La fotógrafa turca Eylül Aslan retrata la feminidad. Lo hace, sino en todos, en muchos de sus aspectos. Sus imágenes cuentan historias sobre su género cuando no retratan con una mirada juguetona o erótica el ser mujer. Vive en Berlín, pero nació en 1990 en el distrito de Kartal, al sureste de Estambul. Aslan no dejó de soñar en salir de allí hasta que aterrizó en suelo germano hace cuatro años.
“Hay muchas cosas malas en Turquía”, dice Aslan a EL ESPAÑOL en una de las primeras tardes frías de otoño que se viven en la capital germana. Sentada en la terraza de un bar del barrio de Neukölln, uno de los que más población turca y germano-turca alberga en Berlín, esta joven explica lo que ella llama su “estatus de refugiada artística”. “Turquía ha cambiado mucho, cuando era pequeña, las mujeres llevaban minifaldas y cosas así, pero esto ya no es así y la situación está empeorando, debido a los cambios políticos, la presión sobre mujeres como yo es cada vez mayor”, dice esta joven de ojos y pelo oscuros.
Aslan reconoce que en Turquía nunca se sintió bien. Su aspecto es el de cualquier chica normal de una gran capital europea. Pero, según ella, su forma de vestir, sus pretensiones artísticas, su formación – es licenciada en Literatura francesa –, sumado a que viene de una familia liberal – su madre hizo carrera en el Partido Republicano del Pueblo (CHP), de la oposición al Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) del presidente Recep Tayyip Erdogan –, resultan incompatibles con una vida normal. “La presión social me creó ansiedad, llegó un momento en que me daban ataques de pánico en espacios públicos, sobre todo”, afirma.
En Estambul, pese a vivir en un “buen barrio”, según describe dónde creció, acumuló experiencias traumáticas. “Me acosaron y atacaron sexualmente, a diario, hombres podían sentarse a mi lado allí donde estuviera sólo para mirarme, también los hubo que me siguieron durante horas”, recuerda Aslan con amargura.
“En una ocasión, durante el día, en una de las calles más abarrotadas de gente en Estambul, empezó a seguirme un hombre, que se mantuvo a unos cien metros de mí durante una hora, por eso fui a hablar con un policía, y le expliqué la situación”, recuerda. Pero fue peor pedir ayuda. Porque la respuesta del agente le causó un shock. “Me miró de arriba a abajo y me dijo: “Estás bastante buena, yo te seguiría también”. Yo me quedé pensando: “¡Das más miedo que el que me sigue!”. Aquello me dio tanto miedo que empecé a llorar. Y el policía se rió de mí. Tuve que ir al apartamento de una amiga hasta que el tipo que me seguía se hartó de esperar en la puerta y se fue”, lamenta todavía.
Estas situaciones le ha empujado a hacer fotografías. En 2006 su madre le regaló su cámara de fotos, una Nikon analógica con la que todavía trabaja. En su país, su obra era tan incomprendida que lo tachaban de “pornográfica”. Suele fotografiar cuerpos desnudos o partes del cuerpo femenino con ropa o sin ella, siempre buscando la reflexión del observador. Lo demuestra el contenido sus dos libros, Sauce llorón (2013) y Querida guarra (2015).
La incomprensión de su trabajo en su país parece perseguirla. “Aún recibo mensaje permanentemente de hombres turcos que me escriben: ¿Qué tipo de arte es éste? ¿Qué significa esta mierda?”, cuenta Aslan.
Erotismo, no pornografía
Pese a vivir en una de las ciudades turcas con fama de ser de las más abiertas de Turquía, sobre Aslan pesó la censura social. “Imagina una sociedad en la que nadie te toma en serio, porque eres joven y mujer y haces fotos como las mías”, plantea.
“En Turquía no se vive en un ambiente saludable”, añade. Aslan se refiere con esas palabras a una sociedad turca que ha girado al conservadurismo en los últimos años en lo que al estilo de vida se refiere y a un régimen político cuya reciente evolución preocupa en Occidente por las continuadas violaciones de los derechos humanos.
“En Turquía, a los hombres se les enseña a pensar que pueden hacer lo que quieran con las mujeres, porque son una propiedad, esto lleva a que los hombres puedan hacer con las chicas lo que quieran”, expone. “Así que, cuando un tipo me ve por la calle un día de verano en el que hace calor y yo llevo un vestido de verano, él cree que yo soy una chica fácil, una guarra, alguien que probablemente no tenga una familia, por eso lee en mi vestido que se me puede tocar”, añade.
Éstos son los que creen que pueden eyacular viendo mi pierna fotografiada
A su entender, este tipo de hombres son los que confunden su trabajo artístico con pornografía. “Éstos son los que creen que pueden eyacular viendo mi pierna fotografiada, no necesitan mucho más”, señala.
Un país peligroso
Aslan mira con inquietud la evolución política de su país. Tal es el miedo que le generan las noticias que le llegan de su país que le pidió recientemente a su madre, Hilal Dakuzan – responsable de asuntos para la mujer en el CHP –, que dejara la política. “Mi madre no se calla y, ahora mismo, en Turquía, si hablas, te meten en la cárcel y yo no quiero levantarme todos los días preocupada por si detienen o no a mi madre, no quiero que esté en peligro”, confiesa.
Su madre ha accedido a los deseos de su hija. No es la primera vez. Aslan ya consiguió, cuando era adolescente, que sus padres se mudaran a una zona más progresista y céntrica de Estambul, olvidando el muy conservador distrito de Kartal.
“En Turquía, uno se siente en peligro, da miedo estar allí”, señala Aslan. Si no es por los atentados, a los que según ella, “uno se acaba acostumbrando”, “participas en una manifestación, te detienen y nadie sabe nada, porque la policía hace lo que quiere”, agrega, antes de referirse a la situación de la libertad de prensa como un “horror”. Desde que tuviera lugar el golpe de Estado fallido del pasado 15 de julio, han sido encarcelados 119 periodistas en Turquía. Según Reporteros Sin Fronteras, desde ese día el número de medios de comunicación que han sido cerrados por orden del régimen supera el centenar.
Sin estar casado, no creo que me den el visado artístico, es muy difícil siendo ciudadana turca
Para poder quedarse en Berlín, se casó con un ciudadano europeo, circunstancia que le permite tener derecho a residir en suelo continental. Pero esta joven podría perder esa cómoda situación en breve. Se ha separado de su pareja y tiene pendiente divorciarse. “Sin estar casado, no creo que me den el visado artístico, es muy difícil siendo ciudadana turca”, comenta sobre su situación.
Ella está convencida de que el despegue que está viviendo ahora su carrera no sería posible en Turquía. “Allí, yo sabía que, con todo el machismo que hay, nadie me tomaría en serio”, mantiene. “Allí me decían: "Tendrías que estar delante de la cámara, no detrás"”.
Tinder como fuente de modelos
Con todo, fue en Turquía donde comenzó a realizar sus primeras imágenes. A menudo, el problema era encontrar modelos. “Empecé haciendo fotos de mi cuerpo y de mi prima, con quien compartía piso, mis amigas no querían aparecer, estaban preocupadas por salir en las fotos, Porque hay erotismo en ellas, hay una parte sexual”, cuenta. “Si se atrevían a aparecer siempre lo hacían ocultando su cara, no queríamos tener problemas con los hombres de nuestras vidas”, añade.
Mi idea era comprobar que la gente que acababas viendo a través de esta aplicación es totalmente diferente las fotos que exponen
A ella aún le llama su padre por teléfono preocupado porque, en los buscadores de Internet, el nombre de Eylül Aslan sigue vinculado a imágenes con cierto contenido erótico. “Yo le digo que no me busque por Internet, "¡No me busques en Google!"”, se revuelve.
En Berlín, la carestía de modelos no parece ser un problema para esta inquieta fotógrafa. Su último proyecto, que está muy cerca de convertirse en una exposición y el que será su tercer libro, consiste en fotografías de hombres que ha encontrado a través de la aplicación de contactos y citas Tinder.
“Mi idea era comprobar que la gente que acababas viendo a través de esta aplicación es totalmente diferente las fotos que exponen”, explica. Así, retrató hasta 25 hombres, aunque no exactamente su rostro. “Fotografié aquello que consideraban la parte más bonita y la más fea de su cuerpo, y también la que consideraban que era la parte más bonita y la más fea de mi cuerpo”, aclara.
Nos preocupamos mucho por lo que otros puedan pensar sobre qué es atractivo y qué no
“Qué ridículo es estar acomplejado por el aspecto físico, la consideración de belleza es algo totalmente arbitrario, nos preocupamos mucho por lo que otros puedan pensar sobre qué es atractivo y qué no en nuestro cuerpo, son las partes que un hombre puede considerar no atractivas de su cuerpo las que pueden parecer bonitas a una chica, o a un chico”, sostiene. “La belleza está en la persona que mira”, concluye.
Noticias relacionadas
- Un artista español manda a Nueva York la cabeza de Trump metida en una caja
- El Museo de las Colecciones Reales no abrirá hasta 2020
- Al 42,3% de los españoles no le gusta leer
- El ICAA perdió casi 10 millones de euros en operaciones financieras en 2015
- Broodthaers, el artista que trató de acabar con los museos y acabó embalsamado en ellos
- Por amor al arte: los artistas quieren un contrato laboral