A veces el arte da sorpresas inesperadas. Esas que se celebran cuando décadas, e incluso siglos después, salen a la luz nuevas obras de autores respetados, conocidos e incluso familiares. Ocurrió, por ejemplo, el año pasado cuando apareció un Velázquez inédito adquirido en una casa de subastas hace casi tres décadas, que hoy exhibe el Museo del Prado junto a Las Meninas. O también cuando entre 2013 y 2016 varios fragmentos de una obra desconocida y desaparecida desde hace 80 años de René Magritte aparecieron en el MoMA, en el Museo de Arte Moderno de Estocolmo y en el Museo y Galería de Arte de Norwich.
The Enchanted Pose era una de las obras perdidas de Magritte. Se exhibió en 1927 y después desapareció sin dejar rastro. Aunque antes, cinco años después de esa exposición, desde el Palais de Beaux-Arts de Bruselas le escribieron por carta recordándole que su obra estaba allí y fuera a recogerla. El propio pintor belga, del que este año se celebra medio siglo de su muerte, se había olvidado de estos dos desnudos femeninos de estilo neoclásico. Cuando los recuperó, recicló el lienzo para otros trabajos más pequeños. El último fragmento encontrado está oculto tras otra de sus obras, The Human Condition.
Pero no fue este el único final para los lienzos de Magritte. Además de los que decidió reciclar o directamente destruir a pesar de ser celebrados por sus amigos y la crítica, sus cuadros también sufrieron los estragos de los años e incluso fueron pasto de las llamas de los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial. Se calcula que son una treintena las obras de Magritte que han desaparecido. La exposición Los Magrittes perdidos, que se ha convertido en uno de los atractivos de la Casa Museo René Magritte en este aniversario, los reproduce no sin polémica ya que, como explica su guía, si Magritte acabó con muchas de estas obras, ¿es lícito volver a pintarlas y enseñarlas?
“No es una falsificación”
“El objetivo es hacer que el público y los investigadores descubran una faceta importante y desconocida del trabajo de Magritte. Es un verdadero renacimiento. La última exposición en la que enseñó su obra tuvo lugar en 1967 en París. Fue la última vez que los amantes del arte pudieron ver nuevas obras de Magritte, hace medio siglo. Esta exposición brinda la oportunidad de renovar esa experiencia”, garantiza el comisario André Garitte.
Tras ocho años de investigación analizando documentación, cartas, fotografías y vídeos donde aparecían los magrittes perdidos, estas reproducciones en formato original vuelven a colgar de las paredes del museo, instalado en la casa del pintor en el barrio bruselense de Jette, completando el catálogo de uno de los grandes mitos del surrealismo.
Aun así, las obras van sin firmar y no hay intención de comercializarlas. “Esto no es una falsificación”, subrayan desde el museo. Por eso, rehúsan decir quién es el artista que ha hecho las copias. “Hemos partido del aspecto didáctico y científico a fin de intentar acercar lo mejor posible el universo de Magritte. Por supuesto, hemos tenido la suerte de encontrar a un amigo pintor totalmente apto para dar vida a estos cuadros destruidos porque su técnica y estilo de pintura académica se aproximan a las del gran maestro. Queremos destacar el aspecto didáctico de estas composiciones menos conocidas y no qué pintor nos ha ayudado a realizarlas porque, sobre todo, se trata de un proyecto museístico y no comercial”, responde Marilyn de Cordier a EL ESPAÑOL.
Esto no es una falsificación. Hemos partido del aspecto didáctico y científico a fin de intentar acercar lo mejor posible el universo de Magritte
Más allá de los debates, en las paredes de esta coqueta casa en cuya cocina produjo Magritte la mayor parte de sus obras mientras su esposa, Georgette, hacía la comida o tocaba el piano, cuelga un erótico retrato de una mujer junto a una suerte de hombre pez. Cerca una curiosa composición de hombres a caballo, sus célebres hombre de bombín o composiciones con ecos cubistas. “Los magrittes desaparecidos eran a menudo obras de gran calidad, tanto por los temas, que Magritte solo representó una vez, como por el hecho de que al menos una decena de ellos forman un enlace representativo con su obra”, explica De Cordier.
Las obras de esta muestra fueron pintadas por Magritte entre 1922 y 1966. Once de ellas fueron reducidas a cenizas durante el Blizt, los bombardeos sistemáticos sobre Reino Unido del ejército nazi en 1940. Estaban en un almacén situado al lado del Támesis tras una exposición individual organizada en la galería londinense del poeta surrealista y artista Mesens. Eso fue lo que le ocurrió a L'Escrimeuse, un imponente lienzo de estilo daliniano y uno de los primeros en los que el belga pintó a un personaje femenino mutilado y troceado con el rostro cubierto por una máscara.
The King's Museum, una obra con el mítico hombre con bombín tallado con un paisaje en su interior, fue una de las últimas que pintó Magritte un año antes de su muerte. La que hoy cuelga de la Casa Museo del pintor es una copia de una imagen que apareció en la revista Paris Match en noviembre de 1966. La pintura original murió cuando Magritte participó, junto a Max Ernst y De Waroquier, en un experimento para probar un proceso químico para reproducir óleos auspiciado por el artista parisino Raymond Nidrécourt. Tenían que hacer más de dos centenares de copias de su lienzo, pero la idea no era tan buena y el original no sobrevivió.
El paso del tiempo y el fuego han sido también otros de los grandes enemigos de los lienzos de Magritte. Le Vieux canonnier apenas tuvo una década de vida ya que se quemó en un incendio en los años cincuenta y Le calcul mental, de 1931, murió presa de las llamas en los ochenta. La historia llega a ser tan curiosa que otro de sus cuadros terminó en el fondo del mar dentro de un barco hundido. Son, también, los otros finales del arte.