La imagen clásica que evoca el año 1917 es la Revolución rusa, la de Lenin y los bolcheviques, los diez días que sacudieron el mundo, como la denominó el periodista John Reed. Pero en el otro extremo del continente, en España, saltando las trincheras de la Gran Guerra, también se desarrollaron por esas mismas fechas una serie de acontecimientos que iban a dictaminar el futuro del país. Fueron, según el historiador Roberto Villa García, el punto de ruptura más trascendental de la historia de España en el siglo XX; y eso que no son pocos ni irrelevantes los trágicos acontecimientos que bañaron la centuria pasada.
En 1917 hubo una "revolución española" cuyo objetivo final era destruir la monarquía liberal encabezada por Alfonso XIII. Aglutinó a movimientos antagónicos a simple vista —las izquierdas republicanas y obreristas, los nacionalistas catalanes y los militares rebeldes—, con proyectos radicalmente diferentes, pero que se enfrentaban a un mismo obstáculo: las ataduras de un régimen "prácticamente democrático" que impedía sus anhelos. El proceso terminó fracasando, pero resquebrajó el sistema hasta el punto de condicionar la vida política española durante las seis décadas siguientes.
Esa es la hipótesis que vertebra 1917. El Estado catalán y el soviet español (Espasa), el nuevo libro de Roberto Villa García, profesor titular de Historia Política en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Una obra ambiciosa —"el trabajo más satisfactorio de mi carrera", asegura— que arroja unas conclusiones rompedoras en el análisis de los hechos en los que bucea, mucho menos estudiados por la historiografía que la Segunda República o la Guerra Civil. "Me he llevado una enorme sorpresa al hacer esta investigación; de 1931 hacia atrás sabemos poquísimo con profundidad", desvela el autor.
La crisis de 1917, expone Villa García, se ha interpretado tradicionalmente "como una ruptura de fuerzas democráticas contra una monarquía oligárquica y antidemocrática". Su libro, planteado inicialmente como una historia política sobre la quiebra de ese régimen constitucional, culminada con la instauración de la dictadura de Primo de Rivera, y reenfocado tras el análisis de numerosas fuentes de archivos públicos inéditas y otras poco estudiadas, "demuestra radicalmente lo contrario: se trata de una ruptura de fuerzas políticas cuyos proyectos estaban muy alejados de la democracia liberal".
El historiador, autor también de importantes investigaciones sobre los procesos electorales durante la Segunda República, ha construido una obra compleja —más de 700 páginas—, llamada a erigirse en referencia sobre el periodo. El relato arranca discutiendo la imagen de "oligarquía" y "caciquismo" que históricamente se ha asociado a la monarquía de la Restauración y las perturbaciones provocadas por la I Guerra Mundial, para narrar prácticamente al minuto los vertiginosos sucesos que cubren el espacio de un año y medio: la sublevación de los militares en junio de 1917, el "agosto rojo" de la insurrección obrera, con al menos 127 muertos y 349 heridos graves, o los manejos de la Lliga Regionalista de Francesc Cambó en pos de la consecución del "Estado catalán".
"En 1917 descarrilamos", resume el historiador, evocando la famosa pregunta —"¿En qué momento se jodió el Perú?"— que hace uno de los personajes de Conversación en la catedral, la novela de Mario Vargas Llosa. Y se cuestiona, observando los casos de Suecia, Holanda o Dinamarca: "¿Por qué somos el único país neutral de la I Guerra Mundial que no culmina la democracia, cuando tenemos todo a favor: un marco nacional consolidado, una economía que iba francamente bien, unas instituciones legitimadas y la neutralidad en la contienda que nos libra de sus horrores?".
Además, pone el foco sobre una cuestión relevante: "Los mismos protagonistas que en 1917 van a frustrar la democracia en España son los mismos que van a disputarse violentamente el monopolio del poder entre 1923 y 1939 y van a estar detrás de la dictadura de Primo de Rivera, la Segunda República, la Guerra Civil y el franquismo. Son los mismos que han presentado una visión crítica de la Restauración porque han legitimado sus regímenes frente a la monarquía constitucional, y eso explica por qué tenemos esa costra, esa imagen negativa".
El papel del rey
Villa García identifica a Cambó como el "nexo de unión" del heterogéneo frente revolucionario. El líder catalanista se alió con republicanos y socialistas e intermedió en las divisiones de los dos bandos que se armaron en el seno de las Juntas de Defensa. Esa fragmentación entre los militares empujó a los sindicatos de la CNT y UGT a tratar de reproducir en España en agosto lo que había sucedió en Rusia entre febrero y marzo, cuando se derrocó al zar. Pero su insurrección falló, como también la sublevación del llamado "soviet de los sargentos" del enero siguiente o las maniobras de los junteros por patrocinar una dictadura militar abierta con el apoyo de la Lliga.
"In extremis, el rey obliga a los políticos constitucionales a formar un Gobierno de concentración nacional para evitar la dictadura", explica el historiador. "La revolución no triunfa pero es lo suficientemente potente, precisamente porque el ejército está dislocado, como para destruir las convenciones constitucionales. Eso explica que de 1918 a 1923 todos los intentos por volver a la situación de antes van a fracasar y acaben con la dictadura de Primo de Rivera".
¿Qué hubiera ocurrido si llega a triunfar la revolución? "Creo que se habría anticipado a 1917 la misma experiencia republicana de los años 30, con los mismos problemas y la misma desembocadura autoritaria; una democracia que no se hubiera consolidado", responde Villa García. "Además, se habría registrado una cosa bastante más grave: la entrada de España en la I Guerra Mundial. Así lo habían postulado los republicanos y los socialistas, que tenían la esperanza de que la guerra generara el caldo de cultivo para derrocar a la monarquía".
Son muchos los personajes que discurren por las páginas del ensayo, pero uno que sale especialmente reforzado es Alfonso XIII. A pesar de incurrir en una actitud torpe e indiscreta en algunas ocasiones, como cuando confesó a un líder reformista que estaba planeando abdicar —lo que avivó las aspiraciones de los revolucionarios—, intervino para salvar al sistema liberal y no para destruirlo. "El cuento de que es el factor principal que explica que España no pudiese caminar hacia la democratización no es verdad…. El rey se comporta con bastante lealtad a las reglas del régimen constitucional y se niega a aceptar su abolición a cambio de mantener la corona, como le ofrecen los militares", destaca el investigador.
Una obra, en definitiva, destinada a abrir un importante debate historiográfico en relación con las causas del trágico siglo XX español. "Esta revolución es una convergencia de fuerzas antisistema de izquierda y derecha frente a un centro que defiende la vía media de la monarquía liberal", cierra Villa García. "Ese es el mejor enfoque para ver nuestra historia contemporánea".