investigadores recuerdan el importante papel desempeñado por los agemíes de Toledo en la construcción de las murallas de la ciudad, pero también barajan que los repobladores, que en las crónicas islámicas se definen como "fronterizos", procediesen de la zona extremeña: Zamora se encontraba cerca de la cabecera de la antigua calzada romana que unía Mérida con Astorga.
En cualquier caso, el análisis del tesoro numismático y la recuperación de los materiales de "indudable tradición andalusí" que enlazan con los que se estaban produciendo en el sur de la Península Ibérica cambian la historia de Zamora narrada por las fuentes escritas. "Es evidente que resulta necesaria una revisión a fondo de la evolución histórica de este territorio meseteño a partir de los datos proporcionados por las intervenciones arqueológicas", concluyen los arqueólogos.