Aquel 16 de febrero se prolongó durante cuatro días. Los españoles consideraron las Elecciones Generales que determinaron la victoria del Frente Popular como unos comicios a vida o muerte. A los pocos meses, las dos Españas que se habían enfrentado en las urnas, lo hicieron en las trincheras. El Golpe de Estado de Franco acabó con la legitimidad de las urnas, que no es cuestionada por la investigación de los historiadores Manuel Álvarez Tardío y Roberto Villa, titulada 1936. Fraude y violencia en las elecciones del Frente Popular (Espasa).
El propio Manuel Álvarez Tardío explica a EL ESPAÑOL que no pretenden discutir sobre la legitimidad de lo que pasa después de las Elecciones, ni del Golpe de Estado posterior. “Sólo queríamos contar lo que no se había contado, no vamos más allá del momento que estudiamos. No podemos viciar el análisis de lo que pasa en las Elecciones: incluso con todo lo que nosotros contamos, no significa que eso fuera a cambiar los acontecimientos. Podíamos haber optado por la militancia basada en la especulación, pero no especulamos”. Dicen que uno de los méritos de su trabajo es la reconstrucción, “minuto a minuto”, de lo que pasó aquellos cuatro días, entre la votación y el recuento. Ambos responden al cuestionario sobre su investigación:
Son unos acontecimientos que deciden la historia moderna de este país, ¿cómo influye el impacto en su trabajo?
Nosotros trabajamos con la misma dinámica académica de siempre. Pero el pasado como elemento de identidad ideológica tiene más presencia de lo que pensábamos. Aparentemente, hay mucha bibliografía de la Segunda República y la Guerra Civil, pero te sorprende que haya tantos autores que repitan fuentes secundarias con hechos no contrastados.
¿Qué aporta su estudio al de Javier Tusell (a finales de los sesenta)?
Tussell estuvo muy condicionado por su contexto, por las limitaciones de consulta. Nosotros hemos tenido acceso a datos digitalizados. Explotaron las hemerotecas, pero les faltaron fuentes. No tuvieron acceso al archivo del Congreso, ni al archivo de la Fundación Pablo Iglesias, ni al Archivo de Salamanca. Lo hicieron con prensa y el diario de sesiones de las Cortes. El nuestro es más rico.
¿A qué conclusiones llegan?
Reflejamos el clima de radicalización política durante la campaña, los diferentes tipos de discursos de campaña y cómo las candidaturas acaban formándose (incluimos las negociaciones internas). Abordamos las antiguas encuestas de una manera más precisa y, sobre todo, reconstruimos la votación y el escrutinio. El dietario de Alcalá Zamora también es importante, así como el de Portela. Hemos reconstruido de una forma más precisa aquel periodo. Javier Tusell reconoce que sus recuentos son incompletos, pero con el Archivo del Congreso los reconstruimos al completo. Los resultados oficiales a nivel nacional no se conocían hasta ahora.
¿Por qué se decidieron a investigar el desarrollo de las Elecciones?
Cuando se publicó el dietario de Alcalá Zamora hace unos años leímos la parte del fraude. El propio presidente de la República es el que habla de fraude. Sin ese diatario no nos habríamos metido en la investigación. Antes éramos muy escéptico, siempre he dicho que ganaban las izquierdas. Hasta que encontramos las pruebas y documentos cotejados. Veíamos claro el fraude en A Coruña y Cáceres, pero sólo con estos votos la mayoría no cambiaba. Y aparecieron los casos de Tenerife, Las Palmas, Lugo, Pontevedra, Valencia, Jaén, Murcia y hasta Málaga (donde ganan indudablemente las izquierdas, pero el escaño de las minorías debería haber pertenecido a la CEDA y no al PSOE).
¿Prefieren hablar de fraude que de pucherazo?
Sí, el pucherazo generalizado se dejó de hacer en los años treinta. En este caso hablamos de una falsificación postelectoral, sobre la documentación hecha sobre las mesas. Hay una falsificación electoral urdida la noche anterior a la reunión de la Junta Provincial en algunas provincias. Un fraude localizado.
¿Son capaces de determinar el número de votos fraudulentos?
No a nivel nacional. Pero sí a nivel provincial en Valencia, Jaén y Las Palmas. En cuatro provincias, la madrugada del 19, se arrebata el poder a las derechas (A Coruña, Lugo, Tenerife y Cáceres). Y lo importante no es el número de votos, sino el reparto de escaños. No podemos saber cuántos votos fueron fraudulentos a nivel nacional, quizá más de 150.000 votos, sobre más de 8.000.000 de votos. Los que fueran bastaron para determinar el reparto, porque el resultado estaba muy apretado. El fraude en Cáceres fue de 10.000 votos. En Jaén, si ganabas te llevabas 10 y si perdías, 3. Se jugaban la mayoría.
¿Fue un movimiento orquestado o espontáneo?
Está orquestado desde las provincias. Es una dinámica que se repitió en muchos sitios: empezaron celebrando y acabaron asaltando gobernación civil. Son las 36 primeras horas de Azaña antes de la reunión de la Junta del Censo. La iniciativa la llevan las autoridades provinciales. El día 19, cuando Manuel Azaña accede al poder, el Frente Popular y las derechas no tienen mayoría parlamentaria, la cosa está muy abierta. Si el Frente Popular consigue la mayoría final fue gracias a la manipulación.
¿Qué importancia tuvo la dimisión del presidente del Consejo de Ministrios Manuel Portela, líder liberal?
Absoluta. Portela se marcha durante el proceso de recuento por la fuerte movilización en la calle. Portela se va porque está muy tocado moralmente, sus candidatos no parece que estén obteniendo los resultados que esperaban y se marcha sin saber cómo queda. Además, la violencia en la calle le asusta. Manuel Azaña preside el final del recuento y no aplaza los ánimos de la movilización instrumentada por los sectores extremistas, con los que luego tendría que negociar para gobernar. La última fase del recuento es muy importante.
¿Cuestionan el papel de Azaña?
No hay orden de Azaña para alterar el recuento. En Madrid hubo pasividad y connivencia con las movilizaciones. El propio Azaña se refiere a los resultados de A Coruña y en Cáceres como la “resurrección de candidatos”. Demostramos un fraude local. Tachones, raspados, manipulaciones. La campaña no fue sucia, ni siquiera el día de las Elecciones. De hecho, hubo un gran despliegue de fuerzas del orden para evitar problemas. Sin embargo, Portela no pudo declarar el Estado de Guerra durante el recuento, porque Alcalá Zamora no le deja, pero Azaña sí lo hace en algunas partes.
¿Qué ocurre en la segunda vuelta?
La segunda vuelta está muy condicionado por la falta de seguridad jurídica, pero ahí no hemos hecho especulaciones. No fue un fraude total, pero sí introduce elementos de fraude en algunas provincias. Son pequeñas diferencias de votos que afectaban al recuento de escaños. Es un fraude en determinados lugares que han hecho bailar escaños. Cuando Azaña acude a la sede de Gobernación se desespera al ver que los gobernadores han huido y están en manos de los poderes locales, que intimidaron. Hay sitios en los que la intimidación y la coacción fue muy potente. La calle interpreta la salida de Portela como una victoria y van a impedir una victoria por fraude de los conservadores.
¿No hubo intimidación por parte de los conservadores?
No hay rastro de una ocupación del poder ni de los conservadores, ni de los portelistas. La CEDA no hizo llamamiento a la violencia para hacerse con el recuento.
En el libro insisten en que las marchas de aquellos días no eran festivas, sino intimidatorias.
La documentación y las fuentes demuestran que la avalancha hacia los centros de poder no fueron celebratorias, ni festivas, sino para hacerse con el control.
Pero, ¿hay documentación de las protestas?
Las protestas que hubo en estas provincias fueron tumultuarias. El Frente Popular no estaba dispuesto a dejar perder ni una sola provincia. Tal y como aparece en el archivo de Pablo Iglesias, Prieto dice de las actas de A Coruña que son “indefendibles”. Cuestionó anular Granada [resultado a favor de la derecha, con denuncia de la izquierda], si no se hacía antes con A Coruña y Cáceres.
En Granada se denunció que miembros de la escopeteros y guardas impedían el voto en pueblos. Ganó la derecha, pero se anuló. ¿En Granada, quién hizo más trampas?
En Granada, el Frente Popular protestó un fraude de 8.000 votos pero no aportaron datos, a pesar de que la diferencia con las derechas era de 50.000. No era un fraude acreditado.